La vida siempre avanza...
Queridos amigos:
1. LA VIDA SIEMPRE
AVANZA, Y A VECES LA CELEBRAMOS DE UN MODO ESPECIAL... La vida es un
camino en el que siempre se va hacia adelante. Aunque a veces se den
muchas vueltas, incluso de manera extraña o sorpresiva, nunca se
vuelve hacia atrás. Es un camino que tiene un inicio, tiene una meta
y tiene un final. Puede ser que cada día nos acerquemos o nos
alejemos más de la meta (según lo que hacemos o dejamos de hacer),
pero siempre e inexorablemente nos estaremos acercando hacia final.
Mientras tanto, mientras vamos de camino, nos hace bien ir marcando
etapas en la marcha, que nos permiten celebrar de modo especial los
momentos de la vida...
Uno de esos momentos, que se repite cada año para cada uno de
nosotros, es el propio cumpleaños. Y una ocasión especial son los 70
años de profesión religiosa en la Abadía Santa Escolástica, de la
Hermana María Rosa, que estuvo entre las fundadoras. Estas ocasiones
son propicias para detener un poco la mirada (ya que no puede
detenerse la marcha), y echar una ojeada al tiempo que pasó. Esto
nos permite reconocer los dones de Dios, que nos llaman a la
gratitud (la vida es siempre un don de Dios, que hemos recibido a
través de nuestros padres), y revisar nuestras distracciones, que no
nos han permitido sacarles el debido fruto, para disponernos cada
vez a una respuesta más generosa...
También las celebraciones de
las fiestas litúrgicas son momentos especiales de la vida, como por
ejemplo la Solemnidad de hoy, de Cristo Rey. Después de haber
celebrado los misterios del amor de Dios desde la preparación de la
última Navidad durante el correspondiente tiempo de Adviento,
llegamos hoy a esta celebración que nos permite hacer una
recapitulación de todos ellos...
Hemos ido recorriendo los misterios de la vida de Jesús, su
ministerio salvador que se manifestó con hechos y palabras, desde la
ternura del pesebre, pasando por el silencio de su infancia y la
intensidad de sus tres años dedicados a la predicación, hasta llegar
al drama de la Cruz y el triunfo de la Resurrección, para culminar
hoy, mirándolo a Jesús que reina en nuestros corazones y sobre el
mundo entero. Pero aquí viene la sorpresa. La celebración de hoy nos
muestra a Jesús reinando sin necesidad de coronas cargadas con
piedras preciosas o tronos tallados en oro, sino desde la Cruz...
2. PARA TRAERNOS
LA SALVACIÓN, CONVENÍA QUE JESÚS REINARA DESDE LA CRUZ... Jesús vino
al mundo porque sabía que necesitábamos su salvación. Él sabía bien
de nuestra condición. Sabía que por el pecado entró en el mundo la
muerte y el sufrimiento que nos angustian y golpean una y otra vez
sobre nosotros, queriendo insinuarnos que nuestro deseo de vivir
para siempre resulta una quimera imposible y una esperanza absurda
si sólo contamos con nuestras fuerzas. Si sólo contáramos con ellas
tarde o temprano todo terminaría mal, con la muerte. Para salvarnos
de esta frustración que el pecado introdujo en el mundo, la Cruz
resultaba sin dudas mucho más apta que las coronas de piedras
preciosas y el oro...
Si ponemos nuestra mirada en la meta para la que Dios nos ha hecho
(el Cielo, la Vida eterna), todo dolor se convierte en un anticipo
amargo de la muerte. Ante el "espectáculo" de Jesús en la Cruz,
como nos relata hoy San Lucas, la gente miraba. Nosotros hoy
también tenemos "espectáculos" tremendos que nos muestran las
cruces de nuestro tiempo. También hoy hay gente que sufre sin
necesidad, o sin culpa, o sin escape...
Pienso, por
ejemplo, en los jóvenes de nuestro tiempo que resultan víctimas de
la droga, que produce para algunos escandalosas ganancias y
siembra implacable entre los que caen en su trampa la enfermedad y
la muerte. Por eso no podemos permanecer indiferentes ante
La droga,
sinónimo de muerte. Pienso también en los ancianos
que
viven solos, abandonados, sin el calor familiar u Hogares como los
de las Hermanitas de los Pobres u otros semejantes que les
muestren de una manera efectiva un amor que les devuelva con
gratitud la herencia de vida que nos dejan...
Pero dirijo también una mirada que abarca todo esto, a la
cruz de
Jesús, que es el colmo del sufrimiento injusto, del espectáculo
deprimente del dolor. Y allí encuentro una luz que ilumina todo
dolor. Porque Jesús no termina su marcha en la Cruz. El amor de
Dios lo lleva más allá de los límites que nuestra condición humana
tenía hasta ese momento. Jesús resucitó, y rompiendo las ataduras
de la muerte nos mostró desde la Cruz lo que sólo Él quiere y
puede hacer: transformar el sufrimiento y el dolor en un
instrumento de su amor...
La aceptación silenciosa que Jesús hace de su crucifixión se
convierte en la demostración más palpable del amor inclaudicable
de Dios. El quiere la Vida. Por eso, no abandona en el dolor y
ante la muerte a la criatura más preciosa de la creación: cada
hombre y cada mujer, que de Él viene. Y viene a buscarnos en el
sufrimiento, donde la vida más duele, para que allí mismo donde
golpea el temor podamos encontrar nuestra salvación...
3. LA CRUZ ES EL
CAMINO QUE NOS LLEVA AL CIELO, EN ELLA ESTÁ JESÚS PARA SALVARNOS...
Nosotros nos resistimos a la Cruz, y de esta manera, además de
sufrir sus consecuencias, nos amarga su presencia. Y sin embargo,
tenemos a mano una llave que nos podría cambiar todo, si nos
animáramos a aceptarla. Para eso bastaría que la miráramos siempre
en toda su dimensión. Los españoles, que nos han hecho heredar ese
modo tan dramático de celebrar la Semana Santa con imágenes cargadas
de los signos del dolor y de las lágrimas, también celebran a Jesús
resucitado, con imágenes cargadas de flores, símbolos de la Vida que
no se acaba. Lo que nos abre la puerta a todos los frutos que pueden
seguirse de la Cruz es aceptarla con amor, sabiendo que ya no es un
signo del dolor y de la muerte, sino de la Vida y de la salvación...
A partir de la
aceptación de la Cruz (es decir, del dolor), nuestra palabra
dirigida a Dios puede convertirse en una oración, como la que le
dirigió a Jesús desde su Cruz el Buen Ladrón. Esta aceptación no
consiste en cruzarse de brazos ante los sufrimientos que se pueden
evitar, sino trabajar con amor para aliviar el dolor de los demás, y
ofrecer el propio, como Jesús en la Cruz. Jesús reina desde la Cruz,
le basta ese trono, y nos señala el mismo camino para nuestra
salvación...
El sufrimiento nos pone siempre ante el amor misericordioso de Dios,
y vuelve a reclamar nuestra confianza. Y Jesús, desde la Cruz,
promete a quien reconoce su miseria y su pecado, y sufre su Cruz con
aceptación, nada menos que el Paraíso, lo que todos buscamos
ansiosamente y tantas veces nos parece que se nos ha perdido. Ese
Paraíso no está en manos del poder y del dinero. Sólo Jesús lo puede
prometer y lo puede dar, porque sólo Él es Rey verdaderamente. Ese
Paraíso es el Cielo, que comienza ya aquí en la tierra cuando Jesús
reina en nuestros corazones, pero que se realizará plenamente cuando
alcance plenamente su fruto el amor de Dios...
Lecturas
bíblicas de la
Solemnidad de Cristo Rey del Ciclo "C":
- Todas las tribus de Israel se presentaron a David en
Hebrón y le
dijeron: «¡Nosotros somos de tu misma sangre! Hace
ya mucho tiempo,
cuando aún teníamos como rey a Saúl,
eras tú el que conducía a Israel.
Y el Señor te ha dicho: «Tú
apacentarás a mi pueblo Israel y tú
serás
el jefe de Israel». Todos los ancianos de Israel se
presentaron ante el
rey en Hebrón. El rey estableció con ellos un
pacto en Hebrón, delante
del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel (2
Samuel 5,
1-3).
- Hermanos: Demos gracias al Padre, que nos ha hecho dignos
de
participar de la herencia luminosa de los santos. Porque él
nos libró
del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su
Hijo muy
querido, en quien tenemos la redención y el
perdón de los pecados. El
es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la
creación,
porque en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el
cielo como en
la tierra los seres visibles y los invisibles, Tronos,
Dominaciones,
Principados y Potestades: todo fue creado por medio de él y
para él. El
existe antes que todas las cosas y todo subsiste en él. El
es también
la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. El es el
Principio, el
Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que
él tuviera la
primacía en todo, porque Dios quiso que en él
residiera toda la
Plenitud. Por él quiso reconciliar consigo todo lo que
existe en la
tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su
cruz
(Colosenses 1, 12-20).
- Después que Jesús fue crucificado, el
pueblo permanecía allí y
miraba. Sus jefes, burlándose, decían:
«Ha salvado a otros: ¡que se
salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el
Elegido!». También los
soldados se burlaban de él y, acercándose para
ofrecerle vinagre, le
decían: «Si eres el rey de los judíos,
¡sálvate a ti mismo!». Sobre su
cabeza había una inscripción: «Este es
el rey de los judíos». Uno de
los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
«¿No eres tú el
Mesías? Sálvate a ti mismo y a
nosotros». Pero el otro lo increpaba,
diciéndole: «¿No tienes temor de Dios,
tú que sufres la misma pena que
él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras
culpas,
pero él no ha hecho nada malo». Y
decía: «Jesús, acuérdate de
mí cuando
vengas a establecer tu Reino». El le respondió:
«Yo te aseguro que hoy
estarás conmigo en el Paraíso» (Lucas
23, 35-43).
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Predicaciones
del P. Alejandro W.
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