Las raíces de una alegría
profunda...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 4 de mayo de 2003, Tercer Domingo de
Pascua. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa
del día:
- Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la
liberación de un homicida, mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó
de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Por haber creído en
su Nombre, ese mismo Nombre ha devuelto la fuerza al que ustedes ven y
conocen. Esta fe que proviene de él, es la que lo ha curado completamente,
como ustedes pueden comprobar. Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron
por ignorancia, lo mismo que sus jefes. Pero así, Dios cumplió lo que había
anunciado por medio de todos los profetas: que su Mesías debía
padecer (Hechos 3, 14-18).
- El es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por
los nuestros, sino también por los del mundo entero. La señal de que lo
conocemos, es que cumplimos sus mandamientos. El que dice: «Yo lo conozco», y
no cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él (1
Juan 2, 2-4).
- Jesús se apareció en medio de los Apóstoles y les dijo: «La paz esté
con ustedes». Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús
les preguntó: «¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?
Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no
tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo». Y diciendo esto, les mostró sus
manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se
resistían a creer... Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran
comprender las Escrituras, y añadió: «Así esta escrito: el Mesías debía
sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando
por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la
conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo
esto» (Lucas 24, 36-41 y 45-48).
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1.
A VECES SE PASA RÁPIDO DE LA TRISTEZA A LA ALEGRÍA... Todos conocemos historias,
como por ejemplo las de los payasos, que tienen la sonrisa a flor de piel,
cuando se trata de hacer reír a otros, pero que después, en su vida personal,
quizás están cargados de tristezas y amarguras...
También parece ser a veces el clima de nuestra patria, en la que de un día
para otro, se puede pasar rápidamente de las pretendidas seducciones
electorales a la cruda y triste realidad de un manejo de "la cosa pública" en el
que no se tiene en cuenta el bien común, sino el interés particular de algunos
pocos acomodados...
También los Apóstoles pasaron a veces con mucha rapidez de la tristeza a la
alegría... De la turbación con la que habían vivido el supuesto fracaso de Jesús
en la Cruz, pasaron a la admiración y a la alegría cuando lo vieron resucitado.
Pero al comienzo, como veían sólo "la superficie", no se animaban a
creer...
Es que las cosas serias no se pueden vivir sólo en la superficie, es
necesario llegar hasta sus raíces profundas. Por eso Jesús les abre la
inteligencia explicándoles las Escrituras, para que viendo claro las raíces de
la resurrección, pudieran tener una fe madura. También a nosotros, de la misma
manera, Jesús nos abre la inteligencia, para que con una fe madura, no estemos
zarandeados superficialmente entre tristezas y alegrías...
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2.
LA ALEGRÍA DE JESÚS RESUCITADO HUNDE SUS RAÍCES EN EL CAMINO DE LA CRUZ... No se
trata, entonces, de una alegría improvisada o fugaz. Fue construida
pacientemente, desde el primer instante, con la fidelidad de Jesús a la voluntad
de Dios, nuestro Padre.
Esa fidelidad lo llevó por el camino de la Cruz, en la que su entrega por
nuestra salvación fue coronada hasta el fin. La resurrección, entonces, no
aparece en el horizonte de Jesús de cualquier manera, sino como consecuencia de
un camino en el que se fueron construyendo sus raíces profundas. Y esa
resurrección de Jesús es nuestra salvación, porque por ella fuimos redimidos, y
se nos abrieron nuevamente las puertas del Cielo, que la ceguera del pecado y
del rechazo de Dios nos habían cerrado.
También hoy hay mucho que redimir, hay mucho dolor y sufrimiento humano que
parece inútil en el mundo. Hay mucho pecado que deja heridas profundas. Hay
muchas miserias del corazón que producen estragos, porque no vivimos según los
mandamientos que hemos recibido de Dios, como caminos de salvación. En
definitiva, hoy, como siempre, necesitamos una salvación y una alegría que no
sea un barniz de superficie, sino que tenga raíces profundas. Una salvación, en
definitiva, que se expresa finalmente en la resurrección, pero que tiene sus
raíces firmes en la Cruz.
Y nosotros que, como los Apóstoles, hemos conocido esta salvación, no
podemos quedarnos tranquilos mientras todavía haya quien no sepa lo que Dios ha
hecho por todos los hombres...
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3.
SOMOS TESTIGOS DE UNA ALEGRÍA PROFUNDA QUE SURGE DE LA CRUZ... Todo el mundo
tiene derecho a esperar de nosotros el testimonio de esta verdadera alegría. La
hemos recibido como un don gratuito, y estamos llamados a mostrarla de la misma
manera.
El Papa les decía el sábado a la tarde, a los jóvenes que se reunieron con
él en las afueras de Madrid, que salieran con confianza al encuentro de Jesús, y
no tuvieran miedo de hablar de Él, ya que Cristo es la respuesta verdadera a
todas las preguntas sobre el hombre y su destino. A ellos, y con ellos también a
nosotros, nos recordó el Papa la tarea que nos compromete a anunciar a todos los
hombres la alegría profunda que surge de la Cruz y que culmina en la
resurrección. Nos recordó que es una tarea de todos...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: