Esta fue mi predicación de hoy, 15 de agosto de
2007,
Solemnidad
de la Asunción de la Virgen María, en
el Hogar
Marín:
1. LAS
ALEGRÍAS SON MÁS GRANDES, SI SE LAS
PUEDE COMPARTIR CON LOS DEMÁS... Las verdaderas
alegrías ponen su nido
en el
corazón, y allí echan sus raíces. Pero
una vez que llenan el corazón,
necesitan expandirse hacia afuera, no se las puede mantener encerradas
en el corazón. Nos serviría de muy poco una
alegría que tuviéramos que
guardar para siempre en el corazón, sin que los
demás puedan enterarse.
Terminaría aislándonos de los demás y
encerrándonos en la
soledad...
Pensemos,
por ejemplo, en la ocasión de un festejo por un resultado
deportivo, o un cumpleaños, o una fiesta religiosa. Si
tuviéramos que
festejar solos,
es muy probable que terminemos durmiéndonos.
¿Quién puede imaginarse a
un simpatizante entusiasta
de un Club de Fútbol solo en la tribuna celebrando las
audacias y aciertos de su equipo preferido? Lo más
lógico es que busque
unirse a otros, incluso desconocidos, para tener con quien compartir la
alegría de ese momento. Es que la alegría de la
fiesta va
de la mano de la necesidad de compartirla
con otros...
Y cuanto
mayor sea la alegría, más fuerte será
la necesidad de encontrar con
quién celebrarla. Pero sucede además algo
notable, que nos muestra la
naturaleza espiritual de la alegría. Porque cuanto
más se las comparte,
no
disminuyen ni se ponen viejas ni "se gastan" sino todo lo contrario,
porque compartir las alegrías hace que sean cada vez
más
grandes...
Una alegría que puede ser de todos, entonces, pasa a ser una
alegría
mayor. Y justamente de esto se trata en la
celebración de hoy. Porque hoy, en la Solemnidad de la
Asunción,
celebramos a la Virgen María que después de su
muerte ha
sido llevada "en cuerpo y alma", es decir, completamente, al Cielo,
alcanzando anticipadamente la participación en la
Resurrección de
Jesús, que Él nos promete a todos los que nos
disponemos a seguir su
camino. Este es el motivo de la alegría de hoy, y es una
alegría que no
tiene fronteras...
2. LA ASUNCIÓN DE
MARÍA A LOS CIELOS NOS
MUESTRA UNA ALEGRÍA QUE ES PARA TODOS... La Solemnidad que
hoy
celebramos nos muestra a María que ya ha llegado a la
más profunda
alegría, ha sido
llevada "en cuerpo y alma" al Cielo. Conviene saber por
qué...
María es el "Arca de la Nueva Alianza". El Pueblo de Israel
llevaba en un cofre llamado "Arca de la Alianza" las Tablas de la Ley
que Moisés recibió de Dios con los
mandamientos. De manera semejante, María llevó en
su seno, desde el momento de la Anunciación, a
Jesús, nuestro Salvador,
que realiza nuestra Alianza salvadora con Dios. Jesús
tomó su cuerpo
del seno de María. Por eso es razonable que que
Él mismo
quisiera que el cuerpo de María, del que tomó el
suyo, no estuviera
sometido a la corrupción del sepulcro. Por eso en
María Dios quiso
anticipar el
resultado final y completó inmediatamente después
de su muerte la meta
para la que Él mismo nos ha llamado y que podemos alcanzar
gracias a la
muerte y la
Resurrección de Jesús. María,
después de su
muerte, fue llevada en cuerpo y alma al Cielo. En ella se
realizó
anticipadamente lo que nosotros tendremos que esperar hasta que se
complete el final de
la historia...
De esta manera
María,
la primera después de
Jesús en alcanzar la plena alegría en cuerpo y
alma en el Cielo, se ha
convertido en una
figura de la Iglesia. Por una parte, así como ella dio a luz
a Jesús,
nuestro
Salvador; la Iglesia da a luz a los cristianos a través del
Bautismo,
para hacernos participar en esa salvación.
Además, así como Jesús la
llevó a ella al Cielo, la Iglesia nos da cada día
los instrumentos para
caminar hacia el Cielo: la Palabra de Dios y los Sacramentos,
instrumentos de la salvación...
El encuentro definitivo de María con Jesús
resucitado no tuvo demora.
Inmediatamente después de su muerte fue llevada en cuerpo y
alma al
Cielo. El nuestro, en cambio, tendrá que pasar por ese
tiempo de espera
que se dará
entre nuestra muerte y el fin del mundo. De todos modos, aunque para
alcanzar la plenitud de esa alegría eterna habrá
que esperar, ya desde
el momento mismo de
nuestra muerte comenzaremos a gozarla, si hemos alcanzado la meta, el
Cielo. Mientras tanto, mientras vamos de camino, nos alienta en nuestra
marcha mirar
con gozo la resurrección de María, y podemos
participar ya de algún
modo en su alegría, como hacemos especialmente en este
celebración
junto con toda la Iglesia...
3.
HAY QUE VIVIR COMO
MARÍA, PARA ALCANZAR
CON ELLA LA ALEGRÍA DE LOS CIELOS... De María
aprendemos no sólo cual
es la alegría que nos espera en el Cielo, sino
también el camino por el
que se llega a él. Porque María,
además de Madre, fue una fiel discípula del
Señor...
María fue una
Mujer de fe. Porque
siempre le creyó a Dios,
aceptando la
propuesta que el Señor le presentó a
través del Ángel en la
Anunciación, abrió sus puertas al Misterio de
Dios que en ella se hizo
carne, y de esa manera abrió las puertas del mundo para que
llegara
nuestro Salvador...
María fue
una
Mujer de esperanza. Por
eso
pudo ver cumplirse las promesas de salvación que Dios hizo a
su Pueblo
desde los primeros tiempos. Su visita a su prima santa Isabel fue la
ocasión para que, con corazón lleno de gratitud y
de confianza, cantara
sus alabanzas a Dios en el
Magnificat (cf. el final
del
Evangelio de hoy)...
Pero María es también una
Mujer
de caridad. Por esta razón,
enseguida después de recibir la Anunciación,
partió sin demora para
visitar a su prima santa Isabel, mujer anciana de quien
nacería san
Juan el Bautista (cf. el comienzo del Evangelio de hoy).
María nos
muestra de esta manera que el camino no es
sólo fe y esperanza, sino también y
principalmente amor. Nos muestra
que el servicio es el camino de la verdadera alegría, el
camino que nos
lleva a Dios. Las
Hermanitas
de los Pobres nos muestran un modo de ese servicio, buscando
el
rostro de
Jesús en los ancianos enfermos, y
enseñándonos a servirlos con alegría
y amor. De
éste o de otro modo, sabemos que siempre el camino para
alcanzar la
alegría del Cielo será, como nos
mostró con su vida María, mujer de fe,
de esperanza
y de caridad, el servicio en el amor...