Para hacer las cosas bien...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 8 de junio de 2003, Domingo de Pentecostés.
Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del
día:
- Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar
en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía
expresarse... "todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las
maravillas de Dios" (Hechos 2, 4 y 11).
- Nadie puede decir: «Jesús es el Señor», si no está impulsado por el
Espíritu Santo. Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del
mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay
diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en
todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común (1 Corintios
12, 3-7).
- Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana,
estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los
discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús... Los discípulos se
llenaron de alegría cuando vieron al Señor... Jesús les dijo de nuevo: «¡La
paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a
ustedes» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al
Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los
perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan» (Juan 20,
19-20 y 21-23).
1.
HOY ES FÁCIL SENTIR TRISTEZA, DESILUSIÓN Y DESESPERANZA... Sobran motivos para
que nuestro ánimo se deslice hacia abajo por las laderas de esas colinas. No
alcanzan, por supuesto, pequeñas distracciones, como un triunfo futbolístico de
la selección nacional, en horarios en los que la mayor parte de los argentinos
se debatían en combate desigual contra las sábanas (comenzó a las siete de la
mañana), para cambiar el clima de descreimiento que nos envuelve. Tampoco
parecen suficientes algunos rayos de luz que muestra la nueva administración,
que no nos permiten saber si anuncian cambios maduros en nuestra cultura
democrática, o simplemente tormentas y luchas por el poder de las que ya somos
testigos al borde del hastío...
Pero si miramos todavía más hacia lo profundo, siempre es más fácil la
tristeza, la desilusión y la desesperanza, sobretodo si, frente a las
circunstancias que nos rodean, nos quedamos pasivamente tirados en un sillón,
mirando cómo las cosas pasan, sin atinar a una respuesta con la que sumemos
nuestra propio esfuerzo para darles una dirección...
También los Apóstoles, después de la muerte de Jesús, se quedaban en el
Cenáculo, con las puertas cerradas, por temor a los judíos, que los habían visto
compartiendo con Él sus últimos días. En esas circunstancias se les apareció
Jesús que, resucitado, esperaba el momento oportuno para cambiarles el ánimo con
sus apariciones, y confiarles una misión...
2.
EL ESPÍRITU SANTO NOS DA LA PAZ Y LA ALEGRÍA QUE VIENEN DE DIOS... Cuando se
aparece a los Apóstoles, Jesús expresamente les entrega el don de la paz, e
inmediatamente ellos se llenaron de alegría. Ambos dones provienen de Dios, y
Jesús se los comparte dándoles el Espíritu Santo, que es Dios junto con el Padre
y el Hijo (de eso nos hablará la celebración del próximo Domingo).
El Espíritu Santo viene siempre con estos dones de la paz y la alegría, ya
que nos garantiza que Dios está siempre "de nuestro lado". Todo el camino
recorrido por Jesús, desde los maderos del Pesebre hasta los maderos de la Cruz,
está hecho para nuestra salvación, y también su Resurrección. El Espíritu Santo
viene a hacernos partícipes de esta Vida que Jesús ha ganado para nosotros, y
que venimos celebrando desde la Vigilia Pascual, representada en el Cirio
Pascual, que hemos encendido sin interrupción a lo largo de estos cincuenta días
en cada Misa.
Pero el don de Dios trae, junto con la paz y la alegría, una misión y una
tarea. Jesús les da el Espíritu Santo a los Apóstoles para que lleven la paz y
el perdón a todos los rincones del mundo, es decir, les encarga la inmensa tarea
de reconciliar el mundo, y todos sus habitantes, con Dios, a través del don del
Espíritu Santo.
Y a nosotros Dios nos hace participar de esa misma tarea. Dios, que puede
hacer todo por su cuenta, quiere hacerlo con nosotros, porque para eso nos hizo
semejantes a él, libres y artífices de nuestro destino. Para eso no da el
Espíritu de Jesús, el que animó a los Apóstoles, el que nos hace participar de
la Vida de Jesús, ganada en la Resurrección, y regalada a cada uno de nosotros
en el Bautismo.
Si quisiéramos saber con precisión cuál puede ser el don que el Espíritu
Santo tiene especialmente preparado para cada uno de nosotros en este día,
bastaría que miráramos a nuestro alrededor, y conociendo lo que los que nos
rodean necesitan de nosotros, tendríamos pistas claras del don que el Espíritu
Santo nos está dando. Porque, como dice San Pablo, en cada uno el Espíritu Santo
se manifiesta para el bien común. Por esta razón, cada uno de nosotros
podemos y debemos hacernos responsables de lo que el Espíritu Santo pone en
nosotros para contribuir al bien común, ese bien que es necesario, y previo al
bien de cada uno, sin el cual no hay un bien para cada uno...
3.
CON EL ESPÍRITU SANTO, ESTAMOS LLAMADOS A DAR FRUTOS PARA EL BIEN COMÚN... El
Espíritu Santo nos anima a todos y a cada uno, para hacer lo que nos toca, en la
Iglesia y en el mundo, de manera que podamos aportar al bien común. Esto también
sucede en nuestra familia, en nuestro lugar de trabajo, en todos los ambientes
en los que nos movemos, y también en la Argentina de hoy.
Quiere decir que Dios pone su parte, para que, entre todas las cosas que
urgen, cada uno pueda empezar a hacer mejor, y decididamente bien, lo que le
toca. No hace falta, es más, no podemos quedarnos esperando que "las cosas
cambien", por arte de magia o por lo que el Espíritu de Dios suscite en el
corazón de grandes héroes de nuestro tiempo. Simplemente, como decía Santa
Teresa del Niño Jesús (Santa Teresita), tenemos que hacer extraordinariamente
bien las cosas simples y ordinarias propias de cada uno. Y para eso nos ayuda el
don del Espíritu Santo. Con ese entrenamiento, también sabremos hacer bien las
tareas y las misiones más complejas...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: