Esta fue mi predicación de hoy, 11 de
noviembre de 2007,
Domingo XXXII del Ciclo
Litúrgico C, en el Hogar
Marín:
1. NO
HAY PEOR CIEGO QUE EL NO QUIERE VER, NI
SORDO QUE EL QUE NO QUIERE OÍR... Quienes han nacido sin
estos
importantes sentidos, o quienes los han perdido por algún
accidente o
alguna enfermedad, se ejercitan para suplirlos con un mayor desarrollo
de los otros, y aprenden a reemplazarlos. Pero el que cierra los ojos o
los oídos a propósito, o
deja que otros se los tapen, se quedan sin ninguna posibilidad de ver y
de oír...
Aunque nos parezca extraño, esto hacemos de vez en cuando
todos
nosotros. Así sucede cuando no queremos ver algunas cosas,
aunque sean
evidentes, y no queremos oír nada sobre ellas. Por ejemplo,
aunque es
evidente, y además seguro, que todos vamos a morir, no nos
gusta pensar
en ello, y a veces parece que viviéramos como si
fuéramos a vivir para
siempre. Para eso cerramos todos los
sentidos ante la realidad de la muerte, como si no existiera. Y en todo
caso si no la podemos esquivar, pensamos en la muerte como
una fatalidad a interrumpe nuestros planes, como una desgracia que no
nos resignamos a aceptar...
No deja de ser curioso.
Porque, teniendo en cuenta que la vida es como un camino, que tiene su
origen en Dios, y en Él mismo tiene su meta, cuando vivimos
como si
fuéramos a vivir para siempre o como si la muerte fuera un
extraño al
que hay que resistirse a todo precio, nos parecemos a alguien que se ha
subido a un avión para hacer un viaje, y que al poco tiempo
de estar
allí, olvida su punto de partida y su meta, y pretende
quedarse en el
avión para siempre. Es verdad que algunos aviones pueden
tener tal
cantidad de comodidades y de servicios que hagan olvidar las ventajas
de estar en tierra, pero de todos modos a nadie se le
ocurriría que
tiene sentido permanecer en el avión como si fuera una casa
permanente...
Las consecuencias pueden ser tremendas. Si vivimos como si esta vida
fuera todo, podemos caer en el error de querer darnos todos los gustos
mientras dure esta vida, y además deprimirnos o
desesperarnos cuando
llega la muerte. Por eso Jesús hoy quiere abrirnos los ojos
y destapar
bien nuestros oídos, para que vivamos con la confiados en la
vida que
sólo se alcanza después de la muerte...
2.
NUESTRA META ES EL CIELO, AL QUE SÓLO SE
PUEDE LLEGAR DESPUÉS DE LA MUERTE... Todos vamos a morir, y
eso en
realidad no sólo no es tan malo, sino que es, o puede ser al
menos, si
aprovechamos bien el don de la vida que Dios nos dio, muy bueno.
Dios nos hizo para la vida, Él es el Dios de la vida. Pero
nos hizo
para una
vida que no cabe dentro de ésta que hoy llevamos, y la
aspiración a
la Vida eterna ha sido sembrada por Él mismo en los
más profundo de
nuestro corazón, y se convierte en una meta posible a partir
de la
semilla de eternidad que ha sembrado en cada uno de nosotros. A lo que
aspiramos, entonces, y a lo que podemos y debemos tender,
no es sólo a una prolongación de esta vida "por
más tiempo", sino la
Vida que se vive junto a Jesús, con la
resurrección. Por eso, teniendo
en cuenta que nuestra vida de hoy es sólo el camino que nos
puede
llevar a la que vale, y que no tenemos aquí en esta tierra
un destino
que dure para siempre, no importa si es largo o corto este camino, sino
que nos lleve a la meta. Los siete hermanos detenidos, a quienes
querían apartar de Dios amenazándolos con
quitarles la vida, nos
muestran el camino que lleva al buen final: "nos resucitará
a una
vida eterna, ya que nosotros morimos por sus leyes"; "es
preferible
morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios
de ser
resucitados por él". Se trata, entonces, de vivir
la vida conforme al
camino que nos muestra Dios, para que dé fruto la muerte...
Dios nos hizo para el amor y para la vida, y
nuestra condición corporal le señala las
posibilidades y le pone los
límites tanto a uno como a otra. Jesús nos
muestra hoy, con su
respuesta a los saduceos que no creían en la
resurrección, que el amor
matrimonial tiene en nuestra condición actual unas
limitaciones que no
tendrá en el Cielo. Nuestra condición corporal le
imprime hoy al amor
matrimonial, por el bien de los cónyuges y de los hijos, las
exigencias
de la fidelidad y de la unidad. El matrimonio es posible, entonces,
sólo entre
uno y
una...
También el amor servicial (que nos pone a unos a los pies de
los otros,
ya que Jesús nos hace a unos servidores de los otros por
amor), encuentra en nuestra corporeidad sus posibilidades y sus
límites. Será según la capacidad que
nos dan nuestras fuerzas y
nuestros bienes, además de nuestra decisión
personal, que podremos
servir a los demás. Pero no podremos hacer todo lo que
queramos, sino sólo lo que quepa dentro de nuestras
limitaciones...
Pero no sólo el amor tiene sus límites por
nuestra condición corporal.
También los tiene la vida misma. Más
allá de
las enfermedades que tengamos o podamos sortear, nuestro cuerpo se
irá
poniendo viejo, hasta que no pueda más, y llegados al
límite nuestra
vida en la tierra terminará. Será la
resurrección la que hará
posible que superemos las limitaciones de nuestra condición
corporal
actual, abriéndonos a un amor y a una Vida sin los
límites que ella hoy
nos impone...
3. JESÚS NOS MARCÓ UN
CAMINO QUE ES TAMBIÉN LA META: EL
AMOR... Es muy importante no perder el
camino, para no equivocar la meta. El camino es el amor. Es un camino
que tiene sus sombras, debido a nuestras limitaciones...
Es un
camino que tiene sus vericuetos y sus vueltas, sus otoños y
sus
primaveras. No siempre resulta claro y fácil dar con la
mejor manera de
recorrerlo. Es un camino exigente, que reclama lo mejor de cada uno de
nosotros en cada momento. Un camino que requiere constancia, que
requiere paciencia, que reclama esfuerzo y dedicación. Un
camino que
requiere fortaleza, y que por eso mismo requiere que mantengamos
siempre bien alimentada nuestra fe, para resistir todas sus
exigencias...
Es un camino, por otra parte, que es también la meta, ya que
el Cielo
será la gran fiesta del Amor de Dios, a la que Él
mismo nos invita. Por
esto mismo, recorrer con fidelidad el camino del amor durante nuestra
marcha, no sólo nos acerca a la meta, sino que
también nos anticipa lo
que será la fiesta del Cielo, además nos prepara
a participar en ella...