Para evitar la amargura...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 10 de agosto de 2003, XIX Domingo del Tiempo Ordinario, coincidente esta vez con el Día del Niño en Argentina. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
Peso de la vida1. A VECES NOS PARECE QUE LA VIDA NOS PESA MÁS DE LO QUE PODEMOS SOPORTAR... Son esos días en los que todos nos pesa, y en los que los años, aunque sean muchos, son la parte más liviana de la carga...
 
Cada uno lleva lo suyo, pero muchas veces son las injusticias las que terminan convirtiéndose en la carga más pesada. Las vemos por aquí y por allá, nos toca experimentarlas en carne propia o, quizás peor aún, en las personas que más queremos y que vemos indefensas ante los maltratos que injustamente reciben de otros. Y nos surge a flor de piel, y quizás también en la garganta, el mismo grito que surgió de Elías, como nos mostraba la primera lectura: «¡Basta ya, Señor!» (conviene recordar que lo que había hecho Elías era poner en evidencia a cuatrocientos falsos profetas, que confundían al Pueblo de Israel con falsas profecías en nombre de falsos dioses, y ahora querían pagarle con la muerte y con el destierro).
 
Sin embargo, nunca la carga es más pesada que lo que podemos llevar. Como dice San Pablo, Dios es fiel, y no permite que seamos probados más allá de nuestras fuerzas (1 Corintios 10, 13). Entonces, cuando tenemos la sensación de que las cosas nos superan, tenemos que pensar si nos estamos alimentando bien, o por falta de alimento nos faltan las fuerzas... Porque cuando Elías quería darse por vencido en el desierto, comió el alimento que Dios le preparó, y pudo seguir caminando cuarenta días y cuarenta noches. También a nosotros, Jesús nos prepara el alimento que nos hace falta para la dura marcha, esa en la que a veces nos parece que la carga supera nuestras fuerzas...
 
Jesús, Pan de Vida2. JESÚS ES EL PAN DE VIDA. ÉL NOS SOSTIENE EN EL CAMINO HACIA LA VIDA ETERNA... No somos peregrinos sin rumbo. Nosotros tenemos un llamado que viene de Dios, y una meta. Nuestra marcha se orienta de esa manera. Todo lo que hacemos adquiere allí su sentido. La meta es lo último que se alcanza, pero lo que está primero en la intención, en lo que se busca, y por eso la meta orienta y guía todo el camino.
 
Marchando hacia la Vida eterna, el alimento que nos hace falta es Jesús, y cuando lo tenemos a Él, nada más nos hace falta, porque alimentados con Él, tenemos en nosotros la Vida eterna, y vamos a "durar" hasta que lleguemos a ella. Podrá ser dura la marcha, y lo será seguramente, en la misma medida con la que intentemos ser fieles a su Palabra a lo largo de todo el camino. Lo fue para Él, Dios hecho hombre, a quien los hombres de su tiempo quisieron sacárselo de encima clavándolo en una Cruz. También lo fue para los profetas que lo precedieron, como Elías. Y de la misma manera encontraron persecución todos lo que quisieron ser fieles a su Palabra a lo largo de los siglos. Son testimonio de ello la innumerable lista de mártires y de santos, los que conocemos más y aquellos de quienes nos asombraremos, Dios mediante, cuando los descubramos al llegar a la meta...
 
Para todos ellos, y para nosotros, Jesús es el alimento que nos sostiene y nos da todas las fuerzas que necesitamos, para alcanzar la Vida eterna. En estos días, es seguro que el alimento será una de las cosas que más cuidan todos los atletas que participan en los Juegos Panamericanos, porque de ello depende que tengan las suficientes fuerzas para poner en juego sus habilidades. Ellos lo hacen pensando en una meta terrena. ¿Cómo no vamos a vigilar nosotros, con especial cuidado, el alimento que nos sostiene cada día, si nuestra meta y nuestra corona es la Vida eterna? Si Jesús nos alimenta, con su Palabra, con la Eucaristía, en la que nos da su carne para alimento del mundo, con su presencia en la comunidad cristiana que se reúne a celebrar su fe, con su presencia en los ministros con los que nos regala los sacramentos y su bendición cotidiana, no hay carga que nos pueda superar, tenemos todo lo que nos hace falta para alcanzar la meta...
 
Peregrino3. ALIMENTADOS CON JESÚS, EVITAMOS LA AMARGURA Y CAMINAMOS CON ALEGRÍA Y AMOR... Por eso, por más que sea dura la marcha, podemos superar las tentaciones que a veces nos acosan, y que San Pablo seguramente ya preveía que se nos pondrían por delante. Por eso nos exhortó, con su carta escrita los cristianos de Efeso, para que evitemos la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Esas son las reacciones primarias, instintivas, que nos aparecen cuando nos parece que las cosas nos superan. Son signos de frustración, que pueden aparecer si perdemos de vista la meta y las fuerzas que nos alientan...
 
Pero tenemos por delante una meta segura, y el alimento que nos hace falta para seguir adelante contra viento y marea. Por eso, por dura que sea la carga, no hay espacio para la amargura. Alimentados con Jesús, podemos ser peregrinos sonrientes, caminando con alegría y amor. Podemos ser mutuamente buenos y compasivos, perdonándonos unos a otros cuando hace falta, como Dios nos perdona cada día que lo necesitamos. Y aunque pueda parecer una osadía podemos tratar de imitar a Dios, ya que somos hijos suyos muy queridos. Practicando el amor, a ejemplo de Jesús, que nos amó y se entregó por nosotros, no sólo se hace liviana la carga, sino también cercana la meta...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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