Nuestros invitados...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 2 de septiembre de 2007, Domingo XXII del Ciclo Litúrgico C, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:

Bianchi1. QUEREMOS ALCANZAR EL PRIMER LUGAR SIEMPRE Y EN TODO LO QUE HACEMOS... No sé si es fruto de la educación o si a todos nos pica un bicho que nos inclina para ese lado, pero nos sucede en la vida, y sucede también sin duda en el deporte. Nosotros, los argentinos, con esa cierta soberbia que nos caracteriza (al menos a los porteños), lo hacemos notar de un modo especial. Cuando comienza un campeonato, del tal modo tenemos la ilusión de lograr el primer puesto, que no nos imaginamos ningún otro posible. Y cuando se trata del deporte profesional (especialmente el fútbol, pero no sólo él), el primer puesto se convierte en una obsesión. Tanto es así que alguno dijo una vez, cuando su equipo salió segundo y no se quedó para recibir la medalla del vice campeón en la ceremonia de coronación del campeón, que no sabía que había una medalla para el que salía segundo....

Basquet, Argentina - Brasil 1/09/2007No deja de ser curioso, porque antes de empezar cualquier competencia está claro no todos pueden ganar. Bastaría para dar sentido a la participación de todos los que toman parte de cualquier competencia que cada uno se conformase con el mejor lugar al que puede aspirar conforme a sus condiciones. La sana competencia, justamente, consiste en poner en juego las capacidades de cada uno, para compararlas con las de los demás, y esto da por sentado que no todos podrán demostrar las mismas, y además que las de uno no invalidan las de los otros. Esto vale para todos los deportes, ya sea individuales, de parejas, o grupales...

Aros olímpicosEl oro, entonces, o el primer puesto, no es para todos, sino sólo para uno. Y las competencias no tendrían sentido, si sólo obteniendo el primer puesto o el oro valiera la pena haber participado. Es más, si sólo se aceptara el primer lugar en las competencias deportivas, y con mucha más razón en la vida, estaríamos errando mucho al camino para el que hemos sido hechos. Ganar es importante, y una gran alegría, pero no lo es todo. Y muchas veces ni siquiera lo más importante ya que la vida, que ha salido de las manos de Dios, para todos tiene un sentido, aunque no para todos haya medallas y coronas en todas las ocasiones. Por eso Jesús hoy, en feliz coincidencia con el final de las Olimpíadas, quiere enseñarnos a través de su Palabra, en dos parábolas, dos actitudes que verdaderamente hacen a la paz y a la alegría: la humildad y el desinterés...

Juan Pablo II, su final2. TODO ES DON EN EL REINO DE DIOS. EL PRIMER LUGAR ES DE LOS QUE SIRVEN... Es un error creerse siempre y en todo mejor que los demás. Si así lo hiciéramos, quizás terminaríamos pensando que hasta delante de Dios nos merecemos algunas medallas. Pero nunca será así, ya que el Reino de Dios, al que Él mismo nos invita, siempre será un don que recibimos gratuitamente...

En el Reino de Dios todo es don. Por eso Jesús nos invita a buscar con gratitud el último lugar, y quedarnos conformes simplemente por haber sido invitados. "El primer lugar", en el Reino de Dios, será dado al que sea capaz de humillarse más, y ponerse al servicio de todos. Por eso Juan Pablo II nos decía tantas veces, con insistencia, que en la Iglesia los más importantes no son los que ocupan lugares más altos o de mayor jerarquía a los ojos humanos, sino los más santos...

BarrerYo creo que la figura de este Papa fue creciendo precisamente por esto, porque no fijó en él, sino en el servicio que podía hacer por lo demás. Estoy seguro que quizás algunos de sus colaboradores, así como otros fieles, hubieran deseado que en sus últimos días no se expusiera, como lo hizo dramáticamente, a que lo viéramos limitado por la enfermedad, asomándose al balcón tratando de decirnos alguna palabra y quedándose totalmente imposibilitado de hablar (justo él, que fue el Papa de la palabra). Como así también sus últimos años se dejo ver en su debilidad, imposibilitado de moverse (justo él, el Papa viajero). No se preocupó de su figura, no "cuidó su imagen", sino que permaneció fiel e infatigable en su servicio, sin el mismo dinamismo pero con la misma entrega del primer día...

El primer lugar, entonces, en el Reino de Dios, no se busca con medallas, sino con servicio y amor. Bastaría una pequeña escoba y una pala también muy chica, para que el que aparece como el más pequeño entre nosotros alcance el primer lugar en el Reino de Dios, por el simple hecho de valerse de estos humildes instrumentos para servir con amor en la entrega de cada día...

Pero hay que tener cuidado. Porque el mismo servicio del amor puede envolvernos de tal modo, que queramos destacarnos en él, para ser "el más grande". Por eso Jesús, además de invitarnos al servicio humilde, conformándonos con "el último lugar", con otra parábola nos invita al amor desinteresado...

Hermanitas3. TENEMOS QUE INVITAR A LOS MÁS POBRES AL BANQUETE DE NUESTRO AMOR... Porque puestos a servir, también podemos caer en la trampa de buscar la recompensa que premie nuestro esfuerzo, mientras que Jesús nos exhorta a hacer el bien sin esperar nada a cambio...

A veces de las formas más sutiles y disimuladas se nos cuela la búsqueda de la retribución. Quizás nos quejamos porque no nos agradecen algo bueno que hemos hecho. Quizás también nos lamentamos porque no recibimos nosotros de los demás tanto amor como el que damos. Como si tuviera algún sentido esperar retribución por lo hacer lo que el amor nos ha dictado...

CorazónPor eso, puede ayudarnos pensar que cada uno de nosotros somos como un banquete, en el que Dios ofrece a los demás sus dones. No hace falta que nos gastemos en invitar a los que nos conocen y a los que nos quieren, a nuestros parientes y amigos, a servirse de esta mesa que Dios prepara para ellos en nuestro corazón. Lo harán espontáneamente, sin necesidad de que los invitemos. Pero sí hace falta que invitemos a servirse de todos los dones que Dios pone en nosotros a los que no nos conocen y a los que no tienen cómo agradecernos. Eso ayudará a que nuestro amor sea más puro y desinteresado. Bastará que nos demos cuenta que todo lo hemos recibido de Dios, y que, por lo tanto, no somos propiamente dueños de nada, para que busquemos compartir todo lo que somos y lo que tenemos con los demás, sin pedir ni buscar nada a cambio...


Lecturas bíblicas del Domingo XXII del Tiempo Ordinario del Ciclo C:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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