Esta fue mi predicación de hoy, 21 de octubre de
2012, Domingo
XXIX del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía
Santa Escolástica y en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. HAY
QUIENES
QUIEREN OCUPAR SIEMPRE EL PRIMER LUGAR... Esto sucede
especialmente en algunos ámbitos como por ejemplo en la política.
Justamente se trata de un ámbito en el que el afán por ocupar
siempre el primer lugar se vuelve muy peligroso, porque la única
garantía de tener ahí siempre el primer lugar lleva a querer
destruir a los demás. Si queda sólo uno en pie, se garantiza el
primer lugar. Esto es muy grave en cualquier lugar donde suceda...
A
veces sucede de manera tan despiadada, que la lucha es cruel.
Algunos de tal modo buscan el primer lugar, que no entienden la
política si no como una lucha en la que hay que vencer a todos los
demás. Se hace así de la convivencia pacífica que corresponde a
una sociedad civilizada una lucha o una guerra que termina siendo
de todos contra todos. Se lleva así a la más alta de las
actividades en pos del bien común, como es la política, un modo
excelso de servicio a los demás, al más bajo de sus niveles,
convirtiéndola en una continua guerra...
Lo
mismo sucede a veces con el deporte. Haciéndose profesional, para
algunos ha dejado de ser una actividad recreativa, y se ha
convertido en una actividad en la que sólo importa ganar. Se llega
a hazañas verdaderamente sorprendentes, como saltar al vacío desde
39.000 metros de altura. Claro, se trata de una enorme propaganda
para el producto que apoyó al audaz. Esto no alerta sobre el
peligro de los deportes que se han convertido en profesiones, en
los que fácilmente vencer al otro se transforma en el intento de
destruirlo...
También pasa en muchos otros ámbitos de nuestra vida, si estamos
entrenados sólo para "ganar" y hemos optado por seguir ese camino
en nuestras actividades. Hasta los Apóstoles tuvieron la tentación
de buscar los primeros lugares. Lo hicieron Santiago y Juan, los
hijos de Zebedeo, y se indignaron los demás, seguramente porque
habían pensado lo mismo pero estos dos "hijos del trueno" les
habían ganado de mano. Hay quien pretende también en el campo de
la virtud "ser el mejor", por ejemplo "el más humilde", con lo
cual se queda descalificado apenas comienza a intentarlo...
Si sólo valiera obtener el primer lugar, la vida de convertiría en
una competencia demasiado inhumana. Por eso nos ayuda mucho
aprender de Jesús en qué consiste ser "el más grande" y "el
primero", y cómo para ello no es necesario "destruir a los demás",
sino más bien todo lo contrario...
2. LA ÚNICA
MANERA DE SER GRANDES ES SERVIR A LOS DEMÁS... Hasta los Apóstoles
tuvieron la tentación de crecer para obtener el lugar de los "más
grandes" tomando atajos, en vez de asumir el único camino posible,
el que nos propone Jesús. Dos de ellos, Santiago y Juan, el
primero y el último en dar la vida por Jesús en el martirio,
reclamaron a Jesús sentarse en los lugares de preferencia. Y la
respuesta de Jesús fue contundente: "el que quiera ser grande,
que
se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que
se haga servidor de todos". Aprendieron y nos enseñaron con su
vida lo que Jesús les dijo. Hay un modo propio de ser grandes
cuando se vive de la fe: simplemente servir a los demás...
Los Apóstoles
Santiago y Juan pudieron beber el Cáliz, ese mismo que Jesús
bebió. Es el Cáliz de la entrega de la propia vida. Nosotros
celebramos y recibimos aquí en el altar este Cáliz que es el de la
Sangre de Cristo derramada para nuestra salvación, es el Cuerpo de
Cristo entregado por nuestra redención. Es el Cáliz que nos señala
el camino del servicio al que Jesús nos llama, como llamó a los
Apóstoles, que en la sabiduría de los designios de Dios, fueron
como una parábola, el primero y el último en vivir el martirio,
entregando su vida por Jesús. Entre uno y otro, todos los demás
Apóstoles entregaron el testimonio supremo de servicio en el
martirio. Así es como encontraron un buen lugar, sirviendo siempre
y a todos, con la entrega suprema de la vida...
Se trata
entonces de aprender esta disposición del ánimo que nos permite
estar siempre dispuestos a servir a los demás. En este Año de la
Fe, para nosotros que vivimos de la fe, tiene que quedar claro que
nuestra voluntad de servir a los demás nace precisamente de la fe.
Si vivimos de la fe, es ella la que nos anima a ponernos al
servicio de los demás...
Pero además, tenemos ejemplos claros que nos sirven esta carrera
en la que ponerse últimos, como servidores de todos, nos ayuda a
encontrar bien nuestro lugar. Los ejemplos que nos dan los santos,
incluidos
los
siete que hoy fueron canonizados por Benedicto XVI,
son un modelo que no podemos desperdiciar...
3.
SI QUEREMOS LOS PRIMEROS PUESTOS TENEMOS QUE SERVIR SIN LÍMITES...
Los santos y beatos canonizados o beatificados por la Iglesia nos
enseñan a encontrar el modo de llegar al primer lugar, poniéndonos
cada uno de nosotros al servicio de todos, a ser
todos dóciles servidores, dispuestos a atender con las delicadezas
de un amor perseverante a nuestros hermanos, puestos de manera
incondicional a su servicio, con todo lo que somos, con todo lo
que tenemos y con todo lo que sabemos...
Conviene
recordar a la Beata Teresa de Calcuta, que hace poco más nueve
años, el 19 de octubre de 2003, era beatificada por el ahora
también Beato Juan Pablo II. Nos mostraba de ese modo, con un
ejemplo presente en el corazón de todos, el contenido de esta
frase de Jesús. Lo hacía no sólo con palabras, sino también,
quizás de una manera mucho más convincente, con los hechos de su
vida. Vale la pena atender a lo que nos decía ese día el Beato
Juan Pablo II sobre esta mujer a la que siempre llamó Madre,
porque aunque no engendró en su seno a ningún hijo propio, su vida
realizó de la manera más excelsa la feminidad, siendo por eso una
mujer "madre de verdad". Nos decía el Papa en la
Homilía
de
la Misa de la beatificación de Madre Teresa de Calcuta, que
ella se propuso ser un signo “del amor de Dios, de la presencia de
Dios, de la compasión de Dios” y así recordó a todos el valor y la
dignidad de cada hijo de Dios, “creado para amar y ser amado”. Así
hizo la Madre Teresa, “llevando las almas a Dios y Dios a las
almas” y saciando la sed de Cristo, especialmente en aquellos más
necesitados, aquellos cuya visión de Dios había quedado oscurecida
por el sufrimiento y el dolor". Su vida es un testimonio de la
dignidad y del privilegio del servicio humilde. No le bastó ser
sólo la última, sino que eligió ser la sierva de los últimos, de
los abandonados de todos. Allí donde estaban, en el fin del mundo,
en Calcuta, allí los fue a buscar...
Ser madre es
tener siempre esta voluntad de servicio a la vida y entregarlo
todo, sin pretender más honor y lugar que el de poder servir de
verdad. En definitiva, Dios nos llama a ser grandes de esta manera
pequeña. Por eso es que cada uno de nosotros tiene que
preguntarse:
"¿Qué tengo yo, recibido de Dios, que puede ser útil a los demás?"
Porque en eso que cada uno de nosotros encuentre en sí mismo como
don de Dios que puede enriquecer al otro es donde encontraremos el
llamado preciso que el mismo Dios nos hace para hacer de nuestra
vida un servicio continuo...
Todo lo que yo soy y yo tengo y puede ser útil a los demás me
señala cuál es mi camino al Cielo. Para seguir ese camino se trata
de algo tan tan sencillo como recorrer la vida sirviendo a los
demás con lo que Dios ha hecho de nosotros y con lo que nos ha
dado. Se trata de que toda nuestra vida sea servicio. Así podrá
florecer en la eternidad...