Esta fue mi predicación de hoy, 1 de enero de 2007,
Solemnidad
de Santa María Madre de Dios y Jornada Mundial de la Paz, en el
Hogar
Marín:
1.
CUANDO RECIBIMOS VISITAS EN
CASA, SIEMPRE NOS DEJAN SUS HUELLAS...
Cuando recibimos visitas, tal como sucede con frecuencia en estos días
de fiesta,
nos lleva un buen tiempo preparar la casa, ponerla en orden, quizás
incluso
arreglando muchas cosas que, si no fuera porque llegan estas visitas,
quedarían
rotas o desordenadas por vaya uno a saber por cuanto tiempo. Y una vez
que termina la visita y se van los huéspedes,
siempre quedan sus huellas...
La
primera huella que podemos
constatar es que muchas cosas quedan sucias o fuera de lugar,
porque es natural que hayamos usado mucha vajilla, muchos vasos y
muchos cubiertos para la comida y la bebida de cada día. Además
seguramente hemos utilizado muchas botellas y otra cantidad de cosas de
las que quedan dando vuelta los envoltorios. También seguramente nos
quedan los regalos que nos han traído los visitantes, como signo de su
cariño...
Pero además de todo
esto, también quedan las
huellas más importantes que nos
dejan las visitas, que son las que nos dejan en el corazón. La visita
de
los amigos y de los familiares en nuestras casas con ocasión de las
fiestas son una oportunidad de
intercambio fraterno que va mucho más allá de darnos noticias unos
sobre los otros. Nos permiten también un intercambio espiritual, que
nos hace crecer a todos. Por eso, cuando se
van los que nos han visitado, normalmente descubrimos que hemos nuestro
corazón late más fuerte, de manera distinta, por todo lo que hemos
recibido de ellos. Cuando se van las visitas, no somos igual que
antes que ellas hayan
estado...
Si esto pasa con las visitas que nos hacemos entre amigos y
parientes, mucho más y con mucha mayor razón, sucede cuando es Dios
quien nos
visita. Y exactamente eso es lo que ha sucedió en aquella noche de
Belén que hemos
revivido en esta Navidad que celebramos hace exactamente una semana...
2.
SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS,
ES LA MAYOR HUELLA DE DIOS EN EL
MUNDO... Dios se hizo Hombre cuando, viendo la postración en la que nos
había dejado el pecado, quiso salvarnos. Siendo Dios de verdad, quiso
hacerse
Hombre también de verdad, para salvarnos "desde adentro", asumiendo
nuestra condición humana y siendo uno de
nosotros. Para eso se eligió una Madre, y nació verdaderamente, como
Hombre, y como Dios. Así María es, como Madre de Jesús, verdaderamente
Madre de Dios...
Esto marcó
definitivamente a María, que ya en
previsión de su misión maternal fue preservada desde el primer instante
de su concepción de toda mancha, tal como lo hemos celebrado el 8 de
diciembre en la Solemnidad de la
Inmaculada
Concepción. Por eso podemos decir que María es la mayor Huella que
Dios ha dejado en el mundo, desde el
momento en que decidió hacerse Hombre para salvarnos y vino a
visitarnos. Buscando esos
brazos maternos que lo cobijaran, hizo de María su Madre. María, que es
verdaderamente Madre de Dios, acompañó su camino de salvación
desde el Pesebre hasta la Cruz, y al pie de la misma participó del
ofrecimiento con el que Jesús se entregó al Padre para salvarnos. Y al
pie de la Cruz, Jesús nos ha confiado a su Madre, para que sea también
Madre nuestra...
Ya la oración más
antigua que se conoce
dirigida a María la nombra con este título de Madre de Dios:
Bajo
tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No
desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades.
Antes bien, líbranos de todo peligro. Virgen gloriosa y bendita.
Con el mismo título la llamamos al final de la oración con la que con
más frecuencia
nos dirigimos a ella, especialmente en el Rosario, el Ave María:
Santa
María, Madre
de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra
muerte.
En María podemos ver la huella de Dios, y lo que Él ha querido
para nosotros. En su sencillez de mujer humilde y fiel, entregada del
todo a los planes de Dios, en sus continuos gestos de caridad y amor,
todos nosotros encontramos siempre no sólo amparo, sino también un
modelo de
nuestro propio camino que nos lleva a Dios. María presentando al Niño
en el Templo a los ocho días de su nacimiento para ser circuncidado y
recibir el nombre de Jesús, es decir, Dios que salva, nos
muestra con los hechos una vida que siempre fue dócil y obediente a los
planes de Dios. Por eso todo en María nos habla de Jesús, todo en María
se encamina hacia Jesús, todo en María nos lleva a Jesús. María es así
un huella que
siempre nos lleva a Jesús, su Hijo y nuestro Salvador, la fuente desde
la que surge la Luz y la Paz para el mundo entero...
3. LA PERSONA HUMANA,
CORAZÓN DE LA PAZ: UN DON Y UNA TAREA...
Por eso, hace ya 40 años los Papas (primero Pablo VI, después Juan
Pablo II y ahora Benedicto XVI), han querido que el día en que comienza
el año y se celebra la Solemnidad de María, Madre de Dios, sea también
la Jornada Mundial de la Paz. La Paz siempre surgirá de la sencillez
del Pesebre, en el que
nació Dios hecho Hombre, que fue recibido por María, José y los
Pastores...
El Papa Benedicto XVI, siguiendo las huellas de Pablo VI y
Juan Pablo II, nos ha dado un lema para la Jornada Mundial de la Paz de
este año: "
La
persona humana, corazón de la paz". Y además, como hicieron cada
año desde 1968 sus
predecesores, nos ha escrito un
Mensaje.
Nos enseña en primer lugar que, ya que tenemos la buena costumbre al
comenzar un nuevo año de desearnos la paz y la prosperidad, los
primeros que tienen derecho a que nos dirijamos con estos buenos
sentimientos hacia ellos son los que hoy se encuentran probados por el
dolor y el sufrimiento
...
Y enseguida nos lleva
a comprender, a la luz del lema que nos ha dado para la Jornada Mundial
de la Paz de este año, por qué la paz es al mismo tiempo un don de Dios
y un tarea de cada uno de nosotros. Porque Dios nos ha hecho a su imagen, nos dice
Benedicto XVI en su Mensaje,
y de esa imagen de Dios que se realiza en nosotros proviene la dignidad
de toda persona humana. Esto nos hace capaces de conocernos, hacernos
dueños de nuestro pensar y obrar, de entregarnos libremente y de entrar
en comunión con otras personas. Por esto mismo estamos llamados a vivir
una alianza con Dios nuestro Creador, respondiendo a su llamado con fe
y amor. Como nos decía San Agustín y nos recuerda Benedicto XVI en su Mensaje, "Dios, que nos ha creado sin
nosotros, no ha querido salvarnos sin nosotros"...
La Paz será siempre un don de Dios, que comienza en la creación por la
que Dios nos ha regalado un universo ordenado y armonioso, y se
continúa en la redención, ya que desde la ternura del Pesebre a la
crudeza de la Cruz, Jesús ha venido a salvarnos del pecado y de la
muerte con su Resurrección. Pero también será siempre una tarea que
está en nuestras manos, ya que a nosotros nos toca, nos dice el Papa
con convicción respetar a cada persona humana, a la imagen de Dios que
hay en todos y cada uno, para promover la Paz, cuyo corazón está en
todas y en cada una de ellas...