Trabajando para que haya luz...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 27 de abril de 2003, Segundo Domingo de
Pascua. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa
del día:
- Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección
del Señor Jesús y gozaban de gran estima. Ninguno padecía necesidad,
porque todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el
dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada
uno según sus necesidades (Hechos 4, 33-35).
- Queridos hermanos: El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de
Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él. La señal
de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus
mandamientos... ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que
Jesús es el Hijo de Dios? (1 Juan 5, 1-2 y 5).
- Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban
con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y
poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con
ustedes!»... Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis
manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo,
sino hombre de fe» (Juan 20, 19 y 27).
1.
EN MEDIO DE LAS OSCURIDADES, TRABAJANDO PARA QUE HAYA LUZ... Creo que así
estábamos en el cuarto oscuro todos los que concurrimos allí para poner nuestro
voto, en este nuevo acto electoral.
Así lo reclamó el ejercicio de nuestra democracia, que es un modo
de organizarse políticamente una nación, que ayuda a expresar un valor muy
propio de nuestra condición humana: la capacidad de autodeterminarse a partir de
la propia decisión, en este caso de todo el pueblo. Es cierto que se trata de un
mecanismo imperfecto. Basta para ponerlo en evidencia el control que tienen que
hacer los fiscales de un partido sobre todos los otros, para evitar, o al menos
dificultar que los demás hagan trampa...
Seguramente los Apóstoles se encontraban en una situación similar, cuando
en el Cenáculo, maduraban en el encierro y en la oscuridad su acto de fe, que
finalmente pudieron hacer impulsados desde lo alto, para convertirse en testigos
de la luz.
Los Apóstoles tenían miedo, y vivían encerrados, por temor a los
judíos. Sabían que Jesús había resucitado, y no se animaban del todo a creer.
Hasta que las sucesivas apariciones los llevaron a la fe. A Tomás le costó más,
pero fue valiente, afrontó la duda y llegó a la fe... Por eso, lo que a ellos
les pasó y lo que ellos hicieron nos da luz sobre lo que nosotros podemos
hacer:
2.
HACE FALTA CREER: LA FE NOS ABRE LOS OJOS, PONE LUZ Y NOS AYUDA A VER... A
nosotros, como a los Apóstoles, la fe nos da la certeza de que Jesús ha
resucitado, y a partir de este hecho fundamental, nuestra vida se llena de luz
y
de certezas:
- La fe nos da la certeza de nuestra propia resurrección, si viviendo con
Jesús, morimos también con Él.
- La fe nos garantiza, además, que el mundo no se ha escapado de las manos
de Dios, y tampoco la Argentina. Su providencia nos acompaña siempre, más allá
de lo que nosotros hagamos con todos los dones que Él ha puesto en nuestras
manos.
- La fe nos ayuda a comprender que no estamos hechos para la guerra, aunque
ésta se extienda absurdamente por muchos lados, sino para la paz.
- La fe nos garantiza que no estamos hechos para la muerte, aunque ésta no
faltará, sino para la Vida.
- La fe nos muestra que Dios es el Padre de todos, que la familia
humana es una sola, y que por eso estamos llamados a poner en común y al
servicio de todos nuestros dones y capacidades, y que Dios quiere para todos
la salvación eterna.
A los Apóstoles y a los primeros creyentes la fe les cambió la vida: de
estar encerrados por el miedo, pasaron a la alegría. Comenzaron a abrir las
puertas y, como nos relatan los Hechos de los Apóstoles, vivían unidos y
comenzaron a compartir todo entre ellos, a ponerlo todo en común, al servicio de
todos.
3. VIVIR UNIDOS Y COMPARTIR, JUSTO LO QUE HACE FALTA, SON FRUTOS
DE LA FE... Lo que en los Apóstoles hizo la fe, pone luz sobre lo que puede
provocar en nosotros.
Como en aquel tiempo, también hoy, y especialmente en nuestra patria,
necesitamos la decisión y la voluntad de vivir unidos, dispuestos a compartir
entre todos las cargas y los frutos de los esfuerzos necesarios para crecer como
nación. Por esta razón, en estas horas difíciles del mundo y de nuestra patria,
y quizás fundantes de nuevos tiempos que se avecinan, nosotros, que
contamos con todas las certezas que nos da la fe, cuando como Tomás nos animamos
a superar las dudas, podemos aportar mucho, animándonos a tomar en serio y
vivir a fondo nuestra fe.
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: