Esta es mi predicación para el sábado 9 a la tarde (en
Cipolletti)
y el domingo 10 de enero de
2010 (en El Bolsón),
Solemnidad del Bautismo
del Señor
del Ciclo
Litúrgico C, en casa de antiguos amigos del Colegio:
1. EL
AGUA ES
PODEROSA Y VITAL, PERO NO PUEDE HACERLO TODO... A veces basta una
lluvia repentina para que
los lechos de los arroyos o los ríos sean un torrente arrollador que
barre con todo
lo que se encuentra por el camino. De esta y muchas otras maneras,
sobre todo en las inundaciones, pero también en los maremotos y otra
cantidad de fenómenos, el agua nos muestra su poder. Otro tanto pasa
con el viento. A veces sopla con tal intensidad, y sucede con
frecuencia aquí en el Sur, que parece llevarse todo por delante. Sin
embargo, ni las aguas ni los vientos lo pueden todo. Las montañas son
agitadas por unas y siguen allí, prácticamente inmutables, sin moverse
visiblemente de lugar y sin ser arrastradas...
De
tal
modo resulta vital el agua, que cuando los norteamericanos aterrizaron
en la luna, entre las cosas más importantes que realizaron fue
verificar si era posible encontrar allí agua. Como no la encontraron,
dejó de ser un lugar de interés (a pesar de que ahora vuelva a hablarse
de ir nuevamente a la luna, probablemente con inconfesables fines
bélicos)...
El agua
resulta tan importante y vital, que, según dicen los que saben, el 70 %
de nuestro cuerpo está compuesto por agua. Será por eso que, cuando
hace mucho calor y transpiramos mucho, enseguida tenemos una sed
abrasadora que nos impulsa a reponer el agua perdida. Sin embargo, el
agua no lo puede todo. De nada serviría tomar agua, si no
incorporáramos de vez en cuando algunos alimentos. De hecho, cada tanto
lo hacemos de modo especial, cuando la comida es también un modo de
festejo...
El agua, además, es muy útil para la limpieza, aunque también allí
tiene sus límites. Hay cosas que no se pueden limpiar sólo con agua.
Cuando se trata de lavar los platos, o si se nos ha manchado con grasa
la camisa, por más que le pasemos agua y la dejemos sumergida en ella
mucho tiempo, la mancha no saldrá. No se mezclan el agua y el aceite, y
el agua resbala sobre la grasa...
De la misma manera, el agua que utilizaba Juan el Bautista para
bautizar en el Río Jordán no alcanzaba a "lavar" ni "perdonar" los
pecados de los que, por medio de dicho Bautismo, se preparaban a
recibir al Salvador, al Mesías, que sabían que estaba por llegar. Por
eso Jesús se dejó bautizar por el mismo Juan Bautista en el Río Jordán,
para transformar el Bautismo, y darle al agua una capacidad que hasta
ese momento no tenía...
2. JESÚS
SE BAUTIZÓ
EN EL JORDÁN, PARA QUE EL AGUA PUEDA HACERNOS RENACER... Jesús, siendo
el Hijo de Dios, estaba unido al Padre desde toda la eternidad. Pero se
hizo hombre para participar de nuestra condición humana, y de esa
manera hacernos participar de su condición divina...
Habiendo nacido de
María en Belén, como hemos celebrado recientemente en Navidad, creció
silenciosamente durante treinta años en Nazaret, junto a María y a
José, seguramente trabajando en la carpintería. Y en el momento en que
inició su "vida pública", quiso comenzar haciéndose bautizar por Juan
el Bautista en el Río Jordán. No porque le hiciera falta, en
Él no
había nada que limpiar, ni ninguna conversión que realizar. No había en
Él nada que cambiar o completar. Haciéndose bautizar, Jesús
quiso
transformar el Bautismo mismo. Dios, su Padre, se hizo oír,
manifestando toda su predilección, y el Espíritu Santo se hizo ver, en
forma de paloma. Y desde ese momento, cuando somos bautizados "en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", derramándose sobre
nosotros el signo del agua, somos penetrados por la gracia de Dios
y somos llamados por el Bautismo a participar de la
vida de Dios,
pasando a ser sus hijos. Por eso somos llamados a participar de su
eternidad, y a vencer la muerte para resucitar como Jesús, al fin de
los tiempos...
El Bautismo hace
posible que nuestra vida no tenga fin. Nos abre un destino de
eternidad. Por eso le dice San Pablo a Tito, y a nosotros, que Jesús
nos salvó haciéndonos renacer por el Bautismo y renovándonos por el
Espíritu Santo, haciéndonos herederos, como hijos suyos, de lo
que
pertenece sólo a Dios, la Vida eterna...
Pero como sucede siempre con los dones de Dios, el Bautismo es
al mismo
tiempo un don y una tarea, es decir, un don que conlleva una tarea, que
consiste en responder al don recibido. Para que el don del Bautismo
pueda obrar con toda su fuerza en nosotros, es necesario, con palabras
del profeta Isaías, "que se rellenen todos los valles y se aplanen
todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en
llanuras y los terrenos escarpados en planicies". Es decir, que
saquemos todos los obstáculos y pongamos de nuestra parte todo lo que
hace falta, para que Dios pueda obrar en nosotros. Como decía San
Agustín: "Dios,
que nos ha creado sin nosotros, no ha querido salvarnos sin nosotros"...
Dios Padre se hace presente en el Bautismo de Jesús y nos llama su
atención sobre Él, para que prestemos atención a su Palabra,
que nos
señala con claridad el camino que nos lleva a la meta a la que nos ha
invitado. El Espíritu Santo también se manifiesta ese día en forma de
paloma, para que no tengamos duda que Dios, con toda la frescura de su
amor, nos ha hecho sus hijos y nos ha llamado a compartir su Vida...
3. EL
BAUTISMO NOS HACE A TODOS HIJOS DE DIOS, PARA VIVIR EN EL AMOR, QUE LO
PUEDE TODO... Dios
se ha manifestado en el Bautismo de Jesús, y ha transformado el
Bautismo en el instrumento con el que la Iglesia, a lo largo de los
siglos, hace renacer como hijos de Dios a todos los que lo reciben, y
son llamados a vivir como hijos de Dios. Nosotros hemos recibido este
don, y hechos hijos de Dios hemos sido llamados a vivir en su Amor...
Así como
Dios, en su intimidad, es puro Amor y donación de sí, los hijos de Dios
somos llamados a vivir en ese mismo amor, que debe manifestarse en cada
momento de nuestra vida. Amor de los más grandes a los más chicos, de
los más chicos a los más grandes, y de los chicos y de los grandes
entre sí. amor hacia los más lejanos y distintos, amor hacia los más
cercanos y parecidos. amor hacia los buenos y también hacia los malos.
Amor, en definitiva, hacia todos, ya que a todos quiere Dios con su
propio Amor. Tenemos que tener en cuenta que cada uno de nosotros hemos
sido animados por el amor de Dios cuando fuimos "tocados" por Él en el
Bautismo, y somos alimentados por el mismo Amor de Dios cuando nos
escuchamos con el corazón abierto su Palabra y cuando nos acercamos a
sus Sacramentos. Por eso mismo somos llamados cada día a vivir
fielmente comprometidos en el amor, con el que la Vida que hemos
recibido de Dios en el Bautismo da frutos en nosotros...