Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 29 de junio de 2003, Solemnidad de los
Santos Pedro y Pablo, Apóstoles. Me apoyé en las siguientes frases de las
lecturas bíblicas de la Misa del día:
- El rey Herodes hizo arrestar a algunos miembros de la Iglesia para
maltratarlos. Mandó ejecutar a Santiago, hermano de Juan, y al ver que esto
agradaba a los judíos, también hizo arrestar a Pedro... Mientras Pedro
estaba bajo custodia en la prisión, la Iglesia no cesaba de orar a Dios
por él (Hechos 12, 1-3 y 5).
- Querido hijo: Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación,
y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen
combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada
para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en
ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hay aguardado con amor
su Manifestación (2 Timoteo 4, 6-8).
- Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a
sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién
dicen que es?». Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el
Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas». «Y
ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?». Tomando la palabra, Simón Pedro
respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Y Jesús le dijo:
«Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni
la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: «Tú
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la
Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te dará las llaves del Reino de los
Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo
lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo» (Mateo 16,
13-19).
1.
JUAN PABLO II YA NO SE PUEDE SOSTENER SOBRE SUS PIERNAS... Tiene unos cuantos
años (aunque, en realidad, para los tiempos de hoy, no son tantos: 83 años, un
mes y once días, a la fecha...). Pero tiene encima unos cuantos achaques: su mal
de Parkinson, que le quita mucha movilidad (además de otra cantidad de
consecuencias), las operaciones que ha tenido que sufrir, algunas de ellas a
raíz del atentado que sufrió en 1981, el ritmo que ha llevado en todos estos
intensos años de ministerio, recorriendo el mundo entero con el testimonio de su
fe y su palabra iluminadora. Por eso, hace ya un tiempo que, para moverse en sus
presentaciones públicas, anda sobre un "andador" (similar al que utilizan
algunos ancianos en el Hogar Marín, al que a mí me gusta subirme para que los
mismo ancianos me lleven "empujándome"), ya que sus piernas no pueden sostenerlo
en pie...
Algunos especulan (más por mal entendidas razones periodísticas que por
motivos reales, y quizás buscando una primicia que los catapulte a la fama): ¿Va
a renunciar? ¿Cuándo, cómo? ¿Quién vendrá después de él? ¿Será un
latinoamericano, ó un africano, o volverá a ser un italiano? De todos modos,
todas estas especulaciones resultan inútiles, y absurdas. Somos nosotros quienes
podemos hacer una pregunta: ¿Temblará la Iglesia porque al Papa le tiemblen las
piernas...? La respuesta que nos tranquiliza surge desde nuestra fe,
especialmente en la Solemnidad que hoy celebramos de los Apóstoles Pedro y
Pablo:
2.
JESÚS AFIRMÓ SU IGLESIA SOBRE LA FE DE LOS APÓSTOLES Y SUS SUCESORES... Pedro
era un hombre débil (no sólo lo negó tres veces a Jesús, en situación que todos
consideraríamos de cobardía mayúscula, también alternó muchas otras veces la
audacia con la ingenuidad..). Y Pablo también. Sin embargo, ambos fueron capaces
de cosas muy grandes. Predicaron sin cansancio la Palabra de Jesús, y dieron
testimonio de ella con sus propias vidas en la ciudad de Roma, casi al
mismo tiempo, durante una de las persecuciones de Nerón a los cristianos. ¿De
dónde les vino la fuerza y el coraje para hacerlo, si no de la fe?
En tiempo de los Apóstoles no se andaban con vueltas. Ya Herodes había
hecho ejecutar a Santiago, Apóstol el hermano de San Juan, y uno de los que se
dedicaba a pescar junto con Pedro y Andrés, antes de conocer a Jesús. El mismo
Pedro había terminado en la cárcel, de la que esa vez consiguió salir. Pero ser
testigos de Jesús llevaba su precio en gotas de sangre, que se pagaban con la
propia vida. Sin embargo, ellos fueron fieles al don recibido, no de la carne o
de la sangre, sino de Dios, que los llamó a ser su testigos.
Esa es también la tarea de Juan Pablo II. Por eso sigue incansable su
marcha. No son las piernas las que lo sostienen. Si las tuviera en buen estado,
las usaría, pero si no, sigue en marcha, como lo vemos cada día, firme en el
Señor, sostenido en su fe, que transmite con fidelidad cada día, según la misión
que ha recibido. Yo diría que es un testimonio que se hace especialmente
importante, justamente porque no se apoya en la fortaleza del testigo, sino en
su debilidad. En un tiempo en el que es tan fácil caer en el absurdo de
considerar útiles sólo a los "fuertes", a los que "producen", a los que "ganan",
suena llena de sentido una palabra como la del Papa, que es más firme que todas
las que resuenan desde el "éxito" efímero, porque es una palabra segura,
sostenida en la fe.
3.
SOMOS FAMILIA DE DIOS. TAMBIÉN A NOSOTROS NOS SOSTIENE LA FE... Desde el primer
tiempo de la misión apostólica, la Iglesia se mantuvo unida a Pedro, todos
rezaban por él. Es parte de la misión de Pedro y sus sucesores, hoy Juan Pablo
II, mantener unida a la Iglesia, como familia de Dios. Esto es parte integrante
de nuestra fe. Dios nos ha hecho su familia, y sólo viviendo unidos por un amor
sólido y comprometido, que nos mantenga siempre alertas y al servicio de
nuestros hermanos, su Palabra permanece viva en nosotros, y podemos ser
testigos fieles de la fe recibida.
Igual que a Pedro y que al Papa, también a nosotros es la fe la que nos
sostiene. Podemos pretender además que nos vaya bien, que tengan resultados
nuestros esfuerzos para llevar adelante del mejor modo posible todas nuestras
empresas humanas, deportivas o laborales, podemos incluso pretender que nuestra
vida vaya acompañada del éxito y del aplauso. Sin embargo, si nada de eso pasa,
todo puede estar todavía muy bien. Lo único que realmente nos resulta
imprescindible es que nuestra vida termine bien, de la mano de Dios. Y para eso,
lo que no puede faltarnos, porque es la que nos sostiene, es la fe...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: