Esta fue mi predicación de hoy, 3 de junio de 2012,
Solemnidad
de la Santísima Trinidad del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. EL MUNDO
ENTERO ES
UNA GRAN FAMILIA, Y CADA FAMILIA ES UN MUNDO... Desde siempre el
mundo
entero es una gran
familia, aunque esto parece haberse hecho más evidente en los
últimos
tiempos, entre otras cosas por las posibilidades que nos brindan
los
medios de comunicación, que acortan todas las distancias y se
aumentan
las posibilidades de encuentro y de contacto. Ayer fue posible
seguir al
Papa
durante el Encuentro Mundial de las Familias que se realizó en
Milán en
vivo y en directo, y tener
enseguida
por escrito las palabras con las que respondía de viva voz a
las preguntas que recibía de familias de todo el mundo. Así
también hoy se pudo seguir
en
vivo y en directo la Misa, y contar con el
texto
de su homilía...
Pero
también puede
decirse con verdad, siguiendo las intuiciones de la sabiduría
popular,
que "cada familia es un mundo". Por eso no es
fácil conocer "desde afuera" lo que sucede en una familia. Sólo es
posible conocer su intimidad "desde adentro", formando parte de
ella o
compartiendo mucho tiempo con todos sus miembros. Hay una cantidad
de
"códigos" internos, que
son propios de cada familia. A veces bastan miradas, gestos,
palabras
cortadas, o simples silencios, para expresar cosas que significan
algo
distinto en cada familia. Recién cuando pasamos "más allá de la
recepción", que es el único lugar de la casa donde se admite
habitualmente a las visitas o a los extraños, y entramos en la
intimidad, nos encontramos en ese ámbito íntimo donde cada uno se
manifiesta "como es", sin máscaras ni disfraces que ocultan su más
profunda realidad...
En este
tiempo de
globalización hasta los acontecimientos más participados, como son
en
estos días los partidos de clasificación para el próximo
Campeonato
Mundial de Fútbol a realizarse el año 2014 en Brasil, que se ven
en todos
lados simultáneamente compartiendo las mismas imágenes con
diversos
comentaristas, se viven de una manera particular en cada familia o
en
cada grupo de amigos, siguiendo tal vez determinados ritos con la
ilusión que puedan servir para influir en los resultados...
De todos modos, lo que realmente nos importa hoy es que,
como
decía el Beato Juan
Pablo II en su primer viaje a México, en Puebla, el 28 de enero
de
1979, siguiendo a los primeros Padres de la Iglesia, Dios no es
un
Solitario, Dios es Familia. También a Dios,
entonces, se lo conoce verdaderamente cuando se entra en su
intimidad.
Esto hubiera sido imposible para nosotros, si no fuera porque Él
mismo
nos abrió las puertas...
2. DIOS
ES FAMILIA, Y NOS DIO A CONOCER SU
INTIMIDAD... ¿Quién hubiera podido conocer a Dios en su más
profunda
intimidad, si Él no se hubiera bajado hasta nuestra pequeña
estatura?
Eso fue exactamente lo que hizo a través del Misterio de la
Encarnación. Siendo Dios se hizo Hombre y puso su morada entre
nosotros. Nació de María, se puso bajo el cuidado de San José
mientras
crecía, se sometió a todas las vicisitudes de nuestra condición
humana,
incluso la muerte, y muerte de Cruz, y a lo largo de todo su
camino
terreno se nos dio a conocer. Nos hizo saber que siendo Uno, no es
un
Solitario, sino que es Familia: Dios Padre que nos envió a su
Hijo, que
después de su Resurrección nos dejó el Espíritu Santo...
Este es el misterio
que celebramos hoy, la
Santísima Trinidad. Misterio que nos habla de la grandeza, y a
la vez
de la cercanía de Dios. Dios, que es Amor. Un Amor tan grande
que no
puede quedarse encerrado en sí mismo. Por eso hizo el mundo y
todo lo
que hay en él, y nos dio la vida, como Padre, para hacernos
participar
de la riqueza de su Amor. Aunque muchas veces perdamos de vista
algo
tan elemental, la lectura del Deuteronomio nos ayuda a recordar
que
Dios es Dios, allá en el Cielo y también aquí en la tierra, que
es la
obra de
sus manos...
Para conocer a Dios, que es Familia, hay que entrar en su
intimidad. Y
Jesús vino a
hacer que esto fuera posible. Siendo Dios, vino a poner su
morada entre
nosotros, y nos hizo conocer a Dios. Él nos abrió las puertas
para
entrar en la intimidad de Dios. Y como nos recuerda San Pablo,
nos dio
su Espíritu Santo, que nos hace llamar a nuestro Padre con la
confianza
de los verdaderos hijos, diciéndole "Abbá", es decir, "Papá"...
Así, en la grandeza de su bondad, Dios nos hizo sus hijos y nos
llamó a
formar parte de su familia. Precisamente esto es la Iglesia, que
Jesús
fundó sobre el fundamento de su propio Amor a los hombres,
enviando a
los Apóstoles, con su poder, a cumplir una misión que durará
hasta el
fin del mundo, como nos muestra el Evangelio de hoy...
3. EN LA
FAMILIA DE DIOS EL
PODER SE RECIBE PARA CUMPLIR UNA MISIÓN... De las manos de Dios
salió
el Hijo para traernos, por su Cruz y su Resurrección, la
salvación. Y
todo este don misericordioso de su amor está destinado a todos los
hombres...
Por eso,
una vez resucitado,
Jesús dejó a los Apóstoles una misión, que se extiende a todos los
tiempos y a todos los rincones del mundo, ya que consiste nada más
y
nada menos que en hacer de todos los hombres sus discípulos,
bautizándolos y enseñándoles a cumplir todo lo que les ha mandado.
Esta
fue y es la misión de la Iglesia, en la que todos participamos,
cada
uno según la propia condición...
Viene bien recordar, porque no es superfluo, que el poder en la
Iglesia surge de las manos de Jesús y no es para el dominio sino
para una misión. Hoy muchas veces se discute tanto la acción de
la
Iglesia en el mundo y se la juzga con una mirada demasiado
terrena, como si fuera un poder más de los que se disputan el
dominio
de la tierra. A propósito, uno se queda desconcertado cuando un
periódico que se tiene por serio hoy no tiene una sola palabra
sobre el Encuentro Mundial de las Familias que presidió el Papa, y
en cambio tiene en primera plana una nota sobre la lucha por el
poder en la Iglesia. Nosotros no nos podemos dejar confundir.
Jesús nos recuerda que la Iglesia no tiene
más poder y no reclama para sí nada distinto que lo que Él confió:
los
Sacramentos, con los que acerca el
misterio de la
salvación a todos los hombres que quieren recibirla, y la
Palabra,
con la que propone a quienes quieran oírla lo que Jesús nos ha
dicho. La Iglesia sólo reclama poder predicar la Palabra de Dios,
poder celebrar el Amor de Dios y poder guiarnos al Amor de Dios.
Esta es su misión, que recibe como familia de Dios, y que cumplirá
en todo lugar y en todo tiempo...