Para que podamos ver...
Esta fue mi predicación de hoy, 26 de octubre de 2003, XXX Domingo del
Tiempo Ordinario. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas
bíblicas de la Misa del día:
- Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo;
los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano, donde ellos
no tropezarán. Porque yo soy un padre para Israel y Efraím es mi
primogénito (Jeremías 31, 9).
- Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto
para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al
servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados
(Hebreos 5, 1).
- Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una
gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba
sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se
puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!». Muchos lo
reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de
David, ten piedad de mí!». Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Entonces
llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! El te llama». Y el
ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti? El le
respondió: «Maestro, que yo pueda ver». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha
salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino (Marcos 10,
46-52).
1. EN NUESTRAS VIDAS PASAN COSAS QUE A VECES NO PODEMOS
COMPRENDER... Cada uno podría hacer su lista personal de las cosas que a lo
largo de la vida nos han ido sorprendiendo, sin que las podamos entender. Y
cuanto más larga la vida, seguramente más son las cosas que no hemos podido
comprender...
Si pensamos en la cantidad de personas que nunca llegarán a ver la luz, ya
que el flagelo del aborto voluntario las ha tenido como víctimas inocentes,
dejándolas por el camino, postradas por una breve existencia, comenzada el día
de su concepción e interrumpida abruptamente por quien les causó la muerte,
puede ser que nos parezca incomprensible que el corazón humano pueda cerrarse de
una manera tan contundente al don de la vida. Si pensamos en las guerras, en las
que las decisiones de algunos terminan sembrando el dolor, la tragedia y la
destrucción, incluida la muerte, en los que se ven sometidos a ellas, sin poder
resistirlas. Si pensamos, finalmente, en la cada vez más absurda y poco
equitativa distribución de los recursos con los que cuenta hoy la humanidad, que
bastarían para que nadie sufra hambre, y sin embargo deja una
estela creciente de personas que mueren o que ven limitado fatalmente su
desarrollo físico y mental por falta de alimentación, puede resultarnos
incomprensible tanta indiferencia, falta de sensibilidad y egoísmo que provocan
tal disparate, que da por tierra con la vida de los que mueren de hambre y
posterga la esperanza de un crecimiento normal de buena parte de la humanidad.
¿Para qué Dios se ha tomado el trabajo de dar la vida a tantos millones de
personas que nunca encontrarán a disfrutar algo de ella, ya que les dura muy
poco o se trata sólo de una sucesión de frustraciones y carencias que las tiene
postradas?
También puede resultarnos incomprensible que las personas que eligen el
camino del mal, sin darle oídos a su conciencia, y hacen todo lo que les
conviene, sin importarles el precio de pasar por encima de los derechos de los
demás, emprendiendo una carrera en la que lo único que miran y a lo único que
aspiran es al dinero, al placer y al poder, el camino parece hacérseles mucho
más fácil y exitoso que a los que, siguiendo esa voz interior con la que el
mismo Dios nos habla a través de la conciencia, se esfuerzan por ir adelante
teniendo en cuenta a su prójimo, haciéndose cargo del bien de todos y no sólo
del propio, ya que resulta siempre una barranca de amplia inclinación hacia
arriba el camino del bien...
Nuestra incomprensión de estas y otras cosas similares pueden convertirse
en un grito que se dirige a Dios, que pasa ante nosotros por el camino, como el
grito del ciego Bartimeo, que tampoco podía ver, y seguramente tampoco
comprender...
2. JESÚS NOS ABRE LOS OJOS, PARA QUE PODAMOS VER TODO, Y
CREER... El problema del ciego parecía estar en los ojos. Sin embargo, su
súplica se dirigió a Dios humildemente, pidiéndole que tenga piedad de él. Si
seguimos su ejemplo, ante todo lo que nos resulta incomprensible, no nos vamos a
limitar a pedirle a Dios que nos explique lo que no entendemos, sino que
humildemente le pediremos que nos abra los ojos y nos haga ver. El ciego recibió
de Jesús la apertura de sus ojos, pero, sin embargo, le pasaron cosas mucho más
importantes. Encontró la salvación, gracias a la fe, y después de todo eso,
siguió a Jesús...
Pensemos ahora en nosotros. Es posible que los ojos nos funcionen más o
menos bien. Sin embargo, con eso no alcanza para entender en qué consiste la
vida. Necesitamos la fe. Ese don, que viene de Dios, y que Él no niega nunca a
quien lo pide con insistencia y lo cultiva con dedicación, es el que
verdaderamente nos permite ver más allá, y creyendo, también
entender. Comencemos con aquellos que nunca han visto la luz, ya que el
aborto no les permitió nacer. ¿No estarán ellos, quizás, como los Santos
inocentes, aquellos niños que fueron matados "por las dudas", cuando Herodes
quiso matar a Jesús, en un lugar de honor, con el Coro de los Ángeles, cantando
su alegría en el Cielo? Al menos podemos pensar que Dios, en su
misericordia, les tiene reservado un lugar especial, en el que el don de la vida
que Dios les dio pueda florecer...
Por otra parte, la fe nos abre de tal modo los ojos, que nos ayuda a mirar
siempre todo el horizonte, y más allá de él. Sabemos, de esa manera, que la vida
no se limita sólo a lo que se ve. Esto es sólo un tramo del camino, y
ciertamente muy y el más corto, frente a toda la eternidad a la que estamos
llamados, por la misericordia de Dios, que nos ha hecho para el Cielo. ¿Quién
puede decir, entonces, mirando a "los malos", que todo les resulta más fácil, y
les va mejor que "a los buenos"? No nos olvidemos que eso, en todo caso, si
fuera cierto, vale sólo si miramos este cortísimo tramo de la vida que
sucede en esta tierra, pero no para el tramo que más importa, para el que fuimos
hechos, para el Cielo, que la fe nos permite ver...
3. JESÚS NOS ABRE LOS OJOS, PARA QUE LO SIGAMOS EN EL
CAMINO DE LA VIDA... Como al ciego, entonces, Jesús nos abre los ojos. Y con eso
nos hace ver el horizonte completo. Es verdad que creerle a Jesús, y entender
toda la vida desde la fe, puede presentarnos algunas aristas duras de la vida.
Pero al mismo tiempo nos muestra que es un camino, que hace falta y que vale la
pena recorrer...
No hace falta para esta marcha poner mucho en la mochila. En realidad, lo
único necesario es que en la mochila haya espacio, lo más grande posible, para
la fe. Se trata de ir aplicándola en todos los aspectos y en todos los ámbitos
de la vida. Así es posible seguirlo a Jesús por todo el camino de la vida, y
llegar confiados a la meta. Él mismo se nos ha anticipado con su muerte en la
Cruz, nos ha abierto las puertas de la Casa de su Padre con su Resurrección, y
nos ha invitado a la Fiesta del Cielo que nos tiene preparada, para todos los
que se animen a seguir fielmente el camino de la fe...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: