Milagros cotidianos...

Queridos amigos:
 
Hoy, 14 de octubre de 2007, Domingo XXVIII del Ciclo Litúrgico C, he concelebrado la Misa en la Parroquia San Juan Apóstol, en la Arquidiócesis de Santiago, Chile. No me tocó predicar, así que les envío la predicación que "hubiera hecho" si celebraba en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:

Arco Iris1. TODOS LOS DÍAS SUCEDEN MILAGROS, Y MUCHAS VECES NI NOS DAMOS CUENTA... Todos los días, quizás mucho antes que nos despertemos, el sol está ya dándonos su calor y energía. Es cierto que a veces está nublado, y eso no nos deja verlo. Pero si el sol estuviera, hace rato que ya estaríamos del todo congelados o desintegrados. Si el sol no estuviera atrayendo a la tierra continuamente, como el centro de gravedad alrededor del cual gira continuamente, con ese maravilloso equilibrio que la atracción gravitacional logra entre todos los planetas, estrellas y demás componentes del sistema solar, vaya uno a saber hacia donde habríamos salido disparados tierra...

LluviaPor otra parte, no sólo el sol nos hace falta, y está puntualmente todos los días cumpliendo su función. Las nubes, así como también la lluvia a la que las nubes dan origen (a veces como tenue llovizna, otras veces con furia estremecedora), también acuden en nuestro auxilio. En este tiempo de primavera, la lluvia viene muy bien para el trigo sembrado, y gracias a ella dentro de unos meses tendremos el grano que nos permitirá seguir teniendo pan sobre la mesa. Así que, nublado y todo, el sol está siempre cumpliendo su función, lo mismo que cada parte de este universo que Dios nos ha regalado como casa para todos. Maravilla de la creación, de la que a veces no tomamos suficiente conciencia, y que verdaderamente no está nada mal...

Corazón latienteAdemás, cuando nos despertamos esta mañana, seguramente pudimos darnos cuenta que seguíamos respirando. Pudimos constatar de esa manera que seguía habiendo oxígeno en el aire, con mayor o menor concentración o pureza, pero siempre presente para cumplir su función de combustible esencial para nuestra supervivencia. Si no hubiera sido así, nos hubiéramos ahogado, y en realidad ni siquiera nos hubiéramos despertado. Tampoco esto está nada mal...

Por último, esta mañana al despertar seguramente también pudimos darnos cuenta que hoy nuevamente circulaba la sangre por nuestras venas. Cierto, si tenemos las arterias un poco tapadas, como a veces pasa con la edad o cuando hemos abusado de las grasas en nuestra comida, o si tenemos problemas de presión y además por no hacerle caso al médico comemos con sal, quizás circule por nuestras venas un poco menos de sangre que la que necesitamos para estar en condiciones óptimas, o un poco más lenta que lo que convendría. Pero, de todos modos, si hemos llegado a este momento del día es porque la sangre está circulando, y su impulsor natural, el corazón, sigue haciéndola recorrer su circuito para llevar oxígeno a todo el organismo. Y esto tampoco está nada mal...

A pesar de todos estos pequeños (o grandes) milagros de cada día, es muy posible que con facilidad caigamos en una extraña manía que consiste en obsesionarnos siempre por lo que nos falta. Así, a veces exigimos como un derecho lo que sólo tendríamos que pedir como un don, un regalo, una gracia. Dando todo por supuesto, terminamos siendo desagradecidos. Prestando más atención a lo que falta que a lo que tenemos, perdemos esa primera alegría, que podría ser la plataforma de partida por donde arrancar nuestra actitud ante la vida de cada día: simplemente prestar atención a "lo que está", que es mucho y no está nada mal. Por eso hoy Jesús, a través de la curación de unos leprosos, quiere educarnos en una virtud para la que es necesario ensanchar el corazón...

Cruz - Cielo2. LA GRATITUD ES UNA VIRTUD QUE CABE SÓLO EN LOS CORAZONES GRANDES... Para comprender en todo su contenido la virtud a la que Jesús nos quiere despertar, es necesario primero comprender todo lo que Él no da. Jesús, que murió por nosotros en la Cruz, resucitó de entre los muertos para darnos la vida eterna, y ahora vive para siempre, como recordaba hoy San Pablo. La resurrección de Jesús nos permite a nosotros participar de su Vida, que es "la única", la verdadera. Y por eso, por pura misericordia de Dios, hoy nuestra muerte puede llevarnos a la Vida. Tanto la enfermedad, como toda otra larga cantidad de males que hasta ahora sólo eran signo y camino de la muerte, hoy son signo y camino hacia la salvación (conviene recordar que esta palabra tiene la misma raíz que salud, y es la salud más completa, ya que se trata de una salud que ya nadie nos puede quitar, porque consiste en alcanzar el sentido pleno de la vida, junto a Dios, para toda la eternidad). Así, de la mano de Jesús el dolor se convierte en un camino a la paz...

GratitudJesús hoy nos despierta, a través del leproso curado que volvió a darle gracias porque se dio cuenta de lo que le había pasado, a mirar las cosas en su verdadera dimensión. Para ello basta que abramos los ojos y "nos demos cuenta". Diez fueron los curados, y uno solo vio lo que le había pasado. Sólo el extranjero fue quien se dio cuenta de lo que Jesús había hecho en él. Y volviendo a Jesús con un corazón agradecido, movido por la fe, encontró en Él no sólo la salud, sino también, como Jesús se lo hace ver, la salvación...

Con una actitud agradecida, la vida se nos presenta como un horizonte sin medida, y se despliega ante nosotros como la oportunidad de abrirnos hacia la eternidad. Pero debe ser grande el corazón, para no atribuirse como propio el don recibido, siguiendo el camino de la vida como si nada hubiera pasado y como si todo lo que nos ha sido dado fuera algo que teníamos derecho a exigir. En un corazón grande siempre el regalo recibido lleva a mirar a quien nos lo ha dado, con una gratitud también grande. Cuando el corazón se hace grande, además de todos los regalos o dones con los que Dios nos trata cada día, cabe en él la gratitud. Y con un corazón agradecido, los dones más habituales y cotidianos alimentan nuestra fe, y se convierten en nuestra oportunidad de volver a Dios, única fuente de nuestra salvación...

Podemos pedirle a Dios muchos milagros todos los días, y si nos convienen para nuestro fin eterno, seguramente no dejará de hacerlos. Pero no es eso lo que más nos hace falta. Lo que necesitamos, porque es lo que más nos urge, es la salvación. Sólo en un corazón agradecido hay lugar para la salvación...

Llave del corazón3. ES NECESARIO ESFORZARSE ENSANCHANDO EL CORAZÓN CON EL AMOR, PARA ALCANZAR LA SALVACIÓN... Para alcanzar la salvación, entonces, hace falta un corazón grande, ya que sólo así cabrá en él la gratitud. Habrá que quitarle, entonces, los cerrojos al corazón, para que crezca a la medida de la salvación que Dios nos quiere dar...

CaridadUna vez que le hayamos quitado los cerrojos, lo que hará posible que se ensanche nuestro corazón serás el amor. Recordemos, por otra parte, como he dicho ya otras veces, que el corazón de cada uno de nosotros es muy peculiar: tiene una llave que sólo se puede abrir desde adentro, nadie entra en él si no quitamos los cerrojos...

Por eso Jesús nos llama a vivir siempre decididamente comprometidos en el amor. Surgidos del amor de Dios, cada uno de nosotros fuimos hechos para el amor. Y es el amor firme y constante, con el que nos ocupamos cada día de hacer lo que es bueno para nuestros hermanos (un amor perseverante, que se ocupa de encontrar y hacer lo que es bueno para los otros), el que hará que nuestro nuestro corazón sea cada vez más. Así como los músculos crecen y se fortalecen con el ejercicio, el corazón crece y se hace grande con el amor. Y sólo un corazón que se ensancha cada día más con el amor efectivo y comprometido con nuestros hermanos, se hace a la medida de Dios. De esta manera, si nuestro corazón se engrandece cada día por el amor, cabrá en él las gratitud, y como el leproso samaritano, recibiremos de Dios no sólo milagros, sino el único bien irreemplazable, la salvación...


Lecturas bíblicas del Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario del Ciclo C:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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