Necesitados de la misericordia de Dios...

Queridos amigos:

 
Esta es mi predicación del 28 de octubre de 2001, Domingo XXX del Tiempo Ordinario. Me apoyé en estas frases de las lecturas bíblicas de hoy:
 
  1. "El Señor es juez y no hace distinción de personas" (Eclesiástico 35, 12)
  2. "El que rinde el culto que agrada al Señor, es aceptado, y su plegaria llega hasta las nubes" (Eclesiástico 35, 16).
  3. "Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás" (Lucas 18, 9).
  4. " Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres..." (Lucas 18, 11).
  5. "¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!" (Lucas 18, 13).

 
TAMBIÉN LOS PETISOS PODEMOS MIRAR A LOS DEMÁS POR ENCIMA DEL HOMBRO... Basta tirar un poco la cabeza hacia atrás, y mirar un poco hacia abajo, todos parecen estar un escalón más abajo... A todos nos basta subirnos a la loma de nuestro propio orgullo, y podemos mirar a todos hacia abajo. Así nacen todas las discriminaciones. Los blancos que discriminan a los negros, los negros que discriminan a los blancos. Los blancos y los negros que discriminan a los amarillos (cf. la película "Haz lo correcto", dirigida por Spike Lee...).
 
Esto resulta muy cómodo, porque cuando miramos a los demás convencidos que todos, menos nosotros, tienen la culpa de todo lo malo que pasa, podemos criticar y quedarnos cómodamente esperando, mientras los demás, cuando cambien, se hagan cargo de arreglar todo lo que anda mal en el mundo... Eso parecía hacer el fariseo, que rezaba mirándose a sí mismo, y estaba tan contento por lo bueno que era, que no tenía tiempo de mirar a Dios.
 
Sin embargo, nadie es tan bueno que no pueda ser mejor, y nadie tan malo que no pueda cambiar. Y, en realidad, estamos hechos todos de la misma materia prima: las consecuencias del pecado original y la gracias misericordiosa de Dios, en distintas proporciones.
 
Por eso, TODOS ESTAMOS NECESITADOS DE LA MISERICORDIA DE DIOS. Estamos unidos a todos por esa condición de igualdad fundamental en nuestra naturaleza: las consecuencias del pecado original y la gracias misericordiosa de Dios.
 
No podemos descansar pensando que lo que anda mal es culpa de los otros, y a ellos les toca cambiarlo, mientras nosotros nos miramos contentos, porque somos muy buenos. Hay una parte del mundo que está en nuestras manos. Y, en vez de quejarnos por lo que no hacen los demás, podemos meter manos a la obra.
 
Esta tarde (o mañana, si el correo les llega muy tarde), sin necesidad de esperar que los que dirigen las naciones, las multinacionales, el mundo entero, o los clubes y los deportes, comiencen a hacer algo, puede mejorar el mundo. Basta simplemente que cada uno de nosotros mire hacia Dios, a la hora de rezar (como el publicano...), y se dé cuenta que necesita su misericordia, y se ponga a cambiar la parte del mundo que le toca:
 
TODOS PODEMOS CAMBIAR UNA PARTE DEL MUNDO, QUE ESTÁ EN NUESTRAS MANOS: NOSOTROS MISMOS. Y eso podemos comenzar a hacerlo hoy mismo, poniendo manos a la obra. De esa manera, hoy mismo, este mundo en el que estamos ya será mejor...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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