En la Cruz,
Jesús siempre vence...
Queridos amigos:
Aquí va mi predicación del Domingo 25 de noviembre de 2001, Solemnidad de
Jesús Rey del Universo. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas
bíblicas de hoy:
-
"Demos gracias al Padre, que nos ha hecho dignos
de participar de la herencia luminosa de los santos" (Colosenses 1,
12).
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"Por él [Jesús] quiso reconciliar consigo todo lo que existe
en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz"
(Colosenses 1, 20). "Después que Jesús fue crucificado, el pueblo
permanecía allí y miraba" (Lucas 23, 35).
-
[Uno de los crucificados junto a Jesús decía]: "Jesús,
acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino" (Lucas 23, 42).
-
[Jesús respondió]: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en
el Paraíso" (Lucas 23, 43).
1. TODO DOLOR HACE SUFRIR, PERO DUELE MÁS CUANDO PARECE INJUSTO Y/O INÚTIL.
En esas ocasiones aparece la más peligrosa de las tentaciones, desconfiar de
Dios, que nos carcome con una pregunta insistente: ¿Cómo puede ser que Dios
permita esto?
Ante el "espectáculo" de Jesús en la cruz, la gente miraba. Nosotros hoy
también tenemos "espectáculos" tremendos. Hoy hay gente que sufre sin necesidad,
o sin culpa, o sin escape. Pienso en los chicos que piden en la calle, en las
barreras, en los semáforos, quizás explotados por mafias que con ellos hacen
plata; ¿qué será de ellos, que crecen en la miseria, quizás no solamente sin
alimentos, remedios, techo y calor, sino también, y más tremendo aún, sin
amor que los contenga? Pienso también en las multitudes que se desplazan por los
desiertos, a pie, con todas sus pertenencias, que no son muchas, a cuestas,
buscando un lugar con alguna paz para los suyos.
2. Jesús nos responde desde la cruz: DIOS ESTÁ SIEMPRE JUNTO AL QUE
SUFRE. Por el pecado entró en el mundo la muerte y el sufrimiento, que nos
angustia, porque es como un martilleo penetrante que nos golpea una y otra vez,
como queriendo insinuarnos que quizás puede ser que todo sea absurdo, y todo
termine finalmente mal, con la muerte.
La cruz de Jesús es el colmo del sufrimiento injusto, del espectáculo
deprimente del dolor. Pero Jesús no se termina en la cruz. Jesús resucita, y
rompiendo las ataduras de la muerte, nos muestra en la cruz lo que quiere y
puede: hace del sufrimiento y del dolor un instrumento de su amor.
La aceptación silenciosa que Jesús hace de su crucifixión se convierte en
la demostración más palpable del amor inclaudicable de Dios. El quiere la Vida.
Por eso, no abandona a la creatura más preciosa de la creación: cada hombre y
mujer, que de Él viene. Y viene a buscarnos en el sufrimiento, donde la vida más
duele.
El sufrimiento nos pone siempre ante el amor misericordioso de Dios.
Vuelve a reclamar nuestra confianza. Y Jesús en la cruz promete a quien reconoce
su miseria y su pecado, y sufre con aceptación, nada menos que el Paraíso, lo
que todos buscamos ansiosamente, y tantas veces nos parece que se nos ha
perdido. Ese Paraíso no está en manos del poder y del dinero, sólo Jesús
lo puede prometer, porque es Rey verdaderamente, y cuando se trata de la
Vida,
nunca pierde, siempre vence.
3. Por eso, ACEPTANDO A JESÚS LLEGA LA PAZ. Esta aceptación no es cruzarse
de brazos ante los sufrimientos que se pueden evitar, sino trabajar con amor
para aliviar el dolor de los demás, y ofrecer el propio como Jesús en la cruz.
Jesús reina desde la cruz, le basta ese trono. PORQUE EN LA CRUZ JESÚS SIEMPRE
VENCE...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: