Alcanza para todos...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 27 de julio de 2003, XVII Domingo del Tiempo Ordinario. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
Alimentos1. TODOS LOS DÍAS TENEMOS HAMBRE DE PAN, Y DE MUCHAS COSAS MÁS... Es algo que nunca falta. Siempre tenemos hambre de algo. empezamos por lo más básico, pero siempre queremos algo más. Lo primero es el alimento, que expresa nuestra necesidad más básica. Pero una vez que tenemos lo que hace falta para comer (no sólo pan, sino también "la canasta llena", si es posible), queremos tener con qué vestirnos. Y si lo tenemos, enseguida aspiramos a un techo. Y si tenemos un techo, queremos poder agregarle calefacción en el invierno y ventilación o refrigeración en verano...
 
Y así es siempre, un camino de no acabar, porque siempre tenemos hambre de algo más. Incluso los que han dedicado su vida a buscar dinero, pensando que llegaría un día en que tendrían todo lo que necesitarían y ya no buscarían más, se han visto envueltos en una carrera en la que no pueden parar. Es así, pero incluso todavía con más intensidad, para los que han encarado la vida como un camino para llegar a la cúspide del más peligroso de los ídolos, el poder. Nunca sacia, siempre se quiere más...
 
Es que, en realidad, lo que manifiesta nuestra hambre, en todas sus formas, no es sólo una necesidad fisiológica, sino las ansias de vivir para siempre, y con una vida plena. Esa vida, tal como la aspiramos, sólo proviene de Dios. Y por eso, todas nuestras se necesidades se resuelven finalmente y se resumen en nuestra hambre de Dios, que nos tendrá siempre inquietos, mientras no lleguemos a Él...
 
Jesús Pan de Vida2. JESÚS ES EL PAN QUE NOS SACIA EL HAMBRE: ÉL NOS DA LA VIDA ETERNA... San Juan relata la multiplicación de los panes más como un signo que como un milagro. Él sabe que los que lo siguen tienen necesidad de pan, y sabe también lo que va a hacer. Pero pone a prueba a los Apóstoles, porque, como dice el refrán, "en la cancha se ven los pingos" (es decir, los caballos de carrera hay que verlos en la pista, porque no importa sólo que sean lindos, sino que sepan correr), y quiere saber cómo reaccionarán ante una necesidad básica de todos los que lo siguen...
 
Jesús puede darle de comer a todos en un instante, y hacer que sobren, todavía, doce canastas llenas. Pero ellos saben que mañana tendrán hambre de nuevo, y por eso enseguida quieren hacerlo Rey (nosotros quizás lo hubiéramos puesto al frente del Ministerio de Economía, o del Fondo Monetario Internacional). Jesús se escapa, porque no es para eso que ha venido...
 
Los que comieron el día de la multiplicación de los panes, y nosotros también, tenemos un hambre más profunda y esencial, que sólo Jesús puede saciar. Y es para eso que ha venido. El relato de la multiplicación de los panes nos presentan un desarrollo similar al que después tuvo la Ultima Cena, y hoy tiene la Misa. Y en este caso Jesús es el alimento, que se parte y se entrega, que se multiplica y se pone en nuestras manos para darnos la Vida eterna. El pan de trigo puede llegar, con esfuerzo y dedicación, con justicia y con amor, a las manos de todos los que hoy lo necesitan (y son muchos), pero el Pan de Vida eterna sólo lo puede dar Él. Por eso lo deja en las manos de los Apóstoles (son doce, igual que las canastas que sobraron), y a través de ellos en las manos de la Iglesia, para que lo repartan a manos llenas entre todos los que lo buscan...
 
Pan3. ALCANZA PARA TODOS: JESÚS NOS LLAMA A COMPARTIR LA MESA... Pero la multiplicación de los panes es un signo no sólo de la Eucaristía, la Misa, sino también de la vida. Como a los Apóstoles, también a nosotros nos pregunta, de dónde sacaremos pan para tantos que hoy tienen hambre, en nuestra patria y en todo el mundo, incluso en las ciudades más importantes del imperio dominante.
 
La Eucaristía nos enseña un modo de saciar el hambre, que se aplica al resto de la vida. Hay un solo Dios, Padre de todos, nos dice San Pablo. Y eso nos muestra la unidad de la familia humana. Al tiempo que abrimos las manos para que Dios sacie siempre nuestra hambre de Él, no nos queda otro camino que mantenerlas abiertas, para compartir, con todos, todo lo que recibimos de Él. Una y mil veces habrá que repetir:
 
Hay alimentos suficientes en el mundo para que comamos todos, y siempre alcanzará, si aprendemos de la Eucaristía a compartir la Mesa, sin que nadie quede afuera...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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