Como en el Cielo, así en la tierra...

Queridos parientes y amigos:
 
Les envío mi predicación de hoy 30 de septiembre de 2001, Domingo XXVI del Tiempo Ordinario. Me basé en estas frases de las lecturas bíblicas de la Misa de hoy:

 
Al rato de estar encerrados con otros en algún lugar, sobre todo si hace calor, tenemos necesidad de aire fresco, ventilación. Esto, además de ser una necesidad física, responde muy bien a nuestra naturaleza humana: estamos hechos para la comunicación, el intercambio. No sólo con el medio (el oxígeno, los alimentos, es decir, las fuentes de energía), sino también con nuestros hermanos, los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
 
Nadie es completo en sí mismo. Todos tenemos algo que dar, y algo que recibir de los demás. Por eso es llamativo un mal de nuestro tiempo: en medio de la globalización, que acorta las distancias y hace todo más cercano, hay algunas distancias que aumentan, y algunos ámbitos que se convierten en compartimentos estancos. Hoy es posible verse y oírse a través de las computadoras "en tiempo real", y sin embargo es más difícil lograrlo con el vecino, de puerta a puerta, porque se interponen cercos y barreras. En los "barrios cerrados", están encerrados los de adentro, por las cercas y la vigilancia, y los de afuera, por sus pobrezas. Curiosa globalización, entonces, que a veces aísla.
 
Sin embargo, éste es un fenómenos seguramente casi tan viejos como el mundo. El pobre Lázaro y el rico, que no se da cuenta que lo tiene a lado esperando migajas que caigan de su mesa, nos lo ponen en evidencia (cf. Lucas 6, 19-31).
 
Mientras tanto, nosotros hemos sido llamados a la vida eterna, que es una gran fiesta de encuentro y comunión en el cielo, que no se improvisa. Seremos capaces de disfrutar allí la comunión que empecemos a vivir ahora. Por eso éste es el tiempo de la solidaridad. Podremos vivir en el cielo sólo lo que hoy comencemos a hacer en la tierra. Nosotros, entonces, tenemos que aprovechar este tiempo, que es el nuestro, para darnos cuenta a quién tenemos sentado a nuestro lado, y qué tenemos para compartir con él, para dar y para recibir, y hacerlo sin demora.
 
Nosotros tenemos "un muerto que ha resucitado", a quién podemos escuchar. Es Jesús, que nos llama a ser atentos y solidarios, "como en el cielo, así en la tierra"...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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