Cuando duelen los zapatos...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 24 de agosto de 2003, XXI Domingo del
Tiempo Ordinario. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas
bíblicas de la Misa del día:
- Entonces Josué dijo a todo el pueblo: «Si no están dispuestos a servir al
Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los dioses a quienes
sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los
amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos
al Señor» (Josué 24, 2a y 15).
- Hermanos: Sométanse los unos a los otros, por consideración a
Cristo... Así como la Iglesia está sometida a Cristo, de la misma manera
las mujeres deben respetar en todo a su marido. Maridos, amen a su
esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para
santificarla... Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para
unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne. Este es un gran
misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia (Efesios 5,
21. 24-25).
- Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos
decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede
escucharlo?» Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo:
«... Las palabras que les dije son Espíritu y Vida»... Desde
ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de
acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren
irse?». Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes
palabras de Vida eterna (Juan 6, 60-63. 66-68).
1.
CUANDO ALGO ESTÁ MAL EN NUESTROS PIES, NOS APRIETAN Y NOS DUELEN LOS ZAPATOS...
Y hasta puede ser que ni siquiera nos los podamos poner, porque los tengamos a
la miseria...
En realidad, nunca duelen los zapatos, por más duros que sean. Los que
duelen son los pies. Y cuando nos duelen los pies, puede ser que por un "rato"
se pueda zafar sacándose los zapatos y poniéndose unas lindas pantuflas
bien acolchadas. Pero sin son los pies los que están mal, ese solución no
alcanza ni dura. Volverán a doler cuando los queramos "usar" para caminar o para
correr. Por otra parte, los pies no pueden sacarse con la facilidad con la que
nos sacamos los zapatos, y por eso hay que arreglarlos, en vez de sacarlos. Como
dice el refrán, "hay que poner el remedio donde está la enfermedad". Por lo
tanto, si nos duelen los pies, no hay que conformarse pensando que son duros los
zapatos, y cambiándolos por otros más blandos. Hay que llegar a un buen
diagnóstico, y después disponerse a arreglarlos...
De todos modos, está claro que los pies no es la único que nos duele. A los
discípulos y a los Apóstoles, como también a nosotros, son las palabras de Jesús
las que a veces nos resultan duras y nos incomodan. Muchos quisieron abandonarlo
a Jesús cuando sus palabras les resultaron duras, y de hecho lo
hicieron. En este tiempo nos encontramos con demasiada frecuencia con
actitudes más "livianas": las de quienes piensan que es posible quedarse con
Jesús, pero poniéndole agua, para suavizarlas, a sus palabras. Es algo así como
sacarse los zapatos cuando nos duelen los pies, y no hacer nada para arreglarlos
(los pies, no los zapatos...).
2.
SON DURAS LAS PALABRAS DE JESÚS, PERO SON LAS ÚNICAS CON ESPÍRITU Y VIDA...
Jesús no se anda con vueltas. Sabe lo que dice, y cómo y cuánto pueden
incomodarnos sus palabras. No porque no sean las que necesitamos, sino porque
nuestras costumbres, nuestro modo de vivir se ha ido deformando, más que un par
de pies hinchados como empanadas hinchadas...
Por eso nos dice, como les dijo a los Apóstoles cuando les resultaron duras
sus palabras, que tengamos en cuenta que son las únicas con Espíritu y
Vida. Así podremos evitar remedios. Y esto se aplica a todas las palabras
de Jesús. No sólo las que venimos proclamando y explicando en los últimos
domingos, del llamado Discurso del Pan de Vida, con las que nos dijo que Él es
alimento verdadero, que da la Vida eterna, sino a todas sus palabras.
Pensemos, por ejemplo, las palabras de Jesús sobre el matrimonio, que Él ha
constituido para los bautizados en un Sacramento, es decir, un signo eficaz de
su amor y de su gracia, signo que, como nos explica San Pablo en su carta a los
Efesios hoy proclamada, Jesús lo refiere a su unión con la Iglesia, haciendo de
cada matrimonio entre bautizados un signo de su fidelidad a la Iglesia.
Pueden resultar duras estas palabras en tiempos como los nuestros, en los
que a "cualquier cosa" se le llama unión, aunque no tenga nada que ver con la
naturaleza humana y deba ser llamado, entonces, no sólo antinatural, sino dañoso
para la persona humana. Pueden resultar duras en este tiempo en el que
fácilmente, cuando aparecen las dificultades en la vida matrimonial, enseguida
se olvida que al momento de casarse se ha tomado la decisión de darse y
entregarse del todo, dejando padre y madre para unirse de tal manera que ya se
es con el otro una sola carne (esto no se refiere sólo y principalmente a la
unión física y sexual sino que es una expresión bíblica que significa ser "una
unidad indestructible"). Pueden resultar duras si se piensa que, en realidad, no
hay palabras que puedan decirse de una vez para siempre, y siempre se tiene el
derecho de volver a elegir, como si nada hubiera pasado...
Pero de todos modos, apoyados en Jesús, sabemos que sus palabras sobre el
matrimonio son las únicas con Espíritu y Vida para los cónyuges y a para sus
hijos. Por eso, aunque pueda parecer más fácil "acomodarse" a las costumbres de
este tiempo, y esperar o desear que también la Iglesia cambie un poco y sea más
amplia, y admita el modo con el que hoy se vive el matrimonio (es decir, la
solución fácil para los problemas del matrimonio de hoy, "sacarse los zapatos y
ponerse las pantuflas", en vez de ir a la raíz de los males), Jesús nos llama a
seguir confiando en sus palabras, que "ponen el remedio donde está la
enfermedad", y le aportan Espíritu y Vida al matrimonio...
3.
¿A QUIÉN VAMOS A IR? JESÚS TIENE PALABRAS DE VIDA ETERNA... Jesús sabía que no
todos iban a estar dispuestos a seguir adelante, con las palabras que les decía.
Sabía también quiénes lo iban a traicionar. Pero no obligó a nadie a quedarse a
su lado. Optar por Jesús requiere siempre una entera y plena libertad. Sólo así
se pueden seguir con entusiasmo sus palabras...
Cada vez que nos duelan, entonces, las palabras de Jesús, cualesquiera de
ellas, las del amor y las del perdón, las del matrimonio y las de la Cruz, las
de perder la vida para poder encontrarla y las de las Bienaventuranzas, nos hará
bien recordar la respuesta de Pedro, ante la pregunta de Jesús, que Él mismo nos
dirige a cada uno de nosotros cada día: «¿También ustedes quieren irse?». No
sirve una respuesta cualquiera, para salir del paso. La pregunta es
trascendente, si tenemos en cuenta que Jesús, por el Bautismo, nos ha invitado a
su casa, nos ha llamado al Cielo. Si lo tenemos en cuenta, sabremos a dónde ir y
qué responder, no lo vamos a dudar ni un solo instante: sólo Él tiene palabras
de Vida eterna...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: