Esta fue mi predicación de hoy, 12 de febrero de
2012, Domingo
VI del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
POR
MOTIVOS DIVERSOS, ES
POSIBLE QUE NO NOS GUSTE TOCAR A ALGUNAS PERSONAS... Desde tiempos
inmemoriales se tuvo miedo a las enfermedades contagiosas, y por
esta
razón se tomaban precauciones para no entrar en contacto con
quienes
las padecían, por temor al contagio. Incluso libros religiosos,
como el
Levítico, perteneciente al Antiguo Testamento,
describían con detalle, por ejemplo, lo que debía hacerse ante un
leproso, que debía ser alejado del contacto con todos los demás.
Aunque
la norma se debía a que se consideraba a la lepra como un castigo
por
el pecado, no cabe duda que su sentido era higiénico, además de
religioso (es necesario decir que, según los conocimientos
actuales, la lepra es una enfermedad que
no
se
contagia fácilmente, y además es curable)...
Puede pensarse que el
lugar que ocupaba en
tiempos pasados la lepra hoy le corresponde el SIDA. Se tiene un
temor
especial a su contagio, y salvo excepciones, es muy difícil
encontrar
quien esté dispuesto a tratar con los que padecen esta enfermedad.
Además como un de sus formas de transmisión (aunque no la única)
es la
promiscuidad sexual, en algunos ámbitos rápidamente genera
rechazo hacia el que la padece, como en su tiempo sucedía con la
lepra.
Es de destacar que las Misioneras de la Caridad, fundadas por la
Beata
Teresa de Calcuta, dedican mucho esfuerzo al trato y cuidado de
los
enfermos terminales de SIDA en una de las casas que tienen en la
diócesis de San Isidro, en Benavídez (calle Sarmiento y Mendoza,
teléfono +54-3327-482723). La Beata Teresa de Calcuta brindó una
especial atención
a los leprosos...
Sin
embargo, los leprosos y los
enfermos de SIDA no son las únicas personas que no queremos tocar.
También puede suceder con los ancianos. En una sociedad como la
nuestra, que se va construyendo por el consumo y para el consumo,
los
ancianos ya no sirven para producir. Además pueden recordarnos la
fragilidad de nuestra condición. Por esta razón muchas veces se le
teme
a los ancianos, que son encerrados en geriátricos, donde nadie los
ve y
"nadie los toca" (distinto es el caso del Hogar Marín, y los demás
Hogares de las
Hermanitas
de los Pobres, así como también de otros lugares similares,
donde
los ancianos encuentran verdaderamente una Casa de familia, y una
familia que los recibe en la Casa). Porque esa es una consecuencia
inmediata para el que sufre esta marginación, se queda aislado...
De muchas otras maneras hoy hay personas que sufren el
aislamiento,
como en otros tiempos sucedía con
los leprosos y hoy sucede con los enfermos de SIDA. Vale,
entonces,
preguntarnos, y hoy Jesús nos lleva a hacerlo, qué es lo que hay
que
hacer con las personas que hoy están aisladas, segregadas,
apartadas
del trato social, ya sea por sus enfermedades, o por cualquier
otro
motivo. Y como cristianos que somos, será viéndolo a Jesús actuar
con
ellos como aprenderemos los que nos toca hacer...
2. JESÚS
QUIERE ACERCARSE A
TODOS. NADIE QUEDA AISLADO DE SU AMOR... En el corazón mismo del
misterio de la Encarnación se pone en evidencia la intención de
Jesús,
Dios hecho hombre, de acercase a todos, y poner su Amor salvador
al
alcance de todos los que quieran encontrarlo. Naciendo en Belén
asumió
la condición humana, entró en el espacio y en el tiempo para ver,
oír,
oler, gustar y tocar. Y lo hizo porque toda nuestra condición
humana
vale ante Dios, y merece ser salvada. Su condición humana llevó a
Jesús a la muerte, pero también debido a ella resucitó y renovó
nuestra
vida, abriéndola a la eternidad...
Por eso
Jesús cuando cura al
leproso que hoy nos presenta el Evangelio de San Marcos,
desafía el aislamiento que se le imponía, y lo toca. De la misma
manera
que hoy, para llegar a nosotros con su salvación, Jesús no se
limita a
mensajes espirituales, que podrían llegarnos por medios
especiales,
sino que, como en su tiempo, llega a nosotros con palabras y
gestos,
nos hace oír su Palabra (en el mejor de los casos, bien
proclamada, con
voz clara y precisa, y con instrumentos técnicos que la hagan
resonar
con claridad y nitidez en el Templo), y "nos toca" con sus
Sacramentos.
Con el agua del Bautismo, con la mano del sacerdote que nos unge
en la
Confirmación, con su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía, con su
gesto
al absolver nuestros pecados, con la mano
del sacerdote que nos unge en la Unción de los enfermos, con las
manos
del Obispo en la ordenación
de los ministros y con la mutua entrega y aceptación en el
consentimiento matrimonial del Sacramento del matrimonio...
Es el Amor redentor de
Jesús el que lo mueve
a llegar a todos con su salvación. A todos y a todo. Jesús quiere
llegar a todos, y en
todos lados, con su salvación. A los políticos
de nuestro tiempo, a los
periodistas, a los militares, a los médicos y a los enfermos. A
los
trabajadores y a los desempleados, a los grandes y a los chicos, a
los
hombres y a las mujeres, a los niños, a los jóvenes y a los
viejos. A
los recién bautizados y a los Obispos, con los sacerdotes,
religiosos y
religiosas. A los creyentes y a los ateos. A los buenos y a los
malos,
a todos está destinado el Amor de Jesús, que quiere llegar a todos
con
su Palabra y sus Sacramentos, signos de su Amor, para alcanzarles
lo
que sólos no pueden alcanzar ninguno de ellos...
3. JESÚS
NOS LLAMA A QUE, MOVIDOS POR EL
AMOR, LE TENDAMOS LA MANO A TODOS... Jesús, para llegar a todos,
cuenta
hoy con todos nosotros, los que ya lo hemos reconocido y hemos
sido
tocados por Él. Por eso nuestra fe es necesariamente apostólica.
Porque
lo que hemos recibido nos urge y nos impulsa a llevarlo a los
demás...
No sólo los
sacerdotes, que hemos recibido y
aceptado el llamado y el don especial de un ministerio que nos
hace
manos, pies, oídos, boca y corazón de Jesús al servicio de su
Pueblo en
virtud del Sacramento del Orden, sino todos los fieles, hemos
recibido
también parte en esta tarea. Todos hemos sido alcanzados por el
Amor de
Dios, y ese mismo Amor nos impulsa a llegar a los demás para
compartir
lo que hemos recibido. A todos nos toca, según los modos que para
cada
uno va tomando la propia vocación, tender la mano a alguien, para
que a
través de ella le llegue de manera visible el amor de Dios. Esta
es la
manera que Jesús ha querido para su Amor llegue a todos los
hombres y a
todo el hombre...
De esta manera Jesús podrá llegar hoy a tantos lugares donde
parece
ausente. Es verdad que en algunos lugares, como algunos ámbitos
laborales, por poner sólo un ejemplo, será difícil llevar la
presencia
de Jesús. Pero esa dificultad tiene remedio.
Alimentad os del
Amor de Jesús, con su Palabra y sus Sacramentos, para
"tocar" esas realidades y transformarlas, como Jesús hizo con el
leproso, con la salvación que Él ofrece a todos...