Para ser el primero...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 21 de septiembre de 2003, XXV Domingo del Tiempo Ordinario. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
Santo1. TODOS QUEREMOS SER EL MEJOR, EL PRIMERO, EL MÁS GRANDE... Quizás hemos sido educados para eso, y nos entrenamos todo el tiempo para no perder el tren en esa carrera interminable. Pareciera que los primeros puestos tienen más lustre, más "nombre", más sueldo, y nadie quiere quedarse atrás. Pasa en el deporte, todos quieren ser el mejor, el que gana siempre. Cuando el deporte se hace un negocio, ni siquiera hay espacio para el segundo, sólo vale "el primero"...
 
Pero pasa también en el trabajo, donde todos quieren el mejor puesto. Hasta en la vida de la fe puede pasar lo mismo. Todos queremos ser el más santo, el más bueno, el más amigo de Jesús, el que reza más y mejor, a veces hasta puede ser que pretendamos ser "el más humilde", aunque ya sólo con la intención de quererlo, nos quedemos descalificados en esa carrera...
 
Es un extraño fenómeno, porque con este criterio, si sólo vale el primero, aplicado a todo, el triunfo sólo puede ser alcanzado por uno, y al precio de la derrota de todos los demás. El colmo es el box, "deporte" en el que el triunfo de uno apunta a la destrucción del otro. Aunque, es necesario decirlo, el clima al que nos ha llevado este modo de obrar, según el cual todos queremos ser el primero, el mejor, el más grande, hace que todos los ámbitos de la vida se vayan pareciendo más a un ring de box que a una pista de baile. Cuando se buscan los honores, el corazón se hace cerrado y peleador, y los demás se convierten en enemigos a vencer. Por eso nos dice Santiago, anticipándonos una descripción de nuestra realidad que parece hecha por un cronista: "Donde hay rivalidad y discordia, hay también desorden y toda clase de maldad... Ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean, matan; envidian, y al no alcanzar lo que pretenden, combaten y se hacen la guerra"...
 
¿Quiere Dios que luchemos de ese modo para ser "el mejor, el primero, el más grande", o tiene otra propuesta que hacernos?
 
Servidor2. PARA SER EL PRIMERO, HAY QUE SER EL ÚLTIMO Y EL SERVIDOR DE TODOS... En el Reino de Dios, el puesto de honor es para el último, y para el que esté dispuesto a hacerse servidor de todos. Jesús, pudiendo ser en todo el primero, eligió el último lugar y el de mayor servicio. Desde el primer momento hasta el último.
 
¿Quién más que Él podía tener derecho a aspirar al primer puesto, a los mayores honores? Y sin embargo, con su vida, nos dio un testimonio claro de la opción que había hecho. Desde su nacimiento en Belén, no precisamente en el mejor de los Hoteles sino en el lugar reservado para los animales, hasta la Cruz donde lo entregó todo para alcanzarnos todo, que era un instrumento de tortura para forajidos y no el más cómodo lecho de muerte, pasando por su servicio de amor continuo y extenuador, que tan bien se representa en el lavado de los pies a los Apóstoles, Jesús siempre eligió el último lugar, y desde allí nos dio prueba de un estilo de vida que, es bueno tenerlo en cuenta, no es privilegio del Cielo, sino que es posible también, aunque ciertamente con entrega y desprendimiento, en todos los rincones de la tierra por los que nosotros nos movemos...
 
El camino es largo, y nuestra meta no se limita al horizonte terreno. No importa tanto ir "subiendo escalones", ir ganando las etapas, y mucho menos las de menor importancia, que se desarrollan mientras nos movemos en esta tierra. Por lo tanto, con la mirada puesta en la meta final, y con el ánimo de llegar en un buen puesto, conviene ya desde ahora ponerse en el último lugar, buscando ser el servidor de todos...
 
Isidro y voluntario3. RECIBIMOS A JESÚS, CUANDO ATENDEMOS CON AMOR A SUS PREFERIDOS... Jesús, tomando en brazos a un niño, dijo a los Apóstoles, y nos dice a nosotros, que el que recibe a uno de esos pequeños en su nombre, lo está recibiendo a Él. Esto puede aplicarse en su significado más directo, atendiendo a los pequeños de edad, que se encuentran más desvalidos y necesitados del amor y el cuidado de los demás que los mayores...
 
Pero también puede aplicarse, y de una manera igualmente válida, de todos aquellos que en algo son los más pequeños o desvalidos. Vale, entonces, no sólo para los niños, sino también para los más pobres, los que son menospreciados, los débiles, los enfermos, los ancianos. Por todos ellos, precisamente porque necesitan más del amor solidario que les permita sobrellevar las dificultades y contrariedades de la vida, Jesús tuvo siempre una especial predilección, y los atendió con especial cuidado. Por eso nosotros, que buscamos siempre cómo recibirlo a Jesús con los brazos abiertos, aquí tenemos un modo cotidiano de hacerlo: Atendiendo con amor a los "preferidos" de Jesús, es a Él a quien estamos recibiendo y atendiendo...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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