Un llamado personal...
Queridos amigos:
Todavía desde Roma, les envío la predicación que preparé para hoy, 19 de
enero de 2003, II Domingo del Tiempo Ordinario, basado en estas frases de las
lecturas bíblicas de hoy:
- Elí comprendió que era el Señor el que llamaba al joven, y dijo a
Samuel: «Ve a acostarte, y si alguien te llama, tú dirás: Habla, Señor,
porque tu servidor escucha». Y Samuel fue a acostarse en su sitio.
Entonces vino el Señor, se detuvo, y llamó como las otras
veces: «¡Samuel, Samuel!». El respondió: «Habla, porque tu servidor
escucha» (1 Samuel 3, 8-10).
- ¿O no saben que sus cuerpos son templo del espíritu Santo, que
habita en ustedes y que han recibido de Dios? Por lo tanto, ustedes no se
pertenecen, sino que han sido comprados, ¡y a qué precio! Glorifiquen entonces
a Dios en sus cuerpos (1 Corintios 6, 19).
- Estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que
pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos, al oírlo
hablar así, siguieron a Jesús. El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les
preguntó: «¿Qué quieren?». Ellos le respondieron: «Rabbí -que traducido
significa Maestro- ¿dónde vives?». «Vengan y lo verán», les
dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era
alrededor de las cuatro de la tarde. Uno de los dos que oyeron las palabras de
Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al
primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo
«Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo. Entonces lo
llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el
hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro (Juan
1, 35-42).
1. NADA MEJOR QUE COMPARTIR UN VIAJE DE VACACIONES PARA
CONOCER A ALGUIEN... Porque viajando se pasan muchos momentos juntos, y todas
las máscaras más tarde o más temprano se caen. Se viven muchas horas juntos,
generalmente en espacios reducidos (el auto, el colectivo, la casa donde nos
alojamos, la carpa donde descansamos...
Todos estos lugares favorecen un conocimiento intenso y acelerado, se dan
muchas oportunidades para compartir las propias intimidades, la confianza nos va
permitiendo desarmar las barreras y meternos un poco más en ese recinto sagrado
en el que descansa y respira lo más propio de cada uno de nosotros.
La cercanía, el contacto continuo y distendido, la confianza, y, en las
raíces profundas de todo esto, el amor fraterno, nos lleva a conocernos en
profundidad, y a maravillarnos siempre con el hondo misterio que hay en cada uno
de nosotros.
Pero esto, que vale para nosotros los humanos, también se vale para
conocer a Dios, desde el momento en que Él decidió compartir nuestra condición
humana:
2. PARA CONOCERLO A JESÚS, DIOS HECHO HOMBRE, ES NECESARIO
VIVIR CON ÉL... Así, cuando Juan el Bautista indicó a sus discípulos que Jesús
era el Mesías que esperaban, el que traía la salvación que viene de Dios, y dos
de ellos se encontraron con Él, simplemente le preguntaron: "¿dónde vives?", y
siguiendo su invitación, se fueron a pasar todo el día con Él.
Los Apóstoles después llamaron a otros, como a Pedro, hermano de Andrés y
lo siguieron para siempre. Pasaron mucho tiempo junto a Jesús, y compartieron
muchas cosas, hasta aquella última Cena juntos, que fue la primera Misa. Y desde
ese momento hasta hoy, siempre será el mismo camino el que lleve a conocerlo a
Jesús: simplemente ir donde Él está, y pasarlo con Él...
Jesús está vivo y presente en su Palabra, con la que se dirige a cada uno
de nosotros, con un eco y una llamada particular. Jesús está siempre presente en
los Sacramentos, que Él mismo nos ha dejado como signos eficaces de su presencia
salvadora, que de extiende a través de los siglos. Jesús está especialmente
presente en la Eucaristía, por la que vuelve a ofrecerse en cada Misa como en
aquella última Cena, en la que anticipó a los Apóstoles lo que después sería su
entrega plena en la Cruz. Y todo esto es posible, porque Jesús vive, ha
resucitado, y es posible, entonces, estar con Él...
El Papa ha agregado, hace unos meses, 5 nuevos misterios al Rosario,
llamados Misterios de la Luz. Ellos nos ponen ante 5 momentos culminantes en los
que Jesús se manifiesta con toda su capacidad de poner luz en nuestra vida: El
momento del Bautismo en el Jordán (Marcos 1, 9-11), las bodas de Caná (Juan 2,
1-10), el anuncio del Reino y el llamado a la conversión (Marcos 1, 14-17), la
Transfiguración (Lucas 9, 28-36) y la institución de la Eucaristía (Mateo 26,
26-29). El Papa nos invitó a que rezáramos el Rosario los jueves, meditando en
estos misterios, que ponen ante nuestros ojos y nuestro corazón la Luz que nos
trae Jesús (y los demás días de la semana, con los misterios ya desde hace
tiempo conocidos: los lunes y sábados con los misterios gozosos, los martes y
viernes con los misterios dolorosos y los domingos y miércoles con los misterios
gloriosos). En realidad, lo que ha hecho es invitarnos a que todos los días
pasemos un rato con Jesús. El sabe que sólo así es posible conocerlo, y sabe que
sólo el trato frecuente con Jesús nos hace escuchar esa voz única e irrepetible
con la que se dirige a cada uno de nosotros...
3. PARA SEGUIR A JESÚS, HAY QUE OÍR LA PALABRA PERSONAL CON
LA QUE NOS LLAMA A CADA UNO... Puede ser que alguna vez hayamos pensado que la
vocación es una cosa muy especial, que le pasa solamente a algunas personas, en
ocasiones muy especiales. Y sin embargo, es alguno mucho más simple y
corriente.
A todos y a cada uno de nosotros Jesús está llamándonos, desde el primer
momento, con una palabra personal, que constituye nuestra vocación. Todo lo que
Dios espera de nosotros, como respuesta los dones que generosamente ha puesto y
pone cada día en nosotros, se resume en nuestra vocación: el llamado que Dios
nos hace... Y para descubrir nuestra vida como una continua vocación (casado,
soltero o consagrado, profesional, empleado o desocupado, artista, escritor o
albañil...), es necesario oír su Palabra, que se manifiesta a través de las
múltiples maneras con las que se hace presente en nuestra vida. Y para oírlo a
Él, y estar atento a todas sus manifestaciones, simplemente hace falta vivir con
Él, estar con Él, como hicieron los discípulos...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: