1. NO SE PUEDE TENER
SIEMPRE TODO, NO HAY MÁS REMEDIO QUE ELEGIR... A
lo largo de la vida nos pasamos eligiendo, y no puede ser de otra
manera. No se puede tener todo. Por eso resulta muy útil, de
vez en
cuando, mudarse. En ese momento, a
la hora de preparar la mudanza, es muy seguro que encontraremos una
cantidad de cosas que hemos ido guardando, que en realidad no hemos
usado nunca o a lo sumo muy
poco. En verdad, basta volver a verlas para que nos demos cuenta que
podemos prescindir de ellas, sin que por
eso nos falte nada que tenga importancia. A la hora de la mudanza nos
convendrá separar aquellas cosas que de algún
modo y en algún momento
nos podrán resultar útiles, de todas aquellas que
no lo serán y que
podremos dejar...
Lo mismo
sucede cuando tenemos que
hacer un viaje, también en este caso es necesario elegir. No
cabe todo
en la
valija, y hay que optar por aquellas cosas que nos parecen
más
importantes, según el lugar donde vamos y el tipo de viaje
que estamos
por emprender, para que no nos
carguemos de peso con cosas que no vamos a necesitar, ni se nos queden
sin llevar las que más nos harán falta...
En realidad, cuando elegimos, siempre es más lo que dejamos
de lado que
aquello por lo que optamos. Aquellos de ustedes que se han casado, han
elegido un cónyuge, y necesariamente han dejado de lado
muchos otros
que lo hubieran podido ser. Para elegir, siempre hay que dejar cosas de
lado. Por eso se hace más difícil elegir, si
sólo o preferentemente nos
quedamos mirando lo que dejamos, en vez de fijar nuestra mirada en lo
que elegimos...
Nuestra vida, en la que nos toca dar una respuesta a Dios que nos ha
llamado a seguirlo por el camino de Jesús, reclama
elecciones y
decisiones fundamentales. Por eso, hoy Jesús nos quiere
enseñar a
elegir...
2. PARA SEGUIRLO A
JESÚS, HACE FALTA ESTAR DISPUESTOS A TODO... Podemos
decir que toda la vida cristiana siempre es un misterio de
elección. No
se lo sigue a Jesús sólo por seguir la corriente,
porque eso no nos
llevaría a ningún lado. Cuando elegimos
personalmente seguirlo a Jesús,
entonces el camino de la fe se hace un camino apasionante, con una meta
precisa a la que somos llamados. Pero Jesús nos aclara hoy
que si
elegimos seguirlo, nos vamos a encontrar con un camino muy exigente.
Para seguirlo no basta tener una imagen fantasiosa de Jesús,
hace falta
una mirada de fe, a la que nos ayuda el libro que nos acaba de ofrecer
el Papa
Benedicto
XVI, Jesús de Nazaret
(Editorial Planeta, Buenos Aires
2007). Y eso reclama una
decisión llena de compromiso...
Dios nos
ha hecho para la vida Eterna, y hacia allí vamos cuando con
nuestra decisión nos proponemos seguirlo a Jesús.
Somos, de esa manera,
peregrinos que marchamos hacia el Cielo. Jesús nos habla hoy
de tres
cosas fundamentales, sin las cuales no podremos ser capaces de seguirlo
por su camino y hacia su meta de eternidad, que Él ha
querido que sea
también la nuestra...
En primer lugar, para seguirlo a Jesús hay que estar
dispuestos a
cargar con la propia Cruz. Ya en tiempos de Jesús, y antes
que Él fuera
clavado en ella, la Cruz representaba el sufrimiento y la muerte. Pero
nosotros no podemos olvidar que desde allí, desde la
Cruz, Jesús hizo
surgir la Vida con mayúscula, que nace de la
Resurrección. Entonces,
seguirlo a Jesús reclamará de nosotros la
aceptación del sufrimiento y
de la muerte como un camino de salvación...
A veces podrá
parecernos que cuando se acerca el sufrimiento e incluso
la muerte, nos encontramos ante un precipicio, que no sabemos
cómo
superar. Pero en ese momento convendrá que tengamos en
cuenta que Jesús
no nos llama a cada uno en forma aislada a recorrer este camino. Como
sucede con los chicos de este dibujo, si vamos hacia la Cruz
cargándola
junto con otros, veremos cuánto podemos hacer unos por otros
en el
camino de la Cruz. Habrá momentos en que nos toque a
nosotros poner más
el hombro para cargar con la Cruz, la propia y la de los otros. Pero
también llegarán momentos en que los otros lleven
el peso mayor, y
nosotros podamos, simplemente colgados de la Cruz que los otros
llevarán sobre sus hombros, sostenernos gracias a ellos en
las partes
más difíciles del camino...
Por otra parte, sólo
el amor puede hacernos seguir a Jesús con
decisión, por el camino que lleva a la Vida eterna. Y
Jesús nos
recuerda que el amor que nos lleva a seguirlo nunca
podrá estar en un
segundo lugar. El amor de Jesús sólo admite el
primer lugar. El amor a
Dios sólo es tal si está por encima de cualquier
otro, ya que nadie
puede estar por encima de Dios. De todos modos, no hay por
qué
inquietarse. El Amor es uno solo. Y por eso, el amor a Dios siempre
integra a los otros, aunque no necesariamente suceda al
revés. Si
queremos a Dios más que a nadie, ese amor podrá
integrar de manera
ordenada nuestro amor filial (al padre y a la
madre), matrimonial (al
cónyuge), paternal y maternal (a los hijos), fraternal (a
los
hermanos), social (a nuestros hermanos en el sentido más
amplio del
término) y hasta a nuestra propia vida, ya que justamente en
Dios todo
esto adquirirá su sentido...
Por eso, para seguirlo a Jesús, Él mismo nos dice
que hace
falta renunciar a todo. Porque cualquier persona o cualquier
cosa que
pusiéramos por delante de Jesús, y
consideráramos más importante que
Él, nos impediría verdaderamente seguirlo...
3. CONFIEMOS EN JESÚS.
CON ÉL TENEMOS TODO LO QUE NOS HACE FALTA... La
confianza es el gran paso al que nos llama la fe. Y ante el
desprendimiento al que Jesús nos llama, para que nada ni
nadie se nos
ponga delante de Él y nos tape el camino de la
salvación, hace falta
que, con mucha confianza, tengamos la certeza de que con
Jesús, nada
nos falta...
Podemos
decir que lo que más anhelamos es la vida, que es la vez un
signo y un
resumen de todos los dones que nos
vienen de Dios. Del mismo modo, a lo que más le tememos es
al
sufrimiento y a la muerte, que se oponen a la vida. Por eso, para
crecer en nuestra confianza hace falta que
recordemos que detrás de la Cruz está la
Resurrección. Si lo que
necesitamos ante las horas que nos tocan vivir, que en más
de un
sentido nos pueden parecer horas y días de oscuridad, hace
falta que
tengamos en cuenta hasta qué punto detrás de todo
el sufrimiento que se
representa la Cruz, está la luz que surge del sepulcro
vacío, de Jesús
resucitado...
En definitiva, podemos confiarnos en Jesús, el Buen Pastor,
que nos
lleva siempre en sus brazos. Podemos renunciar a todo, confiados en que
no nos faltará nada. Podemos animarnos a cualquier
sufrimiento, porque
no estaremos solos cuando llegue. Podemos estar seguros que, si
Jesús
está verdaderamente en el centro, si le damos a
Él el lugar central que
le corresponde, si nos dejamos guiar siempre por su Palabra y ponemos
en Él toda nuestra confianza, todo el amor que surja en
nuestro
corazón, ya se trate del amor social, filial, fraternal,
matrimonial,
paternal o maternal, siempre vendrá de Dios y nos
llevará a Él, por el
camino por el que Él mismo nos llama y acompaña...