Las raíces de una alegría profunda...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 4 de mayo de 2003, Tercer Domingo de Pascua. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
1. A VECES SE PASA RÁPIDO DE LA TRISTEZA A LA ALEGRÍA... Todos conocemos historias, como por ejemplo las de los payasos, que tienen la sonrisa a flor de piel, cuando se trata de hacer reír a otros, pero que después, en su vida personal, quizás están cargados de tristezas y amarguras...
 
También parece ser a veces el clima de nuestra patria, en la que de un día para otro,  se puede pasar rápidamente de las pretendidas seducciones electorales a la cruda y triste realidad de un manejo de "la cosa pública" en el que no se tiene en cuenta el bien común, sino el interés particular de algunos pocos acomodados...
 
También los Apóstoles pasaron a veces con mucha rapidez de la tristeza a la alegría... De la turbación con la que habían vivido el supuesto fracaso de Jesús en la Cruz, pasaron a la admiración y a la alegría cuando lo vieron resucitado. Pero al comienzo, como veían sólo "la superficie", no se animaban a creer...
 
Es que las cosas serias no se pueden vivir sólo en la superficie, es necesario llegar hasta sus raíces profundas. Por eso Jesús les abre la inteligencia explicándoles las Escrituras, para que viendo claro las raíces de la resurrección, pudieran tener una fe madura. También a nosotros, de la misma manera, Jesús nos abre la inteligencia, para que con una fe madura, no estemos zarandeados superficialmente entre tristezas y alegrías...
 
2. LA ALEGRÍA DE JESÚS RESUCITADO HUNDE SUS RAÍCES EN EL CAMINO DE LA CRUZ... No se trata, entonces, de una alegría improvisada o fugaz. Fue construida pacientemente, desde el primer instante, con la fidelidad de Jesús a la voluntad de Dios, nuestro Padre.
 
Esa fidelidad lo llevó por el camino de la Cruz, en la que su entrega por nuestra salvación fue coronada hasta el fin. La resurrección, entonces, no aparece en el horizonte de Jesús de cualquier manera, sino como consecuencia de un camino en el que se fueron construyendo sus raíces profundas. Y esa resurrección de Jesús es nuestra salvación, porque por ella fuimos redimidos, y se nos abrieron nuevamente las puertas del Cielo, que la ceguera del pecado y del rechazo de Dios nos habían cerrado.
 
También hoy hay mucho que redimir, hay mucho dolor y sufrimiento humano que parece inútil en el mundo. Hay mucho pecado que deja heridas profundas. Hay muchas miserias del corazón que producen estragos, porque no vivimos según los mandamientos que hemos recibido de Dios, como caminos de salvación. En definitiva, hoy, como siempre, necesitamos una salvación y una alegría que no sea un barniz de superficie, sino que tenga raíces profundas. Una salvación, en definitiva, que se expresa finalmente en la resurrección, pero que tiene sus raíces firmes en la Cruz.
 
Y nosotros que, como los Apóstoles, hemos conocido esta salvación, no podemos quedarnos tranquilos mientras todavía haya quien no sepa lo que Dios ha hecho por todos los hombres...
 
Anuncio3. SOMOS TESTIGOS DE UNA ALEGRÍA PROFUNDA QUE SURGE DE LA CRUZ... Todo el mundo tiene derecho a esperar de nosotros el testimonio de esta verdadera alegría. La hemos recibido como un don gratuito, y estamos llamados a mostrarla de la misma manera.
 
El Papa les decía el sábado a la tarde, a los jóvenes que se reunieron con él en las afueras de Madrid, que salieran con confianza al encuentro de Jesús, y no tuvieran miedo de hablar de Él, ya que Cristo es la respuesta verdadera a todas las preguntas sobre el hombre y su destino. A ellos, y con ellos también a nosotros, nos recordó el Papa la tarea que nos compromete a anunciar a todos los hombres la alegría profunda que surge de la Cruz y que culmina en la resurrección. Nos recordó que es una tarea de todos...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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