Esta fue mi predicación de hoy, 18 de noviembre de
2012,
Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico B, en la
Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. CUANDO
INICIAMOS UN
VIAJE, QUEREMOS LLEGAR A ALGÚN LADO... Eso lo tenemos claro los
que nos anotamos a veces para correr en algunas carreras en las
que lo hace un montón de gente. Siempre pasa que a mitad de
camino, y a veces incluso antes, uno comienza a preguntarse: "¿Y a
mí quién me metió entre toda esta gente que quiere llegar a algún
lado?". Si no fuera porque en esos momentos dudas uno se pone a
pensar en la meta sería muy difícil seguir avanzando. Es necesario
pensar en la meta, pensar hacia donde vamos, para poder seguir en
camino...
Lo
mismo
pasa si nos toca hacer un viaje en colectivo, especialmente con
los de
corta distancia dentro de la ciudad pero también en algunos casos
con
los de larga distancia, salvo en los más especiales que tienen
mayores
condiciones de comodidad. Los espacios son tan estrechos, y las
comodidades tan pocas, por lo que la pregunta es inevitable: "¿Y
yo aquí qué hago?". Sería difícil seguir adelante si no se tuviera
delante de los ojos o del corazón la meta, el punto de llegada,
que se está buscando alcanzar...
Es igual si
nos toca
hacer un viaje en avión, en los que hoy los asientos son tan
chicos y
las esperas en los aeropuertos antes de partir tan largas, que ya
desde
el inicio estamos deseando llegar (salvo el que viaja en primera
clase,
que puede encontrarse con asientos que son verdaderamente un cama,
que
se separan de los demás con una cortina, convirtiendo el propio
lugar
casi en un dormitorio, y cuentan con cine, en el que se puede
elegir la
película que se quiere ver,en el idioma que se puede entender,
donde se
come "de lujo", iniciando con algún jugo de fruta o de tomate, o
con un
Champagne desde antes de levantar vuelo, e incluso, en algunas
líneas
aéreas, recibiendo un pijama para disponerse al sueño con toda
comodidad)...
De todos modos, hay que tener claro que, por cómodo que sea el
vehículo
y el viaje, se lo ha emprendido para llegar a algún lugar, y no
tiene
sentido querer permanecer siempre en el trayecto, por cómodo que
sea.
Por eso Jesús nos recuerda hoy que también nuestra vida en esta
tierra es como un
viaje que comenzó cuando se inició nuestra vida y que se termina
cuando se llega a la meta. Vale la pena, entonces, para no
correr el peligro de querer quedarnos para siempre en el trayecto,
tener presente hacia donde vamos. Por eso, cuando se acerca el
final
del año litúrgico (será el próximo domingo, y en el siguiente
comenzaremos uno nuevo con el Adviento, tiempo dedicado a preparar
la
Navidad), Jesús nos recuerda hacia dónde vamos en el camino de la
vida,
cuál es la meta, qué es lo que nos encontraremos al final...
2. VAMOS
HACIA EL
CIELO, BUSCANDO ALCANZAR LA PLENITUD QUE ANHELAMOS... La muerte de
Jesús en la Cruz y su Resurrección nos muestran que Dios nos ha
querido
para un destino de eternidad, al que nos ha llamado por su
misericordia, y hacia el que vamos a través del camino de la vida.
Esto
es mucho más de lo que con nuestra propia capacidad podríamos
alcanzar,
pero una propuesta firme que Dios nos hace, sembrando en nosotros
la
nostalgia del Cielo, el anhelo de la eternidad...
Una vez que el Cielo ha sido abierto para todos por la
Resurrección de
Jesús, podemos decir que ha comenzado la etapa final, y por lo
tanto
"el fin está cerca, a la puerta", diciéndolo con las mismas
palabras de
Jesús, proclamadas hoy. Por supuesto, no es una cercanía
cronológica
que tenga día y fecha que nos podamos poner a calcular, y por otra
parte tampoco importa mucho hacerlo, ya que para cada uno de
nosotros
ese final llegará "antes que pase esta generación" (a la que
pertenecemos). La Resurrección de Jesús inició la etapa final de
la
historia, en la que el Reino de Dios debe anunciarse a todos los
hombres, y expandirse por todos los rincones del mundo, y eso es
lo que
realmente importa. El Cielo será el Reino de Dios en su resultado
final, con todos los que hayan elegido responder con amor al Amor
de
Dios...
Mientras
tanto, mientras vamos de camino, todo es provisorio, como quien
está de viaje, y por lo tanto no
hay que tomar nada como definitivo. Para que estemos seguro de
esto,
Jesús nos recuerda que hasta el sol se oscurecerá, la luna
dejará
de
brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se
conmoverán.
Como se dice habitualmente, "nada es para siempre" mientras
estamos de camino, ya que el Cielo está mucho más allá de lo que
pasamos por el camino. Tendríamos que aprender a poner en su
verdadera dimensión
cosas que hoy tomamos como centrales y definitivas...
Hay
un dirigente
encumbrado del Fútbol argentino que dice, mostrando la cantidad de
escollos que ha superado para mantenerse hace treinta y tres años
en el máximo lugar, que "todo pasa", y hasta lleva la frase
grabada como lema en un anillo. Yo digo más bien que "todo llega",
aunque se demore. Basta estar en el buen camino y todo llega,
porque Jesús nos ha hecho con una meta y nos ha dado un camino
para poder alcanzarla. El Reino de Dios está cerca, "a la puerta",
nos dice Jesús. Y no es necesariamente una cercanía temporal, no
sabemos "ni el día ni la hora", pero sí sabemos que todo lo que
está por el camino se acabará. Hasta el sol y las estrellas, que
parecen hechos para durar "para siempre". Ni la
Abadía Santa Escolástica ni el Hogar Marín, que parecen estar
hechos
para superar las barreras del tiempo durarán para siempre. Son
instrumentos o herramientas
de los que nos valemos en la marcha, o son parte del camino, pero
no
pueden atraparnos más que la misma meta, ya que en algún momento
habremos llegado, y ya no los necesitaremos, e indefectiblemente
tendremos que dejarlos. A veces no sólo no queremos mirar hacia el
Cielo, sino que nos interesa
más quedarnos en el camino que llegar a la meta...
3.
HACIENDO LAS COSAS BIEN, LOGRAMOS QUE SE ACERQUE EL REINO DE DIOS
ESPERADO... El Reino de Dios (del que nos ocuparemos con detalle
el
próximo Domingo en la celebración de Cristo Rey), que llegará a su
plenitud en el Cielo, es el Reino de la paz y la justicia, es el
Reino
del amor y de la verdad, que se alimenta del Amor de Dios...
Por esta
razón,
mientras vamos de camino, estamos llamados a hacer que
el Reino de Dios se acerque, a través de nuestro compromiso con la
justicia y la paz, con la perseverancia y la constancia de nuestro
amor, y nuestra fidelidad a la verdad, comprometiéndonos con
decisión en la construcción del bien para
todos los que nos rodean. De esta manera, haciendo las cosas bien,
respondiendo con amor a cada circunstancia de la vida ocupándonos
de
construir el bien de los que nos rodean, logramos que el Reino de
Dios,
que llegará a su plenitud al fin de los tiempos, esté cada vez más
cerca. Al fin y al cabo, en eso consiste el amor, cuando deja de
expresarse sólo en palabras, y se convierte en una realidad
operante...
Nuestra misión, mientras vamos hacia el Reino de Dios, que
esperamos, es ir haciendo nuestra vida y la realidad que
nos rodea a la medida y con los valores del Evangelio. Así no nos
sentaremos sólo a esperar que el Cielo llegue algún día, sino que
además ayudaremos a que vaya llegando. No hay camino que valga la
pena si no hay una meta, y la nuestra es el Cielo, por toda la
eternidad...