Para no perder el tiempo y la vida...
Queridos amigos:
Ya de regreso en mi morada habitual, esta fue mi predicación de hoy, 9 de
febrero de 2003, V Domingo del tiempo Ordinario, en el Hogar Marín y en la
Parroquia Santo Domingo de Guzmán. Me basé en estas frases de la
Escritura:
- Mis días corrieron más veloces que una lanzadera: al terminarse el
hilo, llegaron a su fin. Recuerda que mi vida es un soplo y que mis ojos
no verán más la felicidad (Job 7, 6-7).
- Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario,
es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el
Evangelio! (1 Corintios 9, 16).
- Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos
los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la
puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y
expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque
sabían quién era él. Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se
levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo
orando... Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo
encontraron, le dijeron: «Todos te andan buscando». El les respondió: «Vayamos
a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para
eso he salido» (Marcos 1, 32-38).
1.
LA VIDA ES CORTA... ¿EN QUÉ VALE LA PENA OCUPAR EL DÍA? Muchas veces nos pasa
que no nos alcanza el día para hacer todo lo que quisiéramos. Y de la misma
manera, hasta la vida puede resultarnos corta, para realizar todos nuestros
sueños o nuestros planes...
En realidad, nos lleva toda una vida aprender a vivir, decía ya Séneca, y
cuando finalmente parece que hemos aprendido, se nos termina la vida. Casi
podríamos decir, con refrán inventado que algunos de ustedes ya me han oído
decir más de una vez, "la juventud es un defecto que se va corrigiendo con el
tiempo, y la ancianidad es una virtud que se adquiere con los años". Y para
aprender a vivir, hace falta esa sabiduría que dan los años...
De todos modos, la vida no es breve, ni siquiera cuando resulta más corta
que lo que imaginábamos, sino que muchas veces la desperdiciamos... ¿Cuánto
tiempo se nos va en cosas que no lo merecen, corriendo detrás de preocupaciones
que, con el tiempo, nos damos cuenta que no merecían tanta atención? ¿Cuántas
veces quedamos atrapados por ocupaciones que de las que nos hacemos
voluntariamente esclavos, sin que nos conduzcan a nada que valga verdaderamente
la pena?
Por eso, se hace urgente aprender a darle el tiempo a lo que vale la pena.
Y eso hoy lo podemos hacer mirándolo a Jesús, ya que la Palabra de Dios nos
relata un día de su vida:
2.
UN DÍA EN LA VIDA DE JESÚS: ORACIÓN Y CARIDAD, CON HECHOS Y PALABRAS... San
Marcos nos dice que Jesús, a la mañana, antes del amanecer, se tomaba un tiempo
en silencio y soledad, para el encuentro con su (y nuestro) Padre en la
oración.
Es verdad que a esa hora es difícil que alguno de nosotros esté
suficientemente lúcido como para dedicarse a rezar. Pero... ¿es que podemos
vivir sin respirar? Porque la oración es la respiración del espíritu, es el
encuentro con Dios en el que aprendemos, más que nadie, qué hacer de nuestra
vida, que hemos recibido de Él como un don, que incluye la tarea de hacerla
fructificar, con frutos de eternidad... En eso consiste precisamente la misión
o, dicho de otro modo, la vocación que cada uno de nosotros recibimos de
Dios...
San Marcos nos muestra también a Jesús al atardecer, después de la caída
del sol, recibiendo con paciencia a todos los enfermos que le acercaban, y
ocupándose de ellos con amor, curando a muchos... Finalmente, nos lo muestra
también con su afán de predicar en todas las ciudades, porque esa es su misión,
a la que se entrega con integridad y fidelidad...
Con lo cual, prácticamente nos da un programa de vida, para cada uno de
nosotros, aplicable a cada día de nuestra vida: oración y caridad en todo lo que
hacemos, cumpliendo nuestra misión.
3.
ORACIÓN Y CARIDAD TODOS LOS DÍAS, PARA NO PERDER EL TIEMPO Y LA VIDA...
Ante todo la oración, para mantener siempre atenta y actualizada, en
nuestro encuentro con Dios, la conciencia de la vocación a la que somos
llamados. Y con la misma urgencia la caridad, puesta de manifiesto con hechos y
con palabras, mientras nos ocupamos de la misión que hemos recibido como don y
como tarea para nuestra vida...
A veces parece que vivimos como si esta vida en la que estamos fuera a
durar para siempre. En realidad, sabemos que es provisoria, aunque a veces la
tomemos como si fuera definitiva. Es sólo el camino por el que Dios nos invita a
alcanzar el encuentro definitivo con Él, nuestro Padre, en su Casa, el
Cielo... Por eso, mientras vamos de camino, hace falta elegir bien lo que
hacemos, para no perder el tiempo y la vida...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: