Esta fue mi predicación de hoy, 18 de
noviembre de 2007,
Domingo XXXIII del Ciclo
Litúrgico C, el Hogar
Marín:
1. CUANDO TODO
TIEMBLA, SURGE LA PREGUNTA:
¿ESTARÁ LLEGANDO EL FIN DEL MUNDO?... Cuando hay
un terremoto, todo se
mueve, todo tiembla, nada se sostiene en su lugar (yo lo
experimenté
una
vez en México, fue uno leve, pero los que han vivido en
lugares en los
que ha habido grandes terremotos, como Chile o Perú, conocen
la desazón
por la que se pasa en esos momentos)...
Sucede
también en otros momentos en los que, sin necesidad de
terremotos, las
cosas de tal modo andan mal que uno se siente como si el agua hubiera
llegado al
cuello. En esas situaciones puede surgir inmediata y
espontáneamente la
pregunta: ¿estará llegando el fin del
mundo? ¿Hacia dónde habrá que salir
corriendo (si fuera posible
hacerlo)?...
Pasa también y específicamente con la salud. Nos
suele suceder que si
andamos mal en alguna de nuestras enfermedades, sean o no
crónicas,
inmediatamente parece que repercute en todas las demás.
Aparecen unos
síntomas, y enseguida se multiplican otros que no parecen
dejarnos en
paz. Si nos sube la presión, también nos duele la
cabeza, y hasta los
huesos, y nuestro hígado se hace sentir, y otras cuantas
cosas más. De
un momento para otro, nos parece que nada podrá volver a su
normalidad...
En todo caso, cuando todo tiembla, nuestras rodillas y nuestra paz, o
todo anda mal, lo primero que hay
que hacer es buscar un punto seguro donde apoyarse, y si es posible,
más de uno. Volver a ponerse en marcha siempre reclama
contar con un
buen punto de apoyo. También cuando
tiembla inseguro el país, el mundo, o nuestra la cultura. Y
hoy Jesús
nos ayuda a descubrir que en Él siempre podremos apoyarnos,
para estar
seguros...
2. JESÚS ES LA ROCA
FIRME EN LA QUE NOS
PODEMOS APOYAR CUANDO TODO TIEMBLA... Él es por quien se
hizo el mundo,
y quien nos salvó de la perdición (eso es lo que
se llama la
"redención", que Jesús hizo en la Cruz, donde
venció la muerte
resucitando). Por eso, es posible apoyarse en Él...
Es cierto que el mundo no durará para siempre. Y
además está bien que
sea
así. Porque el mundo que conocemos no alcanza para colmar
los deseos y
las aspiraciones que Dios mismo sembró en cada uno de
nosotros. Para
eso hace falta algo más que el mundo, y que viene
después del mundo: el
Cielo...
Por otra parte, el fin
del mundo no será su
destrucción, sino su plenitud. Dios no es un chico
caprichoso y el
mundo no es para Él un juguete sino "la obra de sus manos".
Cuando a un
chico caprichoso no le gusta o le funciona mal un juguete, lo rompe.
Hoy en el mundo hay
guerras, revoluciones, terremotos, pestes, hambre, persecuciones, y
parece que muchas otras cosas andan mal. Pero,
como dice Jesús, esto no es el fin del mundo, sino parte de
él.
Mientras tanto, a nosotros nos toca ayudar a construirlo,
apoyándonos
en Jesús, que transformó toda nuestra realidad en
un camino de
salvación, en la Cruz. También nuestra patria,
como nuestro hogar, que
para los que aquí vivimos es concretamente este Hogar
Marín, en el que
celebramos la Misa, es parte del mundo que nos toca construir. Viviendo
animados por la fe en Jesús, la roca firme en la que nos
podemos
apoyar, podemos animarnos a aportar lo que está en nuestras
manos para
construir este mundo en el que vivimos...
Si bien no todos tenemos las mismas responsabilidades (los que han sido
elegidos para hacer cargo de la construcción del bien
común, ejerciendo
para ello la autoridad que se les confió, sin duda tienen
una
responsabilidad mayor), todos
tenemos parte en ello. Esta casa, que es la nuestra, ha sido confiada a
nuestras manos. Y esta casa es en primer lugar la concreta en la que
vivimos, pero también, y en círculos
concéntricos nuestra familia,
nuestras amistades, nuestros vecinos, nuestro barrio, nuestro
país y el
mundo entero...
3. EL
CIELO SE ALCANZA CON PACIENCIA Y CON
CONSTANCIA, APOYADOS EN JESÚS... Puede ser que las cosas
anden mal, y
verdaderamente es así. Pero el final feliz está
garantizado, porque
Jesús lo ha ya inaugurado con su Resurrección, y
nos está preparado en
el Cielo, que es el verdadero fin del mundo, en un doble y consolador
sentido: en primer lugar, el mundo tiene en el Cielo su meta;
pero
además, el mundo tiene en el
Cielo su plenitud...
Mientras tanto, no podemos quedarnos de brazos cruzados, esperando que
llegue la salvación, sin que a nosotros nos toque hacer
nada. "El que
no quiera trabajar que tampoco coma", dice hoy San Pablo a los que se
quedaban sin hacer nada pensando que estaba cerca el fin del mundo, y
nos dice también a nosotros, si tenemos la
tentación de pensar que a
nosotros no nos toca hacer nada...
El Domingo pasado el
Cardenal Bertone, en la celebración de la
beatificación del Siervo de
Dios Ceferino Namuncurá, nos presentaba una clara semblanza
de este
joven sencillo, hijo de una familia ilustre y generosa de la poderosa
tribu de los aborígenes mapuches, en la Patagonia. El ideal
supremo del
beato Ceferino,
nos
decía el
Cardenal Bertone, era ser útil a su gente, y por
eso deseó
ardientemente llegar a ser salesiano y sacerdote, "para mostrar" a sus
hermanos mapuches "el camino hacia el cielo". Eligió como
modelo de
vida eligió a Santo Domingo Savio (canonizado en 1954 por
Pío XII),
siguiendo la “receta simple” de san Juan Bosco:
estar siempre alegre,
cumplir bien tus deberes de estudio y de piedad, y ayudar a sus
compañeros. La alegría, ante todo:
“sonríe con los ojos”, decían
del
beato Ceferino sus compañeros. También la
oración (rezaba largas
horas), y finalmente la ayuda a sus compañeros, de quienes
se ocupó
hasta en el lecho de su muerte, en el Hospital, preocupado por la tos
del vecino de cama, mientras él mismo estaba ya
muriéndose...
A nosotros, como a
él,
nos toca también una parte, en la construcción de
este mundo que nos
lleva camino al Cielo. Para realizar lo que nos toca necesitamos
apoyarnos en Jesús. Y Él se hace fuerte en la
Cruz. Por lo tanto,
conviene que lo sepamos: para construir esa parte del mundo de la que
somos responsables, y para caminar hacia el Cielo, tendremos que
apoyarnos en la Cruz...
A mí me resulta muy cargado de significado el
diseño del Báculo, es
decir, el cayado del Pastor, que utilizó el Papa Pablo VI, y
que
eligieron también sus sucesores hasta el día de
hoy: en primer lugar
Juan Pablo I, después durante todo su pontificado Juan Pablo
II, y
ahora Benedicto XVI. En el extremo superior del os Báculos
de estos
Papas se lo ve a Jesús en la Cruz. Esta aparece con los
brazos
doblados, representando hasta qué punto el peso de nuestros
pecados
llegan a torcer el madero de la Cruz, sin embargo sin quebrarlo...
En la Cruz se pone de manifiesto la paciencia y la constancia con la
que Jesús lo dio todo por nuestra salvación, y la
misma Cruz de Jesús
es la que nos anima a la paciencia y a la constancia con la que,
apoyados en Él, podremos alcanzar el Cielo...