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Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 30 de septiembre de 2007, Domingo XXVI del Ciclo Litúrgico C, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:

Ascensor1. EL ASCENSOR ES COMO UNA IMAGEN DE TODO LO QUE SUCEDE EN LA VIDA... Hasta las cosas más curiosas pueden suceder en un ascensor, como pasa también en la vida. Siempre recuerdo el relato de un matrimonio que conocí en un grupo de reflexión. Estaban por ser padres por primera vez, y esperaban con emoción el momento en que tendrían que partir hacia el lugar donde ella daría a luz. Hasta que el día llegó, y de golpe. Con todo nerviosismo se pusieron en marcha, pero no pudieron llegar muy lejos. Ante la sorpresa de ambos, tuvieron que improvisar y felizmente pudieron hacerlo sin inconvenientes, para recibir a su primer hijo que nació... en el ascensor; apenas habían comenzado a salir de su departamento, los síntomas de un parto inminente derivaron en el nacimiento del hijo...

Pero más allá de estas cosas un poco raras y extraordinarias que pueden suceder, el ascensor siempre puede hablarnos y enseñarnos algo de la vida. Por de pronto, nadie sube a un ascensor simplemente porque le guste estar allí. Cuando subimos a un ascensor, lo hacemos porque queremos llegar a algún lado. Ya sea más corto o más largo el viaje, estamos siempre esperando que termine, y que el ascensor nos lleve a un destino que estamos buscando. Como sucede en la vida...

Ascensor, genteYa para subir al ascensor, a veces nos encontramos con las cosas que pasan en la vida: en los edificios muy concurridos o que tienen mucho movimiento, de repente nos encontramos en medio de una nube de personas que pujan por entrar, sin cuidar demasiado el orden en que fueron llegando, sin más preocupación que la de entrar lo antes posible, aunque otros se queden afuera. Como pasa en muchas circunstancias de la vida, en las que algunos sólo piensan cómo deben hacer para "entrar", aunque se queden afuera otros que tienen más derecho a entrar...

Ascensor, conversaciónPor otra parte, cuando nos encontramos con otros en el ascensor, podemos tener diversas actitudes. Si no nos encontramos con ánimo para el intercambio, nos quedamos mirando el techo, o el piso, o la puerta, o el tablero con los comandos, o revisando los papeles que llevamos en la mano, siempre tratando de no cruzarnos con la mirada de nadie, ya que podríamos arriesgarnos a tener que empezar un saludo o una conversación. Otras veces nos encontramos más dispuestos a intercambiar o necesitados de sostener, no sólo un saludo, sino también algún comentario sobre el tiempo (si hace frío o calor, si va a llover o no), o sobre el deporte del fin de semana, e incluso a veces, sobretodo si el viaje es largo porque hay que subir o bajar varios pisos, o si conocemos al menos de vista al ocasional compañero, nos animamos a sostener una conversación, más o menos larga. Así también en la vida, a veces dedicamos una mirada o un tiempo a las personas con las que encontramos, y otras veces desviamos la mirada, como si fuéramos habitantes de otra tierra...

Se podría aprender de la vida cómo aprovechar el tiempo que pasamos en un ascensor, pero también podríamos aprovechar lo que sucede habitualmente en un ascensor para aprender a movernos con buen sentido en la vida. Hechos a imagen de Dios, no sólo somos fruto de su Amor, sino que además hemos sido hechos para el amor. Por eso, estamos hechos para la comunicación, el intercambio con nuestros hermanos, los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Y hoy Jesús, con la Parábola del pobre Lázaro y el rico, a la puerta de cuya casa vivía, quiere enseñarnos a saber qué hacer cuando vamos en un ascensor o, lo que es lo mismo,  qué hacer a lo largo del camino de la vida que nos lleva hacia Él...

Comida2. MIENTRAS VAMOS DE CAMINO, TODOS TENEMOS ALGO QUE COMPARTIR CON LOS DEMÁS... La enseñanza es clara. El tiempo de la vida es el que tenemos para el intercambio, y para eso hemos sido llamados mientras vamos de camino, ya que una vez llegados al final habrá tiempo de hacerlo...

Es un fenómeno seguramente casi tan viejo como el mundo, que a veces vamos por la vida sin darnos cuenta quién tenemos al lado y qué tenemos para compartir con él, como pasa a veces en el ascensor y como le pasaba también al rico que tenía al pobre Lázaro a la puerta de su casa, sin siquiera darse cuenta que necesitaba al menos las migajas que caían de su mesa para sostenerse en la vida...

ComuniónLas situaciones patrimoniales son siempre pasajeras. A lo sumo duran lo que dura la vida, que tiene un plazo limitado en el tiempo. Nuestra vida relacionada con los bienes de la tierra tiene un comienzo y tiene también un final. Por eso, no sirve de mucho concentrarse en la acumulación de los bienes. Más bien hay que aprender a usarlos para que nos sirvan para la vida eterna. Decía San Gregorio Magno (540-604), con palabras que seguramente no sonaban menos duras en su tiempo que en el nuestro, que los que quieren solamente para sí lo que Dios nos ha dado para todos, deben considerarse culpables, porque cuando no dan lo que han recibido, están contribuyendo a la muerte de sus prójimos: por guardarse lo que necesitan los que se mueren de hambre, los hacen morir. Y en realidad, sigue este santo Padre de la Iglesia del Siglo VI, cuando damos a los pobres las cosas que necesitan, no les estamos dando generosamente lo que es nuestro, sino simplemente devolviéndoles lo que les pertenece, ya que no estamos realizando una obra de misericordia, sino pagando una deuda de justicia...

Beata Juana JuganLa Beata Juana Jugan, entonces, cuando invitaba a los que vivían a todos a participar con sus dones y sus colaboraciones en los Hogares que iba fundando, y hoy las Hermanitas de los Pobres cuando mantienen la colecta diaria como el modo de sostener los Hogares que tienen por todo el mundo, no hacen más que mantener despierto en cada uno de nosotros el llamado a compartir que viene de Jesús en el Evangelio, y brindarnos una oportunidad de poner en práctica asistiendo al mismo Jesús en el rostro de los ancianos pobres...

Y no hay que pensar que sólo para los más ricos, llenos de bienes materiales, aquellos que se encuentran en las listas de los hombres más ricos de la tierra, son los destinatarios de estas palabras de advertencia. Todos somos ricos de algún modo y en alguna medida: todos tenemos muchos dones, que son nuestra riqueza...

En primer lugar, todos tenemos el don de la vida. Y a partir de allí, todos tenemos además nuestro tiempo, nuestras habilidades, lo que conocemos y lo que sabemos hacer, nuestra experiencia, nuestros bienes materiales, nuestra fe. Todo esto es lo que estamos llamados a compartir con aquellos que esperan "las migas" del banquete del que estamos participando...

Manos-Corazón3. HAY QUE ABRIR EL CORAZÓN A LAS NECESIDADES DE TODOS, PARA PODER COMPARTIR... La vida eterna es una gran fiesta de encuentro y comunión, que no se improvisa. Seremos capaces de disfrutar en ella si empezamos a vivir ya ahora, en la tierra, la comunión en la que consistirá esa fiesta. Este tiempo en el que vivimos es el del intercambio y la solidaridad. Seremos capaces de alegrarnos en el Cielo si ya ahora aprendemos a alegrarnos compartiendo nuestros bienes en la tierra. Tenemos que aprovechar este tiempo, abriendo los ojos y el corazón para descubrir a quién tenemos sentado a nuestro lado, y qué bienes tenemos para compartir con él. Así podremos empezar a dar a manos abiertas...

CorazónSe trata, entonces, de aprender "a viajar en el ascensor", es decir, de aprender a aprovechar este tramo de nuestra existencia que se desarrolla mientras vamos de camino hacia el Cielo. No hay que quedarse mirando para el techo o el piso, o mirando para el costado, para no cruzarnos con la mirada de nadie que pueda inquietarnos, sino todo lo contrario. Se trata de mirar para todos lados con el corazón bien atento y las manos bien abiertas. Nosotros tenemos "un muerto que ha resucitado". Es Jesús, a quién podemos escuchar. Él nos enseña con parábolas y con el testimonio de su propia vida, a caminar hacia Él, siendo fieles a la imagen de Dios que está impresa en nuestros corazones. Él, el Hijo de Dios que vino a nosotros para salvarnos, nos llama a ser atentos y solidarios, con todo lo que tengamos para compartir...


Lecturas bíblicas del Domingo XXVI del Tiempo Ordinario del Ciclo C:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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