Esta fue mi predicación de hoy, 14 de
enero de 2007,
Domingo
II del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico C, en
la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1.
HACEN FALTA VARIAS COSAS CUANDO QUEREMOS PREPARAR UNA FIESTA... La
fiesta es parte de la vida, por eso nos gusta hacer, de vez en cuando,
una fiesta. Sin embargo, las fiestas no se hacen así
nomás. Hacen falta
algunas cosas...
En
primer lugar, nadie puede hacer una fiesta estando solo. Necesitamos
otros con quienes celebrar, con quienes organizar la fiesta, con
quienes compartirla, a quienes invitar, que estén
disponibles y
dispuestos a participar en ella. Además, fiestas especiales
requieren
preparaciones especiales. Así fue la de Reyes, el 6 de enero
pasado.
Como todos los años, aquí en el Hogar
Marín después de la Misa se
preparó una representación de los Reyes, para lo
cual nos disfrazamos y
fuimos en procesión hacia una imagen del Niño,
llevándole regalos y
explicando los que cada uno de nosotros podíamos ofrcerle al
reconocerlo como nuestro Señor y Salvador. A eso
siguió un rico asado
para los residentes, los empleados y empleadas y algunos voluntarios...
Pero, de todos modos, con todo eso no alcanza. Porque, cuando queremos
preparar una fiesta, lo primero que hace falta es un buen motivo para
festejar, ya que no puede haber fiesta, si no hay algo que pueda ser
festejado, algo que sea capaz de unir los corazones en una
común
alegría, algo que tenga que ver con el núcleo de
toda fiesta y toda
celebración, que es el don de la vida...
Es por eso que la presencia de Jesús en las Bodas de
Caná hizo
especialmente feliz esa fiesta. No sólo porque
cambió el agua en vino,
sino, y especialmente, porque movido por María, su Madre,
allí comenzó
Jesús a hacer los signos con los que nos mostró
que Él podía darnos los
verdaderos motivos de fiesta y alegría...
2. ES
JESÚS EL QUE ALEGRA NUESTRA FIESTA, ÉL NOS HA
DADO LA VIDA... A partir
del pecado, nuestro destino, como el de todos los hombres, era la
muerte. Y si ese es el horizonte que tenemos por delante, no es
posible, o tiene poco sentido, la fiesta y a la alegría.
Pero Jesús no
quiso dejarnos en semejante desamparo. Por eso, se hizo hombre y
nació
de María. Llegada su Hora, se entregó a Dios
nuestro Padre en el
supremo acto de Amor de la Cruz, y con su Resurrección, nos
abrió las
Puertas del Cielo, para que podamos pasar de la muerte a la Vida...
Así como
en Caná transformó el agua en vino, y del mejor,
para que pudiera
continuar la fiesta, Jesús en la Cruz transformó
el dolor en camino de
salvación, y todos nuestros pecados como ocasión
para que se manifieste
la misericordia de Dios, que nos llama a la Salvación.
Así transformó,
con la Resurrección, la muerte en Vida. Esos son los
milagros que
realmente importan, y que nos permiten tener verdaderos, profundos y
permanentes motivos de fiesta y alegría...
La presencia de Jesús en Caná hizo de las bodas
que allí se celebraban
un signo de su propia presencia salvadora. El gran signo, en realidad,
fue el mismo Jesús, y el gran motivo de fiesta, no
sólo para acalla
ocasión, sino para todos los tiempos y para toda la
humanidad...
Jesús nos mostró que es capaz de transformar
nuestra vida, así como lo
hizo con el agua, para que fuera vino. El mismo matrimonio se
convirtió, elevándolo Jesús a la
categoría de sacramento, en un signo
de Su entrega fiel y salvadora. El matrimonio, como sacramento, es un
signo que nos anticipa la Gran Fiesta que se celebrará al
final de los
tiempos en el Cielo, en el desposorio con tda la humanidad...
3. COMO EN CANÁ,
MARÍA NOS PIDE QUE HAGAMOS TODO LO QUE JESÚS NOS
DIGA... Jesús no
estuvo solo en las Bodas de Caná. María
también estaba, y gracias a
ella Jesús hizo el primero de los signos que nos permiten
identificar
en Él a nuestro Salvador. El Evangelio recoge
sólo dos frases propias
de María. Cuando el Ángel le anuncia la
Encarnación, ella responde
"Hágase en mí según tu Palabra". Y en
Caná dice, mirando a Jesús,
"Hagan todo lo que Él les diga" (el Magnificat lo canta
María tomando
frases del Antiguo Testamento). Son frases claves, que
señalan el
camino de nuestra salvación...
María nos enseña,
entonces, con su propia experiencia ("hágase en
mí según tu Palabra",
dijo ella, y todo le fue bien siempre, siendo la Estrella que nos
muestra el camino de la fidelidad a Dios), que vale le pena hacerle
caso a Dios. Y nos exhorta a hacerlo todo el tiempo ("hagan todo lo que
Él les diga" vale para nosotros como para los que estaban en
Caná en
esas bodas)...
Basta hacer todo lo que Jesús nos dice, para que siempre
tengamos
motivos de fiesta, ya que tendremos con Él la
salvación y la Vida.
Tendremos, entonces, que llenar nuestras propias tinajas. Tendremos que
poner todo lo que depende de nosotros, con fidelidad y docilidad a la
voluntad de Dios, y Él transformará nuestras
incapacidades y
limitaciones en instrumentos y signos de su amor salvador. Y tendremos
que ir al Evangelio para encontrar lo que Jesús nos dice, y
hacerlo.
Podemos estar seguros que, si hacemos siempre lo que Jesús
nos dice,
tendremos siempre motivos de fiesta y estará siempre
asegurada nuestra
alegría. Si, en cambio, dejamos de hacerlo, no
podrán ser nunca
duraderas nuestras alegrías...