Lo que más
necesitamos...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 23 de febrero de 2003, VII Domingo del
Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de
Guzmán. Me basé en estas frases de la Escritura:
- Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando... Soy yo, sólo yo, el
que borro tus crímenes por consideración a mí, y ya no me acordaré de tus
pecados (Isaías 43, 19 y 25).
- En efecto, todas las promesas de Dios encuentran su «sí» en Jesús,
de manera que por él decimos «Amén» a Dios, para gloria suya (2 Corintios
1, 20).
- Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y
como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron
el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero
descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres,
Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Unos
escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: «¿Qué está
diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los
pecados, sino sólo Dios? Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les
dijo: «¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus
pecados te son perdonados", o "Levántate, toma tu camilla y camina"? Para
que ustedes sepan que el Hijo de hombre tiene sobre la tierra el poder de
perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu
camilla y vete a tu casa». El se levantó en seguida, tomó su camilla y
salió a la vista de todos nada igual» (Marcos 2, 3-12).
1.
NO SIEMPRE LO QUE MÁS BUSCAMOS ES LO QUE MÁS NECESITAMOS... Por ejemplo, puede
ser que en este tiempo de exámenes los jóvenes que se pongan a rezar, para que
les vaya bien en un examen. Y si la cosa es más importante todavía, hasta puede
ser que se vayan caminando a Luján, haciendo una promesa (en el camino
seguramente rezarán varios Rosarios, pero es difícil que lleven un libro y
aprovechen el camino para ir estudiando...).
También puede ser que cuando nos duele algo (después de los 40, si al
levantarnos no nos duele nada, puede ser señal de que ya nos hemos muerto...),
vayamos al médico para que nos dé algo que nos quite el dolor. Y corremos el
riesgo, si sólo buscamos eso, de no prestar atención al dolor, que tiene la
función de avisarnos que algo no está funcionando...
Un último ejemplo. Puede ser que en este tiempo, mientras en Argentina se
acercan las elecciones presidenciales, queramos que nuestra patria retome
sus caminos de grandeza, que nos marcaron nuestros próceres, y suspiremos por un
orden que permita el crecimiento de todos. Pero quizás no asumamos al mismo
tiempo que, para que eso sea posible, es necesario que mejoremos un poco (o
bastante) nuestra cultura cívica, y asumamos con decisión la voluntad de
respetar en todo el orden ciudadano (desde el de los semáforos hasta el de los
impuestos)...
Puede pasarnos como a los cuatro amigos del paralítico, que lo bajan por el
techo delante de Jesús, esperando verlo caminar por milagro: también nosotros,
muchas veces, buscamos resultados, incluso inmediatos, sin disponernos al
esfuerzo que necesitamos para alcanzarlos....
Es verdad, Jesús puede hacer milagros, pero el primero que hace quizás no
es el que primero buscamos... Él se ocupa primero de lo que más
necesitamos:
2.
JESÚS PONE EL REMEDIO DONDE ESTÁ LA ENFERMEDAD: PERDONA LOS PECADOS... Jesús
sabe dónde comienzan los males que verdaderamente nos hacen daño. No son las
tormentas (climatológicas y económicas), ni la inflación, ni siquiera la
recesión y la desocupación, y tampoco la suba o la baja del dólar, lo que más
nos hace daño, sino el pecado. Y Jesús, como haría todo buen médico que pudiera
hacerlo, pone el remedio donde está la enfermedad: perdona los pecados.
El pecado es el rechazo de Dios. Es la soberbia con la que queremos tantas
veces hacer las cosas sin tomar en cuenta el camino que Dios nos señala con su
Palabra. Por supuesto, el pecado, que es el primero y el gran mal, engendra
muchos otros daños. El pecado lleva a veces a los tormentas económicas, y a la
recesión, y a la inflación, y a la corrupción, y a la falta de solidaridad, y a
la violencia, y a tantas otras cosas que son los males de hoy. Por eso Dios
comienza por allí su gran milagro. Ofrece el perdón y, con él, repara el corazón
de todos los que están dispuestos a aceptarlo.
Por allí comienza también nuestra reconstrucción personal, para recuperar
nuestra mejor dignidad, la de hijos de Dios. Y a partir de allí, también todo lo
demás puede arreglarse...
3.
HAY QUE ACEPTAR EL PERDÓN DE DIOS, PARA RECONSTRUIR LO QUE HEMOS ESTROPEADO...
Quizás creamos que los momentos que vivimos requieran grandes milagros. ¿Cómo
alcanzar la paz, ante los peligros belicosos del terrorismo y la posible, o más
bien inminente agresión a Irak? ¿Cómo lograr cierto orden en nuestra
patria, que se debate todavía en luchas por el poder de las que nos parece ser
sólo testigos inertes? ¿Cómo recuperar lo que muchas veces, por nuestra
inadvertencia o por nuestra culpa, hemos arruinado en nuestra familia, en
nuestros amigos, en nuestro barrio? Todas estas cosas pueden hacernos esperar
milagros...
Pues bien. El milagro es posible, y Dios está siempre dispuesto a hacer el
más grande, y el más necesario: basta que asumamos nuestras culpas y
responsabilidades, y Dios nos espera con el milagro de su perdón. A partir de
allí, será posible reconstruir lo que hemos estropeado...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: