Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 27 de julio de 2003, XVII Domingo del
Tiempo Ordinario. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas
bíblicas de la Misa del día:
- Llegó un hombre de Baal Salisá, trayendo al hombre de Dios pan de
los primeros frutos: veinte panes de cebada y grano recién cortado, en
una alforja. Eliseo dijo: «Dáselo a la gente para que coman». Pero su
servidor respondió: «¿Cómo voy a servir esto a cien personas?». «Dáselo a
la gente para que coman, replicó él, porque así habla el Señor: Comerán y
sobrará». El servidor se lo sirvió: todos comieron y sobró, conforme a la
palabra del Señor (2 Reyes 4, 42-44).
- Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente
por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo
de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma
esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación
recibida. hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y
Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos
(Efesios 4, 2-6).
- Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y
dijo a Felipe: «¿Dónde compraremos pan para darles de comer?». El decía
esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba
a hacer... Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los
que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo
que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus
discípulos: «Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada».
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron
de los cinco panes de cebada... Jesús, sabiendo que querían
apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña
(Juan 6, 5-6, 11-13, 15).
1.
TODOS LOS DÍAS TENEMOS HAMBRE DE PAN, Y DE MUCHAS COSAS MÁS... Es algo que nunca
falta. Siempre tenemos hambre de algo. empezamos por lo más básico, pero siempre
queremos algo más. Lo primero es el alimento, que expresa nuestra necesidad más
básica. Pero una vez que tenemos lo que hace falta para comer (no sólo pan, sino
también "la canasta llena", si es posible), queremos tener con qué vestirnos. Y
si lo tenemos, enseguida aspiramos a un techo. Y si tenemos un techo, queremos
poder agregarle calefacción en el invierno y ventilación o refrigeración en
verano...
Y así es siempre, un camino de no acabar, porque siempre tenemos hambre de
algo más. Incluso los que han dedicado su vida a buscar dinero, pensando que
llegaría un día en que tendrían todo lo que necesitarían y ya no buscarían más,
se han visto envueltos en una carrera en la que no pueden parar. Es así, pero
incluso todavía con más intensidad, para los que han encarado la vida como un
camino para llegar a la cúspide del más peligroso de los ídolos, el poder. Nunca
sacia, siempre se quiere más...
Es que, en realidad, lo que manifiesta nuestra hambre, en todas sus formas,
no es sólo una necesidad fisiológica, sino las ansias de vivir para siempre, y
con una vida plena. Esa vida, tal como la aspiramos, sólo proviene de Dios. Y
por eso, todas nuestras se necesidades se resuelven finalmente y se resumen en
nuestra hambre de Dios, que nos tendrá siempre inquietos, mientras no lleguemos
a Él...
2.
JESÚS ES EL PAN QUE NOS SACIA EL HAMBRE: ÉL NOS DA LA VIDA ETERNA... San Juan
relata la multiplicación de los panes más como un signo que como un milagro. Él
sabe que los que lo siguen tienen necesidad de pan, y sabe también lo que va a
hacer. Pero pone a prueba a los Apóstoles, porque, como dice el refrán, "en la
cancha se ven los pingos" (es decir, los caballos de carrera hay que verlos en
la pista, porque no importa sólo que sean lindos, sino que sepan correr), y
quiere saber cómo reaccionarán ante una necesidad básica de todos los que lo
siguen...
Jesús puede darle de comer a todos en un instante, y hacer que sobren,
todavía, doce canastas llenas. Pero ellos saben que mañana tendrán hambre de
nuevo, y por eso enseguida quieren hacerlo Rey (nosotros quizás lo hubiéramos
puesto al frente del Ministerio de Economía, o del Fondo Monetario
Internacional). Jesús se escapa, porque no es para eso que ha venido...
Los que comieron el día de la multiplicación de los panes, y nosotros
también, tenemos un hambre más profunda y esencial, que sólo Jesús puede saciar.
Y es para eso que ha venido. El relato de la multiplicación de los panes nos
presentan un desarrollo similar al que después tuvo la Ultima Cena, y hoy tiene
la Misa. Y en este caso Jesús es el alimento, que se parte y se entrega, que se
multiplica y se pone en nuestras manos para darnos la Vida eterna. El pan de
trigo puede llegar, con esfuerzo y dedicación, con justicia y con amor, a las
manos de todos los que hoy lo necesitan (y son muchos), pero el Pan de Vida
eterna sólo lo puede dar Él. Por eso lo deja en las manos de los Apóstoles (son
doce, igual que las canastas que sobraron), y a través de ellos en las manos de
la Iglesia, para que lo repartan a manos llenas entre todos los que lo
buscan...
3.
ALCANZA PARA TODOS: JESÚS NOS LLAMA A COMPARTIR LA MESA... Pero la
multiplicación de los panes es un signo no sólo de la Eucaristía, la Misa, sino
también de la vida. Como a los Apóstoles, también a nosotros nos pregunta, de
dónde sacaremos pan para tantos que hoy tienen hambre, en nuestra patria y en
todo el mundo, incluso en las ciudades más importantes del imperio
dominante.
La Eucaristía nos enseña un modo de saciar el hambre, que se aplica al
resto de la vida. Hay un solo Dios, Padre de todos, nos dice San Pablo. Y eso
nos muestra la unidad de la familia humana. Al tiempo que abrimos las manos para
que Dios sacie siempre nuestra hambre de Él, no nos queda otro camino que
mantenerlas abiertas, para compartir, con todos, todo lo que recibimos de
Él. Una y mil veces habrá que repetir:
Hay alimentos suficientes en el mundo para que comamos todos, y siempre
alcanzará, si aprendemos de la Eucaristía a compartir la Mesa, sin que nadie
quede afuera...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: