Nuestro aporte a la paz...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 16 de febrero de 2003, VI Domingo del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán. Me basé en estas frases de la Escritura:

En esta oportunidad también me basé mucho en el Discurso de Juan Pablo II a los diplomáticos acreditados ante la Santa Sede, el 13 de enero de 2003, en el que se refirió a la paz, al terrorismo y a las amenazas de guerra que se ciernen sobre Irak.


 
1. LA PAZ: UN CLAMOR QUE SE DIRIGE A DIOS DESDE TODOS LOS RINCONES DEL MUNDO... Un sentimiento de miedo amenaza nuestros corazones. No sólo por el terrorismo y la amenaza de guerra, que parecen adueñarse de la escena, sino también por la inseguridad y la violencia cotidianas...
 
Cuando nos parece que no vamos a poder escapar solos de estas amenazas, lo mismo que el leproso que cae de rodillas ante Jesús, nos dirigimos a Dios con un grito: "sácanos de este lío en el que nos hemos metido, en un mundo en el que el desarrollo y el sistema de vida y de organización que nos hemos dado nos llevan a una injusticia creciente, en el que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, y en el que la tecnología, que podrían hacer tanto bien puesta al servicio de la vida, en cambio la manipula y la aniquila...". Todas las numerosas y multitudinarias manifestaciones de ayer, en todo el mundo, que parecían dirigirse a Bush, también pueden entenderse como una grito lanzado a Dios, como el que humildemente el leproso lanzaba a Jesús, que pasaba por el camino...
 
2. DIOS QUIERE LA PAZ PARA TODOS, Y PURIFICA LOS CORAZONES DE QUIENES SE LA PIDEN... Lo dice también "a gritos" desde la cruz, en la que nos muestra que Él asume y sufre las consecuencias del odio y la violencia, para lograr la paz (San Pablo nos habla de la conveniencia de sufrir la injusticia y ser despojado, antes que reaccionar ante ella... cf. 1 Corientios 6, 7).
 
La Cruz es título suficiente para que Jesús nos hable de la paz, porque hizo todo para conseguirla. Todo puede cambiar, decía el Papa a los diplomáticos acreditados ante la Santa Sede el 13 de enero de 2003 (ver arriba), depende de nosotros y también de los gobernantes. Y para alcanzar la paz, hay que decirle que sí rotundamente a algunas cosas, y que no a otras.
 
Sí a la vida. Respetar la vida y las vidas, la nuestra y la de los demás. Por eso ocuparse de la vida de los demás, cuidarla, protegerla (la de los que han nacido y la de los por nacer), ocuparnos del cuidado y de la salud de los que tienen derecho a esperar de nosotros un servicio), es trabajar por la paz.
 
Respeto al derecho. No sólo para reclamar por los nuestros (esto resulta fácil y espontáneo, y a veces exagerado), sino para respetar los ajenos. En casa, en el barrio (en estos días me pasó algo insólito, se ve que algún vecino tenía unos escombros en su casa, y quizás porque no sabía cómo sacárselos de encima, los puso frente a mi puerta...), en el tránsito y en la vida de todos los días, es ciertamente un servicio a la paz.
 
Deber de la solidaridad. Porque no cabe duda, en el mundo y con la interdependencia con la que vivimos, que todos somos responsables del crecimiento y del bienestar de los demás. Hay sufrimientos inevitables, pero otros que encontrarían remedio si extendiéramos de una manera solidaria nuestras manos, y eso es también un servicio a la paz...
 
No a la muerte, y a todo lo que atente contra la vida, como por ejemplo lo que atenta o desintegra a la familia...
 
No al egoísmo, que nos lleva a veces a refugiarnos en el círculo de una clase social privilegiada o en una comodidad cultural de la que muchos quedan excluidos...
 
No a la guerra, que no es una simple fatalidad, que ocurre inevitablemente, sino una derrota del que la sufre y del que la provoca, de la humanidad entera, que no logra entenderse en el diálogo...
 
A esta altura, conviene hacerse una pregunta. Y nosotros, los que hemos creído en Jesús, que en la Cruz construyó la paz definitiva, en el encuentro de Dios con los hombres, ¿qué podemos hacer, que sirva para ayudar hoy a la paz?
 
3. NUESTRO APORTE A LA PAZ CONSISTE EN VIVIR EN SERIO EL EVANGELIO... Jesús nos ha entregado este gran don, del que surge la paz para el mundo entero. Viviéndolo en serio, diremos sí a la vida, sirviéndola y cuidándola en los que tenemos cerca, y lejos.
 
Nos haremos cargo de respetar y cultivar en cada uno sus derechos. Seremos solidarios, para que nadie queda excluido de todo lo que nosotros disponemos. Diremos que no a la muerte, sabiendo, sin embargo, que la vida será plena sólo en el Cielo. Diremos que no al egoísmo, para vivir con el corazón y las manos abiertos. Diremos que no a la guerra, no sólo con manifestaciones, sino también, y principalmente, con nuestra oración, pidiendo el milagro y trabajando para vivirlo cada día, ya que se produce cada vez que nos dejamos impregnar por la sabiduría del Evangelio...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
Consultas o comentarios, aquí:Correo



Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: