La paz en la Casa de Dios...

Queridos amigos:
 
Aquí va mi predicación de hoy, 23 de marzo de 2003, Tercer Domingo de Cuaresma, en el Hogar Marín. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
1. EL TEMPLO DE DIOS ES TODA LA CREACIÓN, Y NUESTROS CORAZONES... Días como el de hoy, con la temperatura fresca de la mañana, y el sol resplandeciente del mediodía, propios del otoño, en el que toda la naturaleza comienza a calmarse, preprándose para juntar fuerzas durante todo el invierno y volver a explotar llena de vida en la primavera, lo hacen especialmente evidente.
 
De todos modos, con lo grande que sea toda la creación signo siempre visible de la grandeza de Dios y Templo en el que se encuentra a sus anchas, seguramente nuestros corazones es el lugar donde a Dios más le gusta estar. Porque allí puede ser recibido con amor y gratitud...
 
De todos modos, también es posible que le neguemos a Dios no sólo nuestros corazones, sino hasta la misma creación, cerrándola a su grandeza y miseriocordia. Por eso, si es comprensible la vehemencia de Jesús, cuando se encuentra que han transformado el Templo de Jerusalén en una casa de comercio, ¿qué se podrá pensar hoy cuando, por ir detrás del petróleo, se desencadena una guerra cruel, que nos entristece, amarga, afecta y enluta a todos?
 
Vale la pena preguntarse si es posible otra manera de organizar el mundo, que desde sus comienzos ha conocido la violencia de la guerra, prácticamente siempre desencadenada por la obsesión de las posesiones... ¿Tendrá que estar siempre la humanidad a merced de la guerra y la violencia, no es posible la paz en esta tierra?
 
2. PARA MANTENER EN PAZ LA CASA DE DIOS BASTA CON CUMPLIR LOS MANDAMIENTOS... Esos mandamientos que están presentes en las tablas de la ley, que Moisés recibe de Dios, y que hoy nos presenta la primera lectura, pero que además están inscriptos a fuego en todos nuestros corazones y en los de todos los hombres...
 
Dándole a Dios su lugar, sin tomar su nombre en vano, nadie podrá arrogarse el derecho de agredir con el terrorismo o declarar la guerra en nombre de Dios, como si Él lo hubiera constituido en el Mesías de la humanidad o de la democracia. Dispuestos a no matar y a no robar, por más que sea necesario el petróleo en este mundo "desrrollado" (las comillas van puestas por evidentes razones), nadie puede creerse con derecho a declarar la guerra, incluso escondiendo veladamente sus verdaderas intenciones...
 
Pero además, también la paz en nuestra casa, nuestra familia, nuestro barrio y nuestra patria va por los mismos caminos y se construye de la misma manera. Simplemente cumpliendo los mandamientos, no sólo Dios tendrá en nuestros corazones un lugar de paz, sino que también encontrarán en ellos su lugar todos los que nos rodean y tienen derecho a esperar algo de nosotros, y por eso llamamos "prójimos". Y ojo, que no sólo se mata con las armas, también con la mirada, con la palabra, con la indiferencia... Y no sólo se roba cuando se va en busca del petróleo ageno, sino también cuando de cualquier manera, nos quedamos con cualquier cosa, material o espiritual, a la que otros tienen derecho... Y no sólo se miente cuando se dicen mentiras con maquinaciones que se manejan hasta con operativos de prensa, sino también cuando nos quedamos con alguna verdad que otros necesitan pero que no estamos dispuestos a compartir...
 
En todo caso, para mantener la paz en la casa de Dios, toda la creación y especialmente nuestros corazones, basta con cumplir los mandamientos...
 
3. ESTAMOS LLAMADOS A LA LOCURA DE LA CRUZ, MÁS EFICAZ QUE CUALQUIER VIOLENCIA... Algunos piden milagros y otros van en busca de sabiduría, nos dice San Pablo. Y eso pasa también cuando, como en estos días, se hace urgente la paz. Nosotros, en cambio, sabemos que esta viene de Jesús crucificado. Para algunos sonará a escándalo, para otros locura, o cobardía... Sin embargo, la Cruz es la fuerza y la sabiduría de Dios, a la que hemos sido llamados. Jesús no terminó muerto en la Cruz. De allí a la Resurrección, no tuvo más que un paso. La Cruz, aceptada como el camino de salvación que Dios pone en nuestras manos, y ofrecida en el cumplimiento audaz y feliz de los mandamientos, nos da la PAZ que ninguna violencia a nadie podrá dar: el Cielo, que Dios pone en nuestras manos...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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