Esta fue mi predicación de hoy, 3 de diciembre de 2006,
Domingo I de Adviento del Ciclo Litúrgico C, en la
Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1. LA
LIBERTAD ES UNO DE LOS GRANDES ANHELOS DE TODOS LOS TIEMPOS... Hay
cosas que se repiten a lo largo de todos los tiempos. Una de ellas es
el anhelo de una libertad que nos permita ser lo que queremos ser, a la
medida de nuestras propias inquietudes...
Para
algunos la mayor aspiración consiste en liberarse del despertador, en
cuanto representa una imagen de la responsabilidad y de las urgencias
que hay que atender de manera impostergable, más allá de los gustos o
de las ganas que se tenga de hacerlo. Del despertador nos liberamos, a
veces, en tiempos de vacaciones, pero de todos modos sólo por unos días
y siempre con término acotado. Quizás para otros el mayor anhelo sea
verse liberados de las limitaciones de una rodilla que no funciona del
todo bien, o de unas piernas que con el tiempo se han ido haciendo más
pesadas y no le permiten correr, y en los casos más graves hasta
caminar. Muchas veces podemos anhelar vernos liberados de una
enfermedad que se nos viene encima o nos tiene contra las cuerdas, sin
darnos respiro, y de la que nos podemos cansar...
Muchos hoy quizás
tengan como mayor aspiración verse liberados de la pobreza, a veces
extrema y fatal, en la que se han visto envueltos, con alguna o con
ninguna responsabilidad personal. Finalmente, quizás otros estamos
anhelando vernos liberados de las autoridades (del jefe en el trabajo,
de las autoridades políticas), de las "esclavitudes" a las que nos
someten o en las que nosotros mismos nos hemos enredado. Puede ser
también que queramos vernos liberados de personas que nos tienen
cansados, o a las que ya no queremos ver, porque no las soportamos, o
porque nos hacen la vida muy difícil. En definitiva, quizás nos
gustaría encontrarnos con la libertad del que vuela a sus anchas por el
cielo, sin más limitaciones que el horizonte, anhelando la liberación,
la reconquista de una libertad perdida, con la convicción que nos da la
fe de que Dios nos ha hecho para la libertad...
Por eso, al comenzar hoy el año litúrgico con el tiempo de Adviento,
que a lo largo de cuatro semanas nos permitirá preparar como Dios
manda, es decir, bien, la Navidad, Jesús nos habla del final de los
tiempos, describiéndolo con signos que aparecen como conmovedores e
incluso catastróficos, y sin embargo invitándonos a levantar la cabeza,
ya que está por llegar nuestra liberación, es decir, el cumplimiento de
un anhelo de todos los tiempos...
2. JESÚS
VIENE PARA TRAER A ESTE MUNDO NUESTRA LIBERACIÓN... Para eso ha venido
al mundo. Y para eso sigue viniendo todo el tiempo. Jesús vino para
liberarnos de las consecuencias del pecado y de la muerte, y eso lo
logró por su Amor, con su muerte y con su Resurrección. Así nos abrió
las puertas del Cielo, donde ha ido a prepararnos un lugar en la Casa
de su Padre, que ha querido sea también la nuestra...
Pero así como ha venido en el tiempo, en la historia, y ha completado
todo su camino, comenzado en la pobreza y en la ternura de un Pesebre y
concluido en la crudeza y la inmensidad dramática de una Cruz, de la
misma manera sigue viniendo todo el tiempo, para realizar en nosotros
su salvación y nuestra liberación...
Cuando comenzamos a
preparar la Navidad, no sólo nos preparamos para evocar la venida de
Jesús en aquel tiempo pasado, sino que especialmente nos abrimos a su
venida presente, en la que llega a nosotros con su Palabra y sus
Sacramentos, para darnos su salvación. Prepararnos a esta llegada
salvadora de nuestro Liberador nos exige tener en cuenta cómo y con qué
viene el que nos puede salvar de nuestras opresiones y esclavitudes.
Nos exige estar atentos a aquellas cosas que nos hacen anhelar la
libertad como un bien perdido y al mismo tiempo buscado con urgencia y
ansiedad...
Ya lo
decía el profeta Jeremías: nuestro salvador trae de la mano "la
justicia y el derecho". Por lo tanto, para recibirlo de corazón, habrá
que disponerse a encontrarlo alimentando nuestra vida con estas
virtudes. Dicho sea de paso, no se trata sólo de esperar que otros
hagan con nosotros justicia, mientras exigimos nuestros legítimos
derechos, sino de aprender a vivir desde lo más profundo de nuestro
corazón las exigencias que nos plantea ser justos con los demás, y
ocuparnos y preocuparnos por el respeto de sus derechos...
En realidad, para vivir de esa manera nos hace falta, como nos dice San
Pablo hoy, que Jesús nos haga "crecer cada vez más en el amor mutuo
hacia todos los demás", ya que no hay justicia que puede sostenerse, si
no se edifica sobre el amor, entendido no sólo como un sentimiento,
sino principalmente como la decisión perseverante de buscar el bien de
los demás...
En definitiva, no hay otra manera de recibir la libertad, la
liberación, la salvación que Jesús ha venido a traernos, que romper las
cadenas que nos atan a las consecuencias del pecado y de la muerte,
fortaleciendo nuestros corazones en la santidad, de la mano de Jesús. Y
en eso consiste el tiempo de Adviento en el que acabamos de entrar...
3. JESÚS VIENE:
PREPAREMOS UN PESEBRE EN EL CORAZÓN PARA RECIBIRLO... Jesús viene, como
siempre, desde que se hizo Hombre y nació en Belén, para abrir nuestros
horizontes con su Resurrección, y para eso no necesita pedirnos
permiso. Sin embargo, en su sigiloso respeto de nuestra libertad, no
nos impone su salvación. Así como en Belén hubo quienes lo recibieron,
los pastores, en torno a un Pesebre en el que se alimentaban los
animales, y otros que lo dejaron fuera de sus casas (en las posadas y
en la ciudad), así también pasará en esta Navidad...
Iremos señalando con la
Corona de Adviento nuestra preparación para la Navidad. Cada Domingo de
este tiempo de salvación iremos encendiendo una vela más, marcando de
este modo de una manera visible los cuatro pasos que daremos
preparándonos para recibir a Jesús...
Para
recibirlo a Jesús, que viene a nosotros con el regalo de la salvación,
a nosotros nos toca prepararle un lugar. Sabemos que no necesita un
palacio ni una gran mansión. Bastará que nos animemos a prepararle un
sencillo Pesebre en nuestro corazón...
Ese Pesebre se arma día a día durante el Adviento, recuperando nuestra
libertad para vivir en la justicia y el amor. Podrá parecernos "poca
cosa", demasiado despojado, sobre todo al comienzo, cuando lo empezamos
a armar. Sin embargo, si realmente empezamos ahora, sin demora,
estaremos haciendo mucho para que, recibiendo a Jesús, se concreten
nuestros más grandes anhelos en esta Navidad...