La mirada en el Cielo, los pies en la tierra...
Queridos amigos:
1. PARA
ELEGIR BIEN EL CAMINO, HAY QUE TENER EN CUENTA LA META...
Cuando yo estaba en el Seminario, tenía un compañero, hoy un excelente
sacerdote, cuyo padre trabajaba haciendo transportes con un camión. A
este amigo, que muchas veces había acompañado a su padre, le
gustaba
especialmente la ruta 8, a la que consideraba la ruta más linda del
país. Realmente tenía razón. Rodeada de arboledas, llena de curvas
suaves y muy bien trazadas, con sembrados al costado de la ruta. Sin
embargo, por más de tratarse de la ruta más linda, no sirve para ir a
cualquier lado. Si uno quiere ir a Mar del Plata o a Corrientes, por
linda que sea esa ruta, no sirve, porque nunca nos permitirá llegar a
esos destinos...
Pensemos en alguien que quiere llegar a ser un buen profesional en una
carrera universitaria. Está claro que no podrá contentarse con seguir
por los caminos de la diversión y del deporte, que, ciertamente, pueden
ser muy atrayentes y estar llenos de satisfacciones, pero no lo
llevarán a esa meta...
Cuando se
tiene clara la meta, se tiene la posibilidad de superar los escollos
que se presentan en el camino, como les sucede ahora a nuestros
hermanos del país vecino del otro lado de la Cordillera de los Andes,
Chile. Como hace veinticinco años (1985), y hace cincuenta años (1960),
otra vez la furia de la tierra que quiere acomodar sus capas los han
conmovido con un terremoto, y a las primeras horas de desolación e
inseguridad, enseguida ha seguido la respuesta solidaria, inmediata y
organizada, dando muestras que tienen claro el bien común como meta de
la organización social. El Hogar de las Hermanitas de los Pobres en
Concepción, por ejemplo, ha sido el más afectado de los cinco que
tienen en Chile, al punto que la estructura edilicia se ha visto
afectada, y anoche han tenido que dormir ancianos y Hermanitas fuera
del edificio, ante los peligros de derrumbes...
Por eso, todos nosotros necesitamos preguntarnos: "¿A dónde queremos
llegar?", "¿Cuál es la meta que queremos alcanzar?". Sólo así es
posible acertar con el camino adecuado. Dentro de este tiempo de
Cuaresma, que sirve para preparar la Pascua a partir de la propia
conversión, corrigiendo el camino si nos hemos desviado, en este
Domingo Jesús nos ayuda a levantar la mirada, para clavarla, fija, en
la meta, y elegir bien el camino por el que vamos hacia ella...
2. JESÚS NOS MUESTRA
QUE LA META ES EL CIELO, Y NOS DICE CUÁL ES EL
CAMINO... Jesús, después de haberle prevenido a los Apóstoles que
iban hacia Jerusalén, donde le esperaba el paso amargo de la
Cruz,
se apareció trasfigurado ante ellos, con el rostro
resplandeciente y
las vestiduras blancas. Era la gloria de Dios que resplandecía en Él
anticipadamente, para animar a los Apóstoles, que lo acompañaban llenos
de temor. Hablaba con Moisés y con Elías, que representan a la Ley y a
los Profetas, acerca de su partida, es decir, de su paso, de su Pascua,
que a través de la Cruz lo llevaría a la Resurrección. Esta
transfiguración de Jesús ante sus Apóstoles más queridos tuvo la
finalidad de mostrarles que su camino iba a terminar bien, que tenía
fijada una buena meta, que es el Cielo. Y también nos sirve a
nosotros,
en nuestro camino cuaresmal, para animarnos en esta dura marcha...
Nosotros también estamos hechos para la gloria y para la Resurrección,
nuestra meta también es el Cielo. Pero no se llega allí de cualquier
manera y por cualquier camino. Hace falta seguir los pasos de Jesús.
Ese camino es el de la Cruz, el de la entrega plena y pacífica a Dios y
a nuestros hermanos en el amor. Todas las palabras que Jesús nos dice a
lo largo de toda su vida, y todo lo que Él hace, nos muestra ese
camino. Por eso en la transfiguración, en la que Jesús nos muestra la
meta, aparece la voz de Dios nuestro Padre diciéndonos con toda
claridad que los escuchemos a Jesús, y sólo a Él, y, por supuesto, que
le hagamos caso, ya que Él es el que nos muestra no sólo la meta, sino
quien nos dice cuál es el camino que allí nos lleva...
Hay
que escuchar a
Jesús, para no errarle al camino. Y no hay que
errarle al camino, si queremos llegar a la meta a la que el mismo Jesús
nos ha invitado con su Resurrección, y a la que nos queremos preparar
especialmente en este tiempo de conversión, que es la Cuaresma...
El camino que nos lleva a la meta nos los dice Jesús con toda su vida.
Con todo lo que hizo entre nosotros y con todo lo que nos dijo, Jesús
nos mostró el camino. Por eso nos dice Dios nuestro Padre que lo
escuchemos. Y por eso en este tiempo de Cuaresma queremos que sea mayor
nuestra oración, nuestro espíritu de sacrificio y nuestro esfuerzo de
acudir con el corazón abierto a las necesidades de nuestros hermanos a
través de lo que tradicionalmente llamamos limosna, que con verdad
podemos llamar "un amor efectivo y comprometido". Estas herramientas de
la oración, el ayuno y la limosna van limando las aristas de nuestra
vida de fe, para que se mantenga más fiel al camino en el que Jesús nos
puso con el Bautismo, y que nos lleva a la meta...
3. LA
MIRADA BIEN ALTA, PARA NO PERDER DE VISTA LA META, Y LOS PIES EN
LA TIERRA... Vamos hacia el Cielo, y sólo nos sirve todo lo que nos
acerca a esta meta. En primer lugar, entonces, hace falta que no le
quitemos la mirada a la meta. A eso nos ayuda especialmente la oración.
No es sólo para tipos especiales, o para soñadores trasnochados, vivir
aspirando al Cielo. Allí fuimos llamados, y sólo si lo tenemos siempre
presente, si fijamos allí nuestra mirada, será posible no caer en
distracciones, que tan fácilmente pueden hacernos olvidar hacia dónde
vamos, y en consecuencia perder, casi sin darnos cuenta, el camino por
el que avanzamos en nuestra marcha de peregrinos...
Pero al
mismo tiempo, hace falta que tengamos los pies bien puestos en
la tierra, o en el asfalto, o en las baldosas, o en cualquiera que sea
el piso por donde andamos cada día. Es aquí, en la tierra, con los pies
bien firmes en ella, que tenemos que recorrer el camino que nos lleva
al Cielo, siguiendo a Jesús, que nos ha mostrado con su propia
vida y
con sus palabras lo que tenemos que hacer, para llegar al Cielo...
Así
deberán trabajar en estos días en Chile, todos unidos en una empresa
común. Primero para rescatar, mientras sea posible, víctimas que estén
todavía con vida, atrapados por los escombros. Pero después, pala en
mano, para remover los escombros y reconstruir las ciudades arrasadas
por el terremoto. La mirada puesta en el Cielo les dará la fuerza y la
esperanza que les permita el mejor esfuerzo, sin darse por vencidos a
pesar de la enorme tarea que tendrán por delante. Y los pies en la
tierra para poner cada uno lo mejor de sí mismos al servicio de los
demás. A nosotros mismos nos tocará sumar nuestra ayuda, del modo que
Dios pueda inspirarnos y que nosotros seamos capaces de sumar como
respuesta. También para nosotros, ante este tragedia del país hermano,
éste
es el tiempo para responder con la mirada bien alta,
clavada en el Cielo, y con los pies en la tierra...
Lecturas
bíblicas del
Domingo II de Cuaresma del Ciclo C:
- Dios dijo a Abrám: «Mira hacia el
cielo y si puedes, cuenta las
estrellas». Y añadió:
«Así será tu descendencia».
Abrám creyó en el
Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su
justificación. Entonces
el Señor le dijo: «Yo soy el Señor que
te hice salir de Ur de los
caldeos para darte en posesión esta tierra».
«Señor, respondió Abrám,
¿cómo sabré que la voy a
poseer?». El Señor le respondió:
«Tráeme una
ternera, una cabra y un carnero, todos ellos de tres años, y
también
una tórtola y un pichón de paloma». El
trajo todos estos animales, los
cortó por la mitad y puso cada mitad una frente a otra, pero
no dividió
los pájaros. Las aves de rapiña se abalanzaron
sobre los animales
muertos, pero Abrám los espantó. Al ponerse el
sol, Abrám cayó en un
profundo sueño, y lo invadió un gran temor, una
densa oscuridad. Cuando
se puso el sol y estuvo completamente oscuro, un horno humeante y una
antorcha encendida pasaron en medio de los animales descuartizados.
Aquel día, el Señor hizo una alianza con
Abrám diciendo: «Yo he dado
esta tierra a tu descendencia» (Génesis 15, 5-12 y
17-18).
- Hermanos: Sigan mi ejemplo, hermanos, y observen
atentamente a
los que siguen el ejemplo que yo les he dado. Porque ya les
advertí
frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan
como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la predicción,
su dios es
el vientre, su gloria está en aquello que los cubre de
vergüenza, y no
aprecian sino las cosas de la tierra. En cambio, nosotros somos
ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de
allí como
Salvador el Señor Jesucristo. El transformará
nuestro pobre cuerpo
mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el
poder que
tiene para poner todas las cosas bajo su dominio. Por eso, hermanos
míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes que
son mi
alegría y mi corona, amados míos, perseveren
firmemente en el Señor
(Filipenses 3, 17 - 4, 1).
- Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago,
y subió a la montaña para
orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus
vestiduras se
volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con
él: eran Moisés y Elías, que
aparecían revestidos de gloria y hablaban
de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en
Jerusalén. Pedro y sus
compañeros tenían mucho sueño, pero
permanecieron despiertos, y vieron
la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con
él. Mientras
estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús:
«¡Maestro, ¡qué bien estamos
aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para
Moisés y otra para
Elías». El no sabía lo que
decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió
con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se
llenaron de temor.
Desde la nube se oyó entonces una voz que decía:
«Este es mi Hijo, el
Elegido, escúchenlo». Y cuando se oyó
la voz, Jesús estaba solo. Los
discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a
nadie lo que
habían visto (Lucas 9, 28b-36).
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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: