La intimidad de Dios...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 15 de junio de 2003, Domingo de la Santísima Trinidad, coincidente esta vez con el Día del Padre en Argentina y algunos lugares más. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
1. SÓLO DESDE ADENTRO SE CONOCE LA INTIMIDAD DE UNA FAMILIA... Dice un dicho habitual, y confirma la experiencia, que "cada familia es un mundo". Por eso, no es fácil conocer "desde afuera" lo que sucede en una familia. Sólo es posible conocer su intimidad "desde adentro".
 
Hay una cantidad de "códigos" internos, que son propios de cada familia. A veces bastan miradas, gestos, palabras cortadas, o simples silencios, para expresar cosas que significan algo distinto en cada familia. Recién cuando pasamos "más allá de la recepción", que es el único lugar de la casa donde se admite habitualmente a las visitas o a los extraños, y entramos en la intimidad, nos encontramos con la libertad en la que cada uno se manifiesta "como es", sin máscaras ni disfraces que ocultan su más profunda realidad...
 
Y como dijo Juan Pablo II en su primer viaje a México, en Puebla, el 28 de enero de 1979, Dios no es un Solitario, Dios es Familia. También a Dios, entonces, se lo conoce verdaderamente cuando se entra en su intimidad. Esto hubiera sido imposible para nosotros, si no fuera porque Él mismo nos abrió las puertas...
 
2. DIOS ES FAMILIA, Y NOS DIO A CONOCER SU INTIMIDAD... ¿Quién lo hubiera podido conocer, si Él no se hubiera bajado hasta nuestra pequeña estatura? Este es el misterio de la encarnación: Siendo Dios, se hizo Hombre, y puso su morada entre nosotros. Nació de María, se puso bajo el cuidado de San José mientras crecía, se sometió a todas las vicisitudes de nuestra condición humana, incluso la muerte, y muerte de Cruz, y a lo largo de todo su camino terreno se nos dio a conocer.
 
Este es el misterio que celebramos hoy, la Santísima Trinidad. Misterio que nos habla de la grandeza, y a la vez de la cercanía de Dios. Dios, que es Amor. Un Amor tan grande que no puede quedarse encerrado en sí mismo. Por eso hizo el mundo y todo lo que hay en él, y nos dio la vida, como Padre, para hacernos participar de la riqueza de su Amor. Aunque muchas veces perdamos de vista algo tan elemental, la lectura del Deuteronomio nos ayuda a recordar que Dios es Dios, allá en el Cielo y aquí en la tierra, que es la obra de sus manos.
 
Para conocer a Dios, hay que entrar en su intimidad. Y Jesús vino a hacer que esto fuera posible. Siendo Dios, vino a poner su morada entre nosotros, y nos hizo conocer a Dios. Él nos abrió las puertas para entrar en la intimidad de Dios. Y como nos recuerda San Pablo, nos dio su Espíritu Santo, que nos hace llamar a nuestro Padre con la confianza de los verdaderos hijos, diciéndole "Abbá", es decir, "Papá".
 
Así, en la grandeza de su bondad, Dios nos hizo sus hijos y nos llamó a formar parte de su familia. Precisamente esto es la Iglesia, que Jesús fundó sobre los fundamentos de su propio Amor a los hombres, enviando a los Apóstoles, con su poder, a cumplir una misión, como nos muestra el Evangelio de hoy:
 
3. EN LA FAMILIA DE DIOS, EL PODER NO ES DOMINIO SINO MISIÓN... De las manos de Dios salió el Hijo para traernos, en la Cruz y en la Resurrección, la salvación. Y todo este don misericordioso de su amor está destinado a todos los hombres.
 
Por eso, una vez resucitado, Jesús dejó a los Apóstoles una misión, que se extiende a todos los tiempos a todos los rincones del mundo, ya que consiste nada más y nada menos que en hacer de todos los hombres sus discípulos, bautizándolos y enseñándoles a cumplir todo lo que les ha mandado. Esta fue y es la misión de la Iglesia, en la que todos participamos, cada uno según la propia condición.
 
Viene bien recordar, porque no es superfluo, que el poder en la Iglesia, que surge de las manos de Jesús, no es para el dominio, sino para una misión. Hoy, día del padre, además de felicitarlos a todos, y rezar por los que ya no están con nosotros, también es bueno recordar que la familia es una "Iglesia doméstica". Y por lo tanto, también en ella todo poder no es dominio, sino misión, de ayudar a que todos los hijos se acerquen a Dios...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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