Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 5 de octubre de 2003, XXVII Domingo
del Tiempo Ordinario. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas
bíblicas de la Misa del día:
- Dijo el Señor Dios: «No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle
una ayuda adecuada»... El hombre exclamó: «¡Esta sí que es hueso de mis
huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del
hombre». Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer,
y los dos llegan a ser una sola carne (Génesis 2, 18 y 23-24).
- Se acercaron a Jesús algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le
plantearon esta cuestión: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su
mujer?». El les respondió: «¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?». Ellos
dijeron: «Moisés permitió redactar una declaración de divorcio
y separarse de ella». Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio
esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero
desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el
hombre dejará a su padre y a su madre. y los dos no serán sino una sola carne.
De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe
lo que Dios ha unido». Cuando regresaron a la casa, los discípulos le
volvieron a preguntar sobre esto. El les dijo: «El que se divorcia de su
mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer
se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio»
(Marcos 10, 2-12).
1. LAS COSAS SON LO QUE SON, Y NO LO QUE DECIMOS QUE
SEAN... A veces queremos cambiarlas, suavizando un poco las palabras, cuando las
cosas nos resultan duras, pero, como dice el refrán, "la mona, aunque se vista
de sede, mona queda...", es decir, las cosas son lo que son, aunque no nos
gusten y queramos disfrazarlas...
Quizás nos resulte dura la muerte, y entonces prefiramos decir que alguien
"falleció", y no que murió. También puede ser que prefiramos hablar de una
enfermedad mala, en vez de decir que alguien tiene cáncer. Si se trata de
exámenes, se dice que "nos pusieron" una mala nota, y que "nos sacamos" una
buena. Y si nos va mal en un deporte, antes que decir que perdimos, preferimos
decir que "nos ganaron", o incluso que "nos robaron" un partido...
Hoy el matrimonio es una realidad dura y difícil que cuesta asumir con todo
su valor y sus consecuencias. Decimos u oímos decir, entonces, en un lenguaje
muy frecuente pero bastante impreciso, que es muy difícil que pueda durar para
toda la vida, y que, en todo caso, si fracasa, no se le puede negar a nadie el
derecho a "rehacer" su vida (como si la vida admitiera "ensayos", y si no sale
bien, se pudiera hacer como con una vasija de barro, deshacerla y volverla a
hacer a gusto y medida)...
Desde esta posición, a veces se critica a la Iglesia, diciendo que es muy
retrógrada, que debería actualizarse, que no puede ser que siga pensando que el
matrimonio es una realidad indisoluble en la que no tiene lugar el divorcio,
porque a esta altura la mayoría de los matrimonios se divorcian, y si no cambia
la Iglesia se quedará sin fieles, porque hoy ya no se puede sostener una
posición tan inflexible...
2. QUE EL HOMBRE NO SEPARE LO QUE DIOS HA UNIDO... En este
contexto resuenan tan actuales como siempre las palabras de Jesús, que nos
recuerdan lo que Dios ha hecho del matrimonio. No es esta la primera vez en la
que el divorcio está tan extendido. Sucedía en tiempos de Jesús, tanto dentro
del ambiente del Imperio romano, conocido por su visión divorcista del
matrimonio, como dentro del pueblo judío, que había llevado a Moisés a
reglamentar el modo en el que podía admitirse el divorcio...
Pero al principio no fue así. Y ahora tampoco. Porque salido de las manos
de Dios, creador del hombre y la mujer, hechos para complementarse de una manera
afectiva y efectiva, haciéndose una "sola carne". Esta expresión va mucho más
allá que lo que puede verse en una entrega sexual, más o menos perdurable. Nos
habla de una unión de toda la vida, de un trabajo continuo, que se asume
libremente, de hacer de dos voluntades, de dos inteligencias, de dos modos de
ver las cosas, una unidad que se asienta y se construye en el amor y en la
entrega de toda la vida, renovada cada día. El sacramento del matrimonio hace
posible que los cristianos que se casan, se hagan "socios" de Dios en el
matrimonio, se dan un "sí" que compromete a Dios, ya que Él mismo los une con un
vínculo que es fuente de gracia y de amor, y que por eso nadie, ni siquiera
ellos mismos, pueden destruir, ya que dura para toda la vida. Y esto no porque
se convierta en una cárcel inexpugnable, sino porque es un camino al Cielo a
través de la entrega mutua...
Alguno podría preguntarse por qué, si el matrimonio es lo que acabo de
describir, son hoy tantos los matrimonios que fracasan, se separan, se divorcian
y emprenden otro camino con la ilusión de poder "rehacer" la vida. Jesús nos
dice que eso, que ya pasaba en su tiempo, se debe a la dureza del corazón, es
decir, a la existencia del pecado, que nos hace débiles, inconstantes en el
amor, prontos a cambiar de rumbo, y también egoístas, en diversas
medidas...
Jesús lo dice con claridad, y eso no ha cambiado: "El que se divorcia de su
mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer
se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio". Y
entonces, ¿cómo hacemos en nuestro tiempo, en el que, incluso en los colegios
católicos, una buena parte de los padres de los alumnos/as se encuentran en esta
situación, que Jesús llama con todas las letras, sin buscar palabras más suaves,
"adulterio"...?
3. HAY QUE AYUDAR A TODOS, SIN ECHARLE AGUA AL EVANGELIO...
En primer lugar, ya que las cosas son lo que son, vale la pena no distraerse
buscando otro modo de llamarlas, porque sólo asumiéndolas como son, es posible
ponerles alguna luz, y encontrarles alguna salida. En segundo lugar, conviene
recordar, como nos viene diciendo el Papa hace ya casi 22 años (cf.
Familiaris
consortio, n. 84),
que no podemos abandonar a su propia suerte a quienes, habiendo fracasado en
su
matrimonio, han hecho una segunda unión, sin poder casarse por la Iglesia. Habrá
que discernir bien las situaciones, porque en algunos casos habrá mucha culpa,
en otros poca, y en algunos ninguna.
En todo caso, siempre tendremos que ocuparnos que los que viven esta
dolorosa situación, no se consideren separados de la Iglesia. Es verdad, no
podrán recibir los sacramentos de la reconciliación y de la comunión, pero
necesitan, como todos nosotros, participar de la vida de la Iglesia. La Palabra
de Dios es para ellos alimento necesario, como para nosotros. Necesitan de la
oración, están llamados a vivir comprometidamente en la caridad, es su misión
educar cristianamente a sus hijos y tienen derecho a que los ayudemos a hacerlo.
Finalmente, con palabras del Papa en el lugar recién citado, ellos [como
nosotros, agrego yo], "pueden obtener de Dios la gracia de la conversión y
de la salvación si perseveran en la oración, en la penitencia y en la caridad".
En definitiva, a nosotros nos toca, como comunidad cristiana, ayudar a todos,
sin echarle agua al Evangelio, porque si lo hiciéramos, ni a ellos ni a nosotros
nos serviría...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: