Lo importante de la fiesta...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 16 de septiembre de 2007, Domingo XXIV del Ciclo Litúrgico C, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:

Fiesta1. LO QUE MÁS LE IMPORTA AL QUE HACE UNA FIESTA SON LOS INVITADOS... Cada tanto nos toca organizar una fiesta (cumpleaños, aniversarios, fiestas colegiales, fiestas religiosas), ya que la fiesta forma parte de la vida. Es más, puede decirse que la fiesta es el sentido último de la vida, ya que Dios nos ha hecho para la gran Fiesta del Cielo...

ComidaPara realizar una fiesta, lo primero que tenemos que preparar es el lugar donde la celebraremos. No sólo hará falta que todo esté limpio y ordenado, además convendrá contar con adornos y cotillón propios para cada ocasión, que disponen el espíritu y el ánimo para celebrar...

Sin embargo, no alcanzará sólo con arreglar el lugar, tendremos que pensar también en los alimentos. Así como la fiesta es como una símbolo de la vida, suele ser el mejor modo de celebrarla compartir los alimentos, ya que ellos mismos representan de algún modo todo lo que hace falta para sostener la vida. Por eso es que reservamos para las fiestas los mejores alimentos, y los preparamos con todo cuidado y dedicación. Incluso la preparación de los alimentos se convierte ya en un anticipo de la fiesta. Era impresionante, y muy edificante, todo lo que nos transmitía una película de hace ya unos 20 años atrás, "La fiesta de Babette", sobre el sentido de la fiesta...

La fiestaSin embargo, aunque el lugar y los alimentos sean importantes, el que hace una fiesta no puede perder de vista que lo más importante serán siempre los invitados. La fiesta nos permite celebrar la vida con aquellos con quienes la compartimos habitualmente, especialmente los familiares y los amigos. Con ellos es con quienes nos reunimos, con ellos brindamos, con ellos nos unen y celebramos los motivos de las fiestas que compartimos. De nada nos servirían los globos, las maracas, las tortas, y todo lo que tenemos para compartir, sin en la fiesta faltaran aquellos con quienes queremos celebrar...

Dios también ha hecho una fiesta, de la que tenemos ya aquí los anticipos: la vida es la fiesta a la que Él nos invita. Sin embargo, esto no es todo, porque la vida es una invitación que va más allá de los límites de este horizonte en el que nos movemos. La vida es una invitación a la gran fiesta del Cielo, en la que adquiere todo su sentido y a la que apunta la creación entera. Por eso Jesús hoy quiere ayudarnos a comprender qué es lo que más le importa a Dios, que ha preparado esta fiesta, y cómo es que hay que prepararse para disfrutarla de verdad...

Buen Pastor2. DIOS INVITA A TODOS A LA FIESTA DEL CIELO, Y QUIERE QUE NADIE SE PIERDA... El Cielo es la gran fiesta de Dios. Es una fiesta completa y total. Toda la creación adquiere su sentido más profundo como preparación a  esa fiesta. Todos los hombres son invitados a esta fiesta, y se constituyen así en el centro de la creación. Y a través de la historia cada uno de los hombres debe responder a esta invitación de Dios...

Dios no quiere que nadie se pierda esta fiesta. Por eso, como conoce nuestra debilidad y nuestro pecado, nos avisa a través de Jesús que Él está atento, para rescatar a cualquiera que pueda perderse por el camino. Como el pastor que deja las noventa y nueve ovejas que van por la buena senda para buscar la que se ha perdido, y como la mujer que abandona todo para buscar la moneda que, porque se le ha perdido pasa a ser la que más le importa, Dios tiene esta actitud a la vez paternal y maternal con la que está atento a todo el que corre el peligro de perderse. La pintura del Buen Pastor, con la oveja perdida y recuperada cargada en sus hombros, que se ve aquí a la derecha, es de las más antiguas que se conocen que representa a Jesús (está en Roma, en la catacumba de Priscila, y es del siglo III)...

Hijo pródigoSi miramos nuestro tiempo con los ojos de la fe, no tardaremos en describirlo como un tiempo en el que los hombres que han perdido la huella y necesitan ser rescatados. Nuestra cultura, que encuentra sus raíces más fructíferas en el Evangelio, se encuentra sacudida por el drama de muchos hombres que ya han perdido la fe, y claman en la búsqueda de una trascendencia que a la vez anhelan y se les escapa (así lo dice el Papa en su comentario a la parábola del hijo pródigo en su reciente libro: Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta 2007, págs. 243-253)...

Nuestro tiempo se refleja claramente en el hijo que, apropiándose sin derecho de la herencia del Padre que todavía no ha muerto, termina maltrecho y necesitado de un socorro que sólo el Padre le puede dar. La alegría de Dios, que desata la fiesta, proviene del reencuentro con el hijo, cuando éste recapacita y vuelve a sus brazos. Por su parte, el hijo descubre en el abrazo paterno el calor y la salvación que, de manera prepotente, buscó independizándose de sus raíces, y que, sin embargo, sólo puede encontrar en Aquél que es la fuente y el sentido de su vida. Esta parábola, entonces, nos habla no sólo del hijo que vuelve arrepentido a la casa de su Padre, sino también del Padre, que espera con fiesta y alegría al hijo que retorna...

Fiesta3. PARA DISFRUTAR DE LA FIESTA HAY QUE PODER ALEGRARSE CON TODOS LOS INVITADOS... Sin embargo, la parábola no se detiene allí. Porque si es cierto que, de algún modo, todos tenemos algo del hijo necesitado de perdón, también es cierto que a veces nos parece que somos tan buenos, que más nos corresponde el lugar del hijo que nunca se alejó de la casa del Padre. Quizás eso nos lleve a pensar que la fiesta del Cielo es para los que son como nosotros...

AbrazoSin embargo la fiesta es para todos. Dios invita a todos, y cualquiera que responda a Dios y acuda al llamado de su misericordia, aunque haya malgastado sus bienes por el camino, tiene parte en la fiesta. Tan variadas como los animales de la fiesta que nos muestra el dibujo de la derecha, son las personas que podremos encontrarnos en la fiesta del Cielo, a la que podrán llegar todos los que se arrepientan de sus desvíos y acepten la invitación de Dios antes de acabar su vida. ¿Qué tal si, en el Cielo, a ese que queremos menos, a ese político, o "piquetero", o adversario o enemigo del que no queremos ni oír hablar, llega al Cielo por la misericordia de Dios y el arrepentimiento de sus pecados y le toca sentarse a la Mesa de la Fiesta celestial "justo a nuestro lado"? Me parece que tenemos que tenerlo en cuenta y aprovechar, mientras vamos de camino, para aprender a alegrarnos con cualquiera que responda al llamado y a la misericordia de Dios, porque Él toca a la puerta de todos cada día...

Es grande la alegría de Dios cuando recupera al que se ha ido. Como nos dice el Papa en su libro, no se trata sólo de la parábola de "el hijo pródigo" o del "Padre bueno", sino también de una parábola de "los dos hermanos" (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Planeta 2007, pág. 243). No basta dirigirse a Dios diciéndole que se trata de un "hijo suyo", haca falta que lleguemos a llamarlo "nuestro hermano". Es difícil, pero es posible y hace falta, aprender a alegrarse cuando se encuentra a un hermano que se había perdido, y el que estaba muerto para Dios vuelve a la vida...


Lecturas bíblicas del Domingo XXIV del  Tiempo Ordinario del Ciclo C:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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