Cuando llega la salvación...

Queridos amigos:

Aquí va mi predicación de hoy, 4 de noviembre de 2001, Domingo XXXI del Tiempo Ordinario. Me basé en estas frases de las lecturas bíblicas:
  1. "Tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes" (Sabiduría 11, 23).
  2. "Tú eres indulgente con todos, ya que todo es tuyo, Señor que amas la vida" (Sabiduría 11, 26).
  3. "Reprendes poco a poco a los que caen, y los amonestas recordándoles sus pecados, para que se aparten del mal y crean en ti, Señor" (Sabiduría 12, 2).
  4. "No se dejen perturbar fácilmente ni se alarmen, sea por anuncios proféticos, o por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que hacen creer que el Día del Señor ya ha llegado" (2 Tesalonicenses 2, 2).
  5. "Quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura (Lucas 19, 3).
  6. "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa" Lucas 19, 5).
  7. "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más" (Lucas 19, 8).
  8. "Hoy ha llegado la salvación a esta casa" (Lucas 19, 9).

Hoy hay algunas enfermedades, propias de nuestro tiempo, que se están extendiendo tanto, que amenazan en convertirse en verdaderas epidemias. Además, tienen el grave inconveniente que no se trabaja tanto como para el Antrax, por ejemplo, para prevenir el contagio, o tener a mano los remedios para su curación: DESALIENTO Y PESIMISISMO SON LAS ENFERMEDADES DE NUESTRO TIEMPO.

 
Los síntomas son claros: las cejas y las comisuras de los labios se caen hacia abajo, y también los cachetes; los ojos se ponen tristes, y medio inexpresivos. Los hombros también se bajan un poco, la columna se curva también hacia abajo. Pero sobre todo, el que cae más es el ánimo, que queda literalmente por el piso, y resulta casi imposible levantarlo.
 
Sin embargo, no es necesario rendirse resignadamente. Es posible hacer algo para curarse. Nos lo dicen los refranes populares: "Al mal tiempo, buena cara"; "Ayúdate, que Dios te ayudará"; "Al que madruga , Dios lo ayuda". HAY QUE HACER EL ESFUERZO DE ELEVARSE PARA PODER VER A JESÚS, que es el remedio. Zaqueo tuvo que subirse a un árbol para poder verlo cuando Jesús pasaba por allí, porque era de baja estatura. Nosotros quizás lo que tenemos que hacer es levantar la mirada. Porque si estamos siempre mirando el piso, por temor a llevarnos algo por delante y tropezar, no podemos ver a Jesús, que está más arriba. Hace falta mirar el horizonte, o, lo que es lo mismo, para encontrar a Jesús, que está aún más allá del horizonte.
 
Pero después hay que bajarse, para poder recibirlo. Zaqueo tuvo que bajarse del árbol, para recibirlo en su casa. Nosotros quizás nos tenemos que bajarnos de nuestro orgullo, de nuestra soberbia, de nuestra autosuficiencia, de nuestra chatura y superficialidad, para recibirlo en la nuestra. Haciendo eso, Jesús puede entrar en lo más profundo de nuestro corazón, ese lugar de nuestra casa cuya puerta sólo tiene manija del lado de adentro, y a la que Jesús golpea pidiendo permiso, porque no entra "de prepo"(tencia).
 
 

Cuando Jesús entra en nuestro corazón, con él llega la salvación, y enseguida nos damos cuenta, porque se manifiesta en la alegría. Enseguida se cambian los síntomas: las cejas y las comisuras de los labios se levantan con la sonrisa, los cachetes toman color; los ojos adquieren vida. Los hombros también se levantan un poco, la columna se endereza. También se levanta el ánimo.

Pero sobre todo, CUANDO LLEGA JESÚS CON LA SALVACIÓN, SE NOS ABRE EL CORAZÓN, y ese impulso llega a las manos... Comenzamos a compartir, lo poco o lo mucho que somos y que tenemos. Y nuestra alegría llega a los demás con nuestra caridad, signo de salvación que se extiende contagiosamente a nuestro alrededor con gesto de amor efectivos y duraderos...




Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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