La abundancia
del corazón...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 3 de agosto de 2003, XVIII Domingo del
Tiempo Ordinario. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas
bíblicas de la Misa del día:
- Dijo Dios: «...por la mañana se hartarán de pan. Así sabrán que yo,
el Señor, soy su Dios»... a la mañana siguiente había una capa de
rocío alrededor de él. Cuando esta se disipó, apareció sobre la
superficie del desierto una cosa tenue y granulada, fina como la escarcha
sobre la tierra. Al verla, los israelitas se preguntaron unos a otros: ¿Qué es
esto?». Porque no sabían lo que era. Entonces Moisés les explicó: «Este
es el pan que el Señor les ha dado como alimento» (Exodo 16, 12-15).
- De Jesús aprendieron que es preciso renunciar a la vida que
llevaban, despojándose del hombre viejo, que se va corrompiendo por la
seducción de la concupiscencia, para renovarse en lo más íntimo de su
espíritu y revestirse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia
y en la verdadera santidad (Efesios 4, 22-24).
- Le preguntaron a Jesús «¿Qué debemos hacer para realizar las obras
de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en
aquel que él ha enviado». Y volvieron a preguntarle: «¿Qué signos haces
para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres
comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer
el pan bajado del cielo». Jesús respondió: «Les aseguro que no es Moisés el
que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo;
porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo».
Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Jesús les respondió: «Yo
soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en
mí jamás tendrá sed» (Juan 6, 28-35).
1.
SÓLO PUEDE SALIR PARA AFUERA LO QUE VAMOS PONIENDO ADENTRO... Por eso es
necesario cuidarse un poco con los alimentos. Si comemos sólo cosas grasas, y
muchas, seguramente nos subirá el colesterol. Si abusamos de la sal, a medida
que pasa el tiempo comenzará probablemente a subirnos la presión. Y si comemos
con abuso cosas dulces, iremos creando "reservas" de energía que nos harán
engordar todos los días un poco más (y si además somos diabéticos, nos subirá la
glucemia por encima de lo recomendado)...
Vivimos de nuestros alimentos, que nos aportan la energía para nuestro
movimiento y nuestra actividad, pero tendremos los resultados que correspondan a
lo que vamos incorporando. No podemos esperar siempre milagros en los
resultados. De acuerdo a como somos (me refiero a las predisposiciones
personales, que nos hacen responder de una manera o de otra a los estímulos) y a
lo que comemos, iremos evolucionando de una manera o de otra...
Esto, que sucede en lo físico, también sucede en lo psíquico y espiritual.
Como dice el refrán bíblico, con el que Jesús se refiere a los fariseos, "la
boca habla de la abundancia del corazón" (Mateo 12, 34). Si en el corazón
tenemos odios, broncas, resentimientos, cuando hablemos saldrá eso hacia afuera.
Si tenemos tristeza, abatimiento, desesperanza y frustración, es difícil que al
hablar podamos decir frases cargadas de entusiasmo. Y a la vez, si estamos
llenos de paz, de alegría, de espíritu constructivo y de ánimo positivo,
transmitiremos estas actitudes en todo lo que hagamos y digamos. Por eso, es muy
importante tener en cuenta con qué vamos alimentando cada día nuestro corazón,
porque siempre saldrá hacia afuera lo que abunda adentro...
2.
JESÚS ES EL PAN DE VIDA. ÉL NOS PUEDE CALMAR TODO EL HAMBRE Y TODA LA SED...
Jesús es el alimento, que se parte y se entrega, que se multiplica y se pone en
nuestras manos para darnos la Vida eterna, y sólo Él nos puede dar el Pan de
Vida eterna, decíamos el Domingo pasado. Todo el capítulo 6 del Evangelio de San
Juan, que comenzamos a recorrer el Domingo pasado, que seguimos hoy y que
continuaremos todavía en los tres próximos, este contenido esencial de nuestra
fe resuena con toda su eficacia y su contundencia...
¿Dónde podemos encontrarlo a Jesús, para que nos alimente cada día, y así
calme nuestras ansias de vivir para siempre, y con una vida plena? Toda la Misa
nos habla de su presencia, que se manifiesta de múltiples maneras, para estar
siempre al alcance de nuestra mano...
Jesús está presente en Su Palabra, que proclamamos en la Misa de manera
solemne, pero que podemos tener siempre a mano en casa, en la oficina... Siempre
es posible acudir, al menos un instante (o dos...) cada día, a la Palabra de
Dios que está escrita en la Biblia y es transmitida en la predicación de los
sucesores de los Apóstoles (los Obispos), con la ayuda de sus colaboradores (los
presbíteros y los diáconos). Y se trata de una Palabra que alimenta...
Jesús está presente también, cada vez que nos reunimos a celebrar nuestra
fe, en la misma comunidad que formamos con todos los que han sido convocados a
participar en ella (eso significa en su origen la palabra "Iglesia": la asamblea
de los convocados...). La oración que hacemos en esas ocasiones cuenta con una
presencia especial de Jesús, sencillamente porque nos hemos reunido en su nombre
(Mateo 18, 20), y esa presencia de Jesús también nos alimenta...
Jesús está también presente a través de los signos sacramentales que
ponemos los ministros cuando celebramos sus sacramentos, en su nombre (Mateo 10,
40). Seamos gordos o flacos, simpáticos o antipáticos, acogedores o
refractarios, buenos o menos buenos (o incluso decididamente malos), Jesús ha
comprometido su presencia en todos los gestos con los que celebramos los
sacramentos, con los que también nos alimenta...
También está presente, y especialmente, en su Cuerpo y su Sangre, pero ya
volveremos sobre ello el próximo Domingo. Mientras tanto, podemos estar seguros
que Jesús está siempre a mano, de una manera o de otra, para que no nos falte
nunca, y pueda así ser el Pan de Vida eterna que nos alimenta. De esta manera,
podemos llenar nuestro corazón de Jesús. Esa abundancia tendrá necesariamente
sus consecuencias, y hará que algo vaya cambiando en nosotros cada día...
3.
ALIMENTADOS CON JESÚS, NACE EN NOSOTROS EL HOMBRE NUEVO, A SU IMAGEN... "La boca
habla de la abundancia del corazón", decíamos al comenzar. Y si Jesús llena el
nuestro, eso se manifestará en toda nuestra vida, nos saldrá "Jesús" desde
adentro, hasta por los poros...
Pero además, si tenemos en cuenta lo que nos decía hoy San Pablo,
alimentados por Jesús, irá muriendo en nosotros ese "hombre/mujer viejo/a" que
fue sepultado en nuestro Bautismo pero que quiere revivir a cada paso, e irá
naciendo ese "hombre/mujer nuevo/a" que se va construyendo en nosotros, hecho/a
a imagen de Jesús, con sus actitudes profundas de fe, de confianza en Dios
nuestro Padre, de entrega fiel y decidida a nuestros hermanos en el servicio
cotidiano del amor. Y atención, que para esto no hay límites de edad, siempre
seguiremos creciendo si Jesús es nuestro alimento, hasta alcanzar, por su
misericordia, la Vida eterna...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: