Esta fue mi predicación del 24 de diciembre en la Misa de
Nochebuena en el Hogar Marín, y de hoy, Lunes 25 de diciembre de 2006,
Solemnidad
de la Navidad, en la Abadía Santa
Escolástica:
1. HAY MUCHOS A QUIENES SE LES HACEN MUY DUROS LOS FESTEJOS DE LA
NAVIDAD... A muchos les cuesta esta fiesta, porque creen que no tienen
motivos para la alegría, y por lo tanto tampoco derecho a ella. Piensan
que son muchas las amarguras que les han caído encima, y que no pueden
permitirse traicionar ese sentimiento de dolor y darse el lujo de la
alegría...
Benedicto XVI nos
recordaba el
Angelus
del 17 de diciembre pasado que especialmente en Oriente próximo, en
las tierras donde nació Jesús y en sus alrededores, pero también en
algunas zonas de Africa y en otras partes del mundo, hay muchos que hoy
viven el drama de la guerra. Y le surgía entonces espontáneamente la
dramática pregunta: "¿qué alegría pueden vivir? ¿Cómo será su
Navidad?". También hay hoy muchos enfermos, nos recordaba ese día el
Papa, que sufren no sólo en su cuerpo la enfermedad, sino también en su
espíritu, porque se encuentran solos y abandonados. Junto a esto, nos
recordaba, está también el drama de los jóvenes que están
desorientados, porque buscan en vano la alegría en donde es imposible
encontrarla: en una carrera desenfrenada hacia un éxito que no se
alcanza y que no sacia, o en falsas diversiones, o en pasajeros
momentos de borrachera o en el paraíso artificial de la droga...
Lo mismo podemos pensar nosotros hoy en nuestra Argentina cruel ante
las víctimas de una sociedad que se ha vuelto violenta de una manera
absurda. En estos días de fiesta, como en el cercano "fin de semana
largo" del 8 de diciembre, muchos han muerto en accidentes sucedidos en
las rutas de nuestro país, que han dejado familias desintegradas a las
puertas de la Navidad. Y cada día sabemos de asesinatos sin sentido que
se suceden en uno y otro rincón de nuestra patria, sin más explicación
que el desenfreno de una violencia inexplicable e innecesaria, ante una
sociedad que no encuentra cómo poner límite al delito impune...
No es posible darnos un espacio para la alegría de la Navidad sin
preguntarnos cómo pueden celebrarla los que son golpeados por estas
realidades tan crudas como reales. Como se preguntaba el Benedicto XVI
en el
Angelus
del 17 de diciembre pasado, ¿cómo compartir con ellos la alegría
sin faltarles el respeto en su sufrimiento? Yo creo que esto es posible
si vamos hasta el fondo del sentido más profundo de la Navidad, y
encontramos razones que nos lleven a una alegría que nada ni nadie nos
pueda arrebatar...