Nuestro aporte a la paz...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 16 de febrero de 2003, VI Domingo del
Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de
Guzmán. Me basé en estas frases de la Escritura:
- La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los
cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: «¡Impuro,
impuro!» Será impuro mientras dure su afección. Por ser impuro, vivirá
apartado y su morada estará fuera del campamento (Levítico 13, 45-46).
- En resumen, sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa
que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios. No sean motivo de
escándalo ni para los judíos ni para los paganos ni tampoco para la
Iglesia de Dios (1 Corintios 10, 31-32).
- Se le acercó un leproso a Jesús para pedirle ayuda y, cayendo
de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme». Jesús, conmovido,
extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado».
En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió,
advirtiéndole severamente: «No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al
sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés,
para que les sirva de testimonio» (Marcos 1, 40-44).
1.
LA PAZ: UN CLAMOR QUE SE DIRIGE A DIOS DESDE TODOS LOS RINCONES DEL MUNDO... Un
sentimiento de miedo amenaza nuestros corazones. No sólo por el terrorismo y la
amenaza de guerra, que parecen adueñarse de la escena, sino también por la
inseguridad y la violencia cotidianas...
Cuando nos parece que no vamos a poder escapar solos de estas amenazas, lo
mismo que el leproso que cae de rodillas ante Jesús, nos dirigimos a Dios con un
grito: "sácanos de este lío en el que nos hemos metido, en un mundo en el que el
desarrollo y el sistema de vida y de organización que nos hemos dado nos llevan
a una injusticia creciente, en el que los ricos son cada vez más ricos y los
pobres cada vez más pobres, y en el que la tecnología, que podrían hacer tanto
bien puesta al servicio de la vida, en cambio la manipula y la aniquila...".
Todas las numerosas y multitudinarias manifestaciones de ayer, en todo el mundo,
que parecían dirigirse a Bush, también pueden entenderse como una grito lanzado
a Dios, como el que humildemente el leproso lanzaba a Jesús, que pasaba por el
camino...
2.
DIOS QUIERE LA PAZ PARA TODOS, Y PURIFICA LOS CORAZONES DE QUIENES SE LA
PIDEN... Lo dice también "a gritos" desde la cruz, en la que nos muestra que Él
asume y sufre las consecuencias del odio y la violencia, para lograr la paz (San
Pablo nos habla de la conveniencia de sufrir la injusticia y ser despojado,
antes que reaccionar ante ella... cf. 1 Corientios 6, 7).
La Cruz es título suficiente para que Jesús nos hable de la paz, porque
hizo todo para conseguirla. Todo puede cambiar, decía el Papa a los diplomáticos
acreditados ante la Santa Sede el 13 de enero de 2003 (ver arriba), depende de
nosotros y también de los gobernantes. Y para alcanzar la paz, hay que decirle
que sí rotundamente a algunas cosas, y que no a otras.
Sí a la vida. Respetar la vida y las vidas, la nuestra y la de los demás.
Por eso ocuparse de la vida de los demás, cuidarla, protegerla (la de los que
han nacido y la de los por nacer), ocuparnos del cuidado y de la salud de los
que tienen derecho a esperar de nosotros un servicio), es trabajar por la
paz.
Respeto al derecho. No sólo para reclamar por los nuestros (esto resulta
fácil y espontáneo, y a veces exagerado), sino para respetar los ajenos. En
casa, en el barrio (en estos días me pasó algo insólito, se ve que algún vecino
tenía unos escombros en su casa, y quizás porque no sabía cómo sacárselos de
encima, los puso frente a mi puerta...), en el tránsito y en la vida de todos
los días, es ciertamente un servicio a la paz.
Deber de la solidaridad. Porque no cabe duda, en el mundo y con la
interdependencia con la que vivimos, que todos somos responsables del
crecimiento y del bienestar de los demás. Hay sufrimientos inevitables, pero
otros que encontrarían remedio si extendiéramos de una manera solidaria nuestras
manos, y eso es también un servicio a la paz...
No a la muerte, y a todo lo que atente contra la vida, como por ejemplo lo
que atenta o desintegra a la familia...
No al egoísmo, que nos lleva a veces a refugiarnos en el círculo de una
clase social privilegiada o en una comodidad cultural de la que muchos quedan
excluidos...
No a la guerra, que no es una simple fatalidad, que ocurre inevitablemente,
sino una derrota del que la sufre y del que la provoca, de la humanidad entera,
que no logra entenderse en el diálogo...
A esta altura, conviene hacerse una pregunta. Y nosotros, los que hemos
creído en Jesús, que en la Cruz construyó la paz definitiva, en el encuentro de
Dios con los hombres, ¿qué podemos hacer, que sirva para ayudar hoy a la
paz?
3.
NUESTRO APORTE A LA PAZ CONSISTE EN VIVIR EN SERIO EL EVANGELIO... Jesús nos ha
entregado este gran don, del que surge la paz para el mundo entero. Viviéndolo
en serio, diremos sí a la vida, sirviéndola y cuidándola en los que tenemos
cerca, y lejos.
Nos haremos cargo de respetar y cultivar en cada uno sus derechos. Seremos
solidarios, para que nadie queda excluido de todo lo que nosotros disponemos.
Diremos que no a la muerte, sabiendo, sin embargo, que la vida será plena sólo
en el Cielo. Diremos que no al egoísmo, para vivir con el corazón y las manos
abiertos. Diremos que no a la guerra, no sólo con manifestaciones, sino también,
y principalmente, con nuestra oración, pidiendo el milagro y trabajando para
vivirlo cada día, ya que se produce cada vez que nos dejamos impregnar por la
sabiduría del Evangelio...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: