Lo que más necesitamos...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 23 de febrero de 2003, VII Domingo del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán. Me basé en estas frases de la Escritura:

 
1. NO SIEMPRE LO QUE MÁS BUSCAMOS ES LO QUE MÁS NECESITAMOS... Por ejemplo, puede ser que en este tiempo de exámenes los jóvenes que se pongan a rezar, para que les vaya bien en un examen. Y si la cosa es más importante todavía, hasta puede ser que se vayan caminando a Luján, haciendo una promesa (en el camino seguramente rezarán varios Rosarios, pero es difícil que lleven un libro y aprovechen el camino para ir estudiando...).
 
También puede ser que cuando nos duele algo (después de los 40, si al levantarnos no nos duele nada, puede ser señal de que ya nos hemos muerto...), vayamos al médico para que nos dé algo que nos quite el dolor. Y corremos el riesgo, si sólo buscamos eso, de no prestar atención al dolor, que tiene la función de avisarnos que algo no está funcionando...
 
Un último ejemplo. Puede ser que en este tiempo, mientras en Argentina se acercan las elecciones presidenciales, queramos que nuestra patria retome sus caminos de grandeza, que nos marcaron nuestros próceres, y suspiremos por un orden que permita el crecimiento de todos. Pero quizás no asumamos al mismo tiempo que, para que eso sea posible, es necesario que mejoremos un poco (o bastante) nuestra cultura cívica, y asumamos con decisión la voluntad de respetar en todo el orden ciudadano (desde el de los semáforos hasta el de los impuestos)...
 
Puede pasarnos como a los cuatro amigos del paralítico, que lo bajan por el techo delante de Jesús, esperando verlo caminar por milagro: también nosotros, muchas veces, buscamos resultados, incluso inmediatos, sin disponernos al esfuerzo que necesitamos para alcanzarlos....
 
Es verdad, Jesús puede hacer milagros, pero el primero que hace quizás no es el que primero buscamos... Él se ocupa primero de lo que más necesitamos:
 
2. JESÚS PONE EL REMEDIO DONDE ESTÁ LA ENFERMEDAD: PERDONA LOS PECADOS... Jesús sabe dónde comienzan los males que verdaderamente nos hacen daño. No son las tormentas (climatológicas y económicas), ni la inflación, ni siquiera la recesión y la desocupación, y tampoco la suba o la baja del dólar, lo que más nos hace daño, sino el pecado. Y Jesús, como haría todo buen médico que pudiera hacerlo, pone el remedio donde está la enfermedad: perdona los pecados.
 
El pecado es el rechazo de Dios. Es la soberbia con la que queremos tantas veces hacer las cosas sin tomar en cuenta el camino que Dios nos señala con su Palabra. Por supuesto, el pecado, que es el primero y el gran mal, engendra muchos otros daños. El pecado lleva a veces a los tormentas económicas, y a la recesión, y a la inflación, y a la corrupción, y a la falta de solidaridad, y a la violencia, y a tantas otras cosas que son los males de hoy. Por eso Dios comienza por allí su gran milagro. Ofrece el perdón y, con él, repara el corazón de todos los que están dispuestos a aceptarlo.
 
Por allí comienza también nuestra reconstrucción personal, para recuperar nuestra mejor dignidad, la de hijos de Dios. Y a partir de allí, también todo lo demás puede arreglarse...
 
3. HAY QUE ACEPTAR EL PERDÓN DE DIOS, PARA RECONSTRUIR LO QUE HEMOS ESTROPEADO... Quizás creamos que los momentos que vivimos requieran grandes milagros. ¿Cómo alcanzar la paz, ante los peligros belicosos del terrorismo y la posible, o más bien inminente agresión a Irak? ¿Cómo lograr cierto orden en nuestra patria, que se debate todavía en luchas por el poder de las que nos parece ser sólo testigos inertes? ¿Cómo recuperar lo que muchas veces, por nuestra inadvertencia o por nuestra culpa, hemos arruinado en nuestra familia, en nuestros amigos, en nuestro barrio? Todas estas cosas pueden hacernos esperar milagros...
 
Pues bien. El milagro es posible, y Dios está siempre dispuesto a hacer el más grande, y el más necesario: basta que asumamos nuestras culpas y responsabilidades, y Dios nos espera con el milagro de su perdón. A partir de allí, será posible reconstruir lo que hemos estropeado...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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