, he concelebrado la Misa en la
Parroquia San Juan
Apóstol, en la Arquidiócesis de Santiago, Chile.
No me tocó predicar,
así que les envío la predicación que
"hubiera hecho" si celebraba en la
Abadía Santa Escolástica y en el Hogar
Marín:
1. TODOS LOS DÍAS SUCEDEN MILAGROS, Y
MUCHAS VECES NI NOS
DAMOS CUENTA... Todos los días, quizás mucho
antes que nos despertemos,
el sol está ya dándonos su calor y
energía. Es cierto que a veces está
nublado, y eso no nos deja verlo. Pero si el sol
estuviera, hace rato que ya estaríamos del todo congelados o
desintegrados.
Si el sol no estuviera atrayendo a la tierra continuamente, como el
centro de gravedad alrededor del cual gira continuamente, con ese
maravilloso equilibrio que la atracción gravitacional logra
entre todos
los planetas, estrellas y demás componentes del sistema
solar, vaya uno
a saber hacia donde
habríamos salido disparados tierra...
Por otra
parte, no sólo el sol nos hace falta, y está
puntualmente todos los
días cumpliendo su función. Las nubes,
así como también la lluvia a la
que las nubes dan origen (a veces como tenue llovizna, otras veces con
furia estremecedora), también acuden en nuestro auxilio. En
este tiempo
de primavera, la lluvia viene muy bien para el trigo sembrado, y
gracias a ella dentro de unos meses tendremos el grano que nos
permitirá seguir teniendo pan sobre la mesa. Así
que, nublado y todo,
el sol está siempre cumpliendo su función, lo
mismo que cada parte de
este universo que Dios nos ha regalado como casa para todos. Maravilla
de la creación, de la que a veces no tomamos suficiente
conciencia, y
que verdaderamente no está nada mal...
Además, cuando nos
despertamos esta mañana,
seguramente pudimos darnos cuenta que seguíamos respirando.
Pudimos
constatar de esa manera que seguía habiendo
oxígeno en el aire, con
mayor o menor concentración o pureza, pero siempre presente
para
cumplir su función de combustible esencial para nuestra
supervivencia.
Si no hubiera sido así, nos hubiéramos ahogado, y
en realidad ni
siquiera nos hubiéramos despertado. Tampoco esto
está nada mal...
Por último, esta mañana al despertar seguramente
también pudimos darnos
cuenta que hoy nuevamente circulaba la sangre por nuestras venas.
Cierto, si tenemos las arterias un poco tapadas, como a veces pasa con
la edad o cuando hemos abusado de las grasas en nuestra comida, o si
tenemos problemas de presión y además por no
hacerle caso al médico
comemos con sal, quizás circule por nuestras venas un poco
menos de
sangre que la que necesitamos para estar en condiciones
óptimas, o un
poco más lenta que lo que convendría. Pero, de
todos modos, si hemos
llegado a este momento del día es porque la sangre
está circulando, y
su impulsor natural, el corazón, sigue haciéndola
recorrer su circuito
para llevar oxígeno a todo el organismo. Y esto tampoco
está nada mal...
A pesar de todos estos pequeños (o grandes) milagros de cada
día, es
muy posible que con facilidad caigamos en una extraña
manía que
consiste en obsesionarnos siempre por lo que nos falta. Así,
a veces
exigimos como un derecho lo que sólo tendríamos
que pedir como un don,
un regalo, una gracia. Dando todo por supuesto, terminamos siendo
desagradecidos. Prestando más atención a lo que
falta que a lo que
tenemos, perdemos esa primera alegría, que podría
ser la plataforma de
partida por donde arrancar nuestra actitud ante la vida de cada
día:
simplemente prestar atención a "lo que está", que
es mucho y no está
nada mal. Por eso hoy Jesús, a través de la
curación de unos leprosos,
quiere educarnos en una virtud para la que es necesario ensanchar el
corazón...
2. LA
GRATITUD ES UNA VIRTUD QUE CABE SÓLO EN LOS CORAZONES
GRANDES... Para
comprender en todo su contenido la virtud a la que Jesús nos
quiere
despertar, es necesario primero comprender todo lo que Él no
da. Jesús,
que murió por nosotros en la Cruz, resucitó de
entre los muertos para
darnos la vida eterna, y ahora vive para siempre, como recordaba hoy
San Pablo. La resurrección de Jesús nos permite a
nosotros participar
de su Vida, que es "la única", la verdadera. Y por eso, por
pura
misericordia de Dios, hoy nuestra muerte puede llevarnos a la Vida.
Tanto la enfermedad, como toda otra larga cantidad de males que hasta
ahora sólo eran signo y camino de la muerte, hoy son signo y
camino
hacia la salvación (conviene recordar que esta
palabra tiene la misma
raíz que salud, y es la salud más completa, ya
que se trata de una
salud que ya nadie nos puede quitar, porque consiste en alcanzar el
sentido pleno de la vida, junto a Dios, para toda la eternidad).
Así,
de la mano de Jesús el dolor se convierte en un camino a la
paz...
Jesús hoy
nos despierta, a través del leproso curado que
volvió a darle gracias
porque se dio cuenta de lo que le había pasado, a mirar las
cosas en su
verdadera dimensión. Para ello basta que abramos los ojos y
"nos demos
cuenta". Diez fueron los curados, y uno solo vio lo que le
había
pasado. Sólo el extranjero fue quien se dio cuenta de lo que
Jesús
había hecho en él. Y volviendo a Jesús
con un corazón agradecido,
movido por la fe, encontró en Él no
sólo la salud, sino también, como
Jesús se lo hace ver, la salvación...
Con una actitud agradecida, la vida se nos presenta como un horizonte
sin medida, y se despliega ante nosotros como la oportunidad de
abrirnos hacia la eternidad. Pero debe ser grande el
corazón, para no
atribuirse como propio el don recibido, siguiendo el camino de la vida
como si nada hubiera pasado y como si todo lo que nos ha sido dado
fuera algo que teníamos derecho a exigir. En un
corazón grande siempre
el regalo recibido lleva a mirar a quien nos lo ha dado, con una
gratitud también grande. Cuando el corazón se
hace grande, además de
todos los regalos o dones con los que Dios nos trata cada
día, cabe en
él la gratitud. Y con un corazón agradecido, los
dones más habituales y
cotidianos alimentan nuestra fe, y se convierten en nuestra oportunidad
de volver a Dios, única fuente de nuestra
salvación...
Podemos pedirle a Dios muchos milagros todos los días, y si
nos
convienen para nuestro fin eterno, seguramente no dejará de
hacerlos.
Pero no es eso lo que más nos hace falta. Lo que
necesitamos, porque es
lo que más nos urge, es la salvación.
Sólo en un corazón agradecido hay
lugar para la salvación...
3. ES NECESARIO ESFORZARSE ENSANCHANDO EL CORAZÓN
CON EL AMOR, PARA ALCANZAR LA SALVACIÓN... Para alcanzar la
salvación,
entonces, hace falta un corazón grande, ya que
sólo así cabrá en él la
gratitud. Habrá que quitarle, entonces, los cerrojos al
corazón, para
que crezca a la medida de la salvación que Dios nos quiere
dar...
Una vez que le hayamos quitado los cerrojos, lo
que hará posible que se ensanche nuestro corazón
serás el amor.
Recordemos, por otra parte, como he dicho ya otras veces, que el
corazón de cada uno de nosotros es muy peculiar: tiene una
llave que
sólo se puede abrir desde adentro, nadie entra en
él si no quitamos los
cerrojos...
Por eso Jesús nos llama a vivir siempre decididamente
comprometidos en
el amor. Surgidos del amor de Dios, cada uno de nosotros fuimos hechos
para el amor. Y es el amor firme y constante, con el que nos ocupamos
cada día de hacer lo que es bueno para nuestros hermanos (un
amor
perseverante, que se ocupa de encontrar y hacer lo que es bueno para
los otros), el que hará que nuestro nuestro
corazón sea cada vez más.
Así como los músculos crecen y se fortalecen con
el ejercicio, el
corazón crece y se hace grande con el amor. Y
sólo un corazón que se
ensancha cada día más con el amor efectivo y
comprometido con nuestros
hermanos, se hace a la medida de Dios. De esta manera, si nuestro
corazón se engrandece cada día por el amor,
cabrá en él las gratitud, y
como el leproso samaritano, recibiremos de Dios no sólo
milagros, sino
el único bien irreemplazable, la salvación...