También
nosotros somos pan...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 22 de junio de 2003, Solemnidad del Cuerpo
y la Sangre de Jesús. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas
bíblicas de la Misa del día:
- Moisés tomó el documento de la alianza y lo leyó delante del pueblo,
el cual exclamó: «Estamos resueltos a poner en práctica y a obedecer todo
lo que el Señor ha dicho». Entonces Moisés tomó la sangre y roció con
ella al pueblo, diciendo: «Esta es la sangre de la alianza que ahora el
Señor hace con ustedes, según lo establecido en estas cláusulas» (Exodo
24, 7-8).
- Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a
fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la
primera Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que
ha sido prometida (Hebreos 9, 15).
- Mientras comían, Jesús tomo el pan, pronunció la bendición, lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo». Después
tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y
les dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se
derrama por muchos. Les aseguro que no beberá más del fruto de la vid
hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios» (Marcos 14,
22-25).
1.
MUCHAS COSAS IMPORTANTES SUCEDEN ALREDEDOR DE UNA MESA... Por ejemplo, las
celebraciones importantes, como un cumpleaños o un aniversario, suelen ser
motivo para reunirnos en torno a una mesa a compartir algo. Incluso las
celebraciones litúrgicas principales, como Navidad o Pascua, nos llevan a
reunirnos en torno a una mesa (aquí a la derecha vemos en la imagen una
celebración en un Hogar de las Hermanitas de los Pobres en Chile; lo mismo
podemos ver en cualquiera de sus casas, en las que se sabe celebrar con
sencillez y a la vez con alegría las fiestas).
Cuando hay que arreglar temas o negocios importantes, suele ser buena idea
reunirse en torno a una mesa. Así se inventaron los almuerzos de trabajo, y,
generalmente para coronar acuerdos o alianzas ya concretadas, cenas de trabajo.
Y para los que tienen el síndrome de "estar siempre ocupados", existen incluso
los desayunos de trabajo...
Hasta el Papa, cuando recibe a los Obispos de un país, en su visita
periódica a Roma, cada cinco años, para dar cuenta de la marcha de su diócesis,
los invita en grupos pequeños a almorzar con él, y así conversar de manera más
distendida en torno a una mesa...
Parecería que todo es más fácil alrededor de una mesa bien servida. Es que
la mesa nos habla de algo muy vital, como es el alimento cotidiano. Cuando se
comparte la mesa se está compartiendo algo que es necesario cada día para
reponer las fuerzas y reunir las energías que nos demanda el desgaste cotidiano.
Compartir una mesa es compartir lo que nos sostiene cada día...
También Jesús, en el momento culminante de nuestra salvación, cuando se
disponía a marchar hacia la Cruz, se sentó con los Apóstoles a una Mesa, en la
Ultima Cena (que fue la primera Misa), y renovó la Alianza inquebrantable del
Amor de Dios por todos los hombres...
2.
LA ALIANZA DE JESÚS CON NOSOTROS SE SELLÓ CON SU SANGRE, EN UNA MESA... En la
mesa de la Ultima Cena, cuando instituyó la Eucaristía, Jesús llevó a su culmen
su entrega total, para nuestra salvación. Todo lo que había tomado de nosotros
(su humanidad), lo entregó en el Altar (eso fue la mesa de la Ultima Cena)
anticipadamente. Y enseguida lo concretó en la Cruz, derramando su Sangre y
entregando su Cuerpo, que ya había puesto en manos de los Apóstoles, y en las
nuestras, a través de este Sacramento. Y como la Cruz no pudo con Jesús, sino
que le abrió las puertas a la Resurrección (la suya, y la nuestra), su Sangre
derramada y su Cuerpo entregado se convirtieron en anticipo del Cielo que
esperamos, y donde Jesús mismo nos espera...
De esta manera, la Alianza inquebrantable de Dios con los hombres, se hizo
nueva. De parte de Dios, el contenido de esa Alianza, como nos describe la
segunda lectura, es el perdón de los pecados, que siempre pone a nuestra
disposición, y la promesa y garantía de la herencia eterna, el Cielo que se
abrió para todos los hombres gracias a su entrega y Resurrección. De parte de
nosotros, el contenido de esta Alianza lo expresa con toda claridad el pueblo
reunido alrededor de Moisés: "Estamos resueltos a poner en práctica y a obedecer
todo lo que el Señor ha dicho". Esto significa que la Alianza sellada con
la Sangre de Jesús entre Dios y todos y cada uno de nosotros, nos llama a vivir
según su Palabra. Jesús es la Palabra de Dios hecha carne, y poner en práctica
esa Palabra consiste sencillamente vivir como Él vivió. Por eso:
3.
TAMBIÉN NOSOTROS SOMOS PAN, PARA SER PARTIDO Y COMPARTIDO... Jesús eligió este
signo sacramental de su entrega: el pan, hecho de muchos granos de trigo, que se
parte entre todos los que se sientan a una misma mesa. Su Cuerpo y su Sangre se
hacen para nosotros alimento, y nos permiten vivir unidos a Jesús y fieles a su
Palabra.
Ese alimento nos hace capaces de ser también nosotros como un pan que se
parte para que alcance para todos, y se sirva y se comparta en la mesa de los
demás. Con nuestro espíritu de servicio, con nuestro amor cotidiano,
desgastándonos para servir de algo a los que nos rodean y tienen derecho a
esperar algo de nosotros (es decir, nuestros prójimos), somos pan que se parte
en la mesa que Dios sirve a nuestros hermanos, y que ellos pueden compartir, si
nosotros no se lo impedimos...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: