Para alcanzar la alegría...
Queridos amigos:
1.
LAS ALEGRÍAS SON MÁS GRANDES, SI SE LAS PUEDE COMPARTIR CON LOS
DEMÁS... Las verdaderas alegrías ponen su nido en el corazón, y allí
echan sus raíces. Pero una vez que llenan el corazón, necesitan
expandirse hacia afuera, no se las puede mantener encerradas en el
corazón. Nos serviría de muy poco una alegría que tuviéramos que
guardar para siempre en el corazón, sin que los demás puedan
enterarse. Terminaría aislándonos de los demás y encerrándonos en la
soledad...
Pensemos, por ejemplo, en la
ocasión de un festejo por un resultado deportivo, o un cumpleaños, o
una fiesta religiosa. Si tuviéramos que festejar solos, es muy
probable que terminemos durmiéndonos. ¿Quién puede imaginarse a un
simpatizante entusiasta de un Club de Fútbol solo en la tribuna
celebrando las audacias y aciertos de su equipo preferido? Lo más
lógico es que busque unirse a otros, incluso desconocidos, para
tener con quien compartir la alegría de ese momento. Es que la
alegría de la fiesta va de la mano de la necesidad de compartirla
con otros...
Y cuanto mayor sea
la alegría, más fuerte será la necesidad de encontrar con quién
celebrarla. Pero sucede además algo notable, que nos muestra la
naturaleza espiritual de la alegría. Porque cuanto más se las
comparte, no disminuyen ni se ponen viejas ni "se gastan" sino todo
lo contrario, porque compartir las alegrías hace que sean cada vez
más grandes...
Una alegría que puede ser de todos, entonces, pasa a ser una alegría
mayor. Y justamente de esto se trata en la celebración de hoy.
Porque hoy, en la Solemnidad de la Asunción, celebramos a la Virgen
María que después de su muerte ha sido llevada "en cuerpo y alma",
es decir, completamente, al Cielo, alcanzando anticipadamente la
participación en la Resurrección de Jesús, que Él nos promete a
todos los que nos disponemos a seguir su camino. Este es el motivo
de la alegría de hoy, y es una alegría que no tiene fronteras...
2. LA ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS
CIELOS NOS MUESTRA UNA ALEGRÍA QUE ES PARA TODOS... La Solemnidad
que hoy celebramos nos muestra a María que ya ha llegado a la más
profunda alegría, ha sido llevada "en cuerpo y alma" al
Cielo. Conviene saber por qué...
María es el "Arca de la Nueva Alianza". El Pueblo de Israel llevaba
en un cofre llamado "Arca de la Alianza" las Tablas de la Ley que
Moisés recibió de Dios con los mandamientos. De manera semejante,
María llevó en su seno, desde el momento de la Anunciación, a Jesús,
nuestro Salvador, que realiza nuestra Alianza salvadora con Dios.
Jesús tomó su cuerpo del seno de María. Por eso es razonable que que
Él mismo quisiera que el cuerpo de María, del que tomó el suyo, no
estuviera sometido a la corrupción del sepulcro. Por eso en María
Dios quiso anticipar el resultado final y completó inmediatamente
después de su muerte la meta para la que Él mismo nos ha llamado y
que podemos alcanzar gracias a la muerte y la Resurrección de Jesús.
María, después de su muerte, fue llevada en cuerpo y alma al Cielo.
En ella se realizó anticipadamente lo que nosotros tendremos que
esperar hasta que se complete el final de la historia...
De esta manera María, la
primera después de Jesús en alcanzar la plena alegría en cuerpo y
alma en el Cielo, se ha convertido en una figura de la Iglesia. Por
una parte, así como ella dio a luz a Jesús, nuestro Salvador; la
Iglesia da a luz a los cristianos a través del Bautismo, para
hacernos participar en esa salvación. Además, así como Jesús la
llevó a ella al Cielo, la Iglesia nos da cada día los instrumentos
para caminar hacia el Cielo: la Palabra de Dios y los Sacramentos,
instrumentos de la salvación...
El encuentro definitivo de María con Jesús resucitado no tuvo
demora. Inmediatamente después de su muerte fue llevada en cuerpo y
alma al Cielo. El nuestro, en cambio, tendrá que pasar por ese
tiempo de espera que se dará entre nuestra muerte y el fin del
mundo. De todos modos, aunque para alcanzar la plenitud de esa
alegría eterna habrá que esperar, ya desde el momento mismo de
nuestra muerte comenzaremos a gozarla, si hemos alcanzado la meta,
el Cielo. Mientras tanto, mientras vamos de camino, nos alienta en
nuestra marcha mirar con gozo la resurrección de María, y podemos
participar ya de algún modo en su alegría, como hacemos
especialmente en este celebración junto con toda la Iglesia...
3.
HAY QUE VIVIR COMO MARÍA,
PARA ALCANZAR CON ELLA LA ALEGRÍA DE LOS CIELOS... De María
aprendemos no sólo cual es la alegría que nos espera en el Cielo,
sino también el camino por el que se llega a él. Porque María,
además de Madre, fue una fiel discípula del Señor...
María fue una
Mujer de fe. Porque siempre le creyó
a Dios,
aceptando la propuesta que el Señor le presentó a través del
Ángel
en la Anunciación, abrió sus puertas al Misterio de Dios que en ella
se hizo carne, y de esa manera abrió las puertas del mundo para que
llegara nuestro Salvador...
María fue una
Mujer de
esperanza. Por eso pudo ver cumplirse las promesas de
salvación que Dios hizo a su Pueblo desde los primeros tiempos. Su
visita a su prima santa Isabel fue la ocasión para que, con corazón
lleno de gratitud y de confianza, cantara sus alabanzas a Dios en el
Magnificat (cf. el final del Evangelio de hoy)...
Pero María es también una
Mujer de caridad.
Por esta razón,
enseguida después de recibir la Anunciación, partió sin demora para
visitar a su prima santa Isabel, mujer anciana de quien nacería san
Juan el Bautista (cf. el comienzo del Evangelio de hoy). María nos
muestra de esta manera que el camino no es sólo fe y esperanza, sino
también y principalmente amor. Nos muestra que el servicio es el
camino de la verdadera alegría, el camino que nos lleva a Dios. Las
Hermanitas
de
los
Pobres nos muestran un modo de ese servicio, buscando el
rostro de Jesús en los ancianos enfermos, y enseñándonos a servirlos
con alegría y amor. De éste o de otro modo, sabemos que siempre el
camino para alcanzar la alegría del Cielo será, como nos mostró con
su vida María, mujer de fe, de esperanza y de caridad, el
servicio
en el amor...
Lecturas
bíblicas
de la
Misa del día
de la Asunción de la Virgen:
- Se abrió el Templo de Dios que está
en el cielo y quedó a la
vista el Arca de la Alianza. Y apareció en el cielo un gran
signo: una
Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona
de doce
estrellas en su cabeza. Estaba embarazada y gritaba de dolor
porque iba
a dar a luz. Y apareció en el cielo otro signo: un enorme
Dragón rojo
como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada
cabeza
tenía
una diadema. Su cola arrastraba una tercera parte de las
estrellas del
cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón
se puso delante de la
Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto
naciera. La
Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas
las naciones con un
cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su
trono,
y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había
preparado un refugio.
Y escuché una voz potente que resonó en el cielo:
«Ya llegó la
salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la
soberanía de su
Mesías» (Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a y 10ab).
- Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos,
el primero de
todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y
también
por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto,
así como todos
mueren en Adán, así también todos
revivirán en Cristo, cada uno según
el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego,
aquellos que estén unidos a él en el momento de
su Venida. En seguida
vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el
Padre,
después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y
Poder. Porque es
necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos
debajo
de sus pies. El último enemigo que será vencido
es la muerte, ya que
Dios todo lo sometió bajo sus pies" (1 Corintios 15, 20-27a).
- Durante su embarazo, María partió y
fue sin demora a un pueblo de
la montaña de Judá. Entró en la casa
de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el
niño saltó de alegría en su
seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: «¡Tú eres bendita
entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy
yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas
oí tu
saludo, el niño saltó de alegría en mi
seno. Feliz de ti por haber
creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de
parte del Señor».
María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza
del Señor, y mi
espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador, porque
el miró con
bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las
generaciones
me llamarán feliz, porque el Todopoderoso he hecho en
mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de
generación en
generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó
la fuerza de su brazo,
dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su
trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a
los hambrientos y
despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su
servidor, acordándose de su misericordia, como lo
había prometido a
nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para
siempre». María permaneció con Isabel
unos tres meses y luego regresó a
su casa (Lucas 1, 39-56).
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Predicaciones
del P. Alejandro W.
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