Esta fue mi predicación de hoy, 30 de septiembre de
2012,
Domingo XXVI del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico B, en en el
Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. HAY MUCHAS HERRAMIENTAS
QUE SON MUY ÚTILES, SI LAS SABEMOS MANEJAR... Se puede pensar en
esto cuando vemos a Hipólito, el jardinero del Hogar Marín,
manejando con soltura la bordeadora para cortar el pasto en el
borde de los canteros, o a cualquiera de los ancianos residentes
en el Hogar que lo ayudan en diversas tareas, con la azada o el
rastrillo en la mano...
En realidad, son
continuas y numerosas las ocasiones que nos permiten constatar que
no bastan los mejores instrumentos, sino que además hace falta
saber manejarlos con habilidad. Podemos verlo a Raúl, encargado en
el Hogar de "arreglar todo". Con la misma facilidad y calidad se
ocupa de trabajos de carpintería, electricidad, plomería,
albañilería, y cualquier otra disciplina manual que se le ponga
por delante, manejando con soltura y eficiencia las
herramientas
más simples y también las más sofisticadas, con similar solvencia.
Lo mismo se puede pensar de Roberto o Nicanor, empleados del Hogar
dispuestos a todo lo que haya que hacer, o de las señoras que en
el Hogar van de aquí para allá con grandes carros en los que
llevan las bateas con la ropa que va a la lavandería, manejándolos
por los pasillos con más habilidad que un corredor profesional
sobre un auto de Fórmula Uno...
Por otra parte,
viendo a algunos ancianos en el Hogar moviéndose con soltura y
comodidad a pesar de sus limitaciones físicas, gracias al uso de
bastones, o trípodes, o sillas de rueda, o andadores, no queda más
que maravillarse de todo lo que se puede hacer con las
herramientas adecuadas, utilizadas con ciencia y sabiduría...
También hay muchas cosas que resultan útiles para los más altos
fines religiosos, si los sabemos usar. Un Rosario, por ejemplo, es
un instrumento que nos ayuda a rezar. Sin duda no reemplaza a la
piedad, necesaria para que la oración mueva nuestro corazón hacia
Dios, pero nos ayuda a practicarla y alimentarla...
Ahora bien, también nuestro cuerpo ha sido dotado por Dios de
herramientas muy buenas, que tienen como finalidad servirnos para
hacer el bien, y que tantas veces deshonramos utilizándolos para
hacer el mal. De esa naturaleza son las manos, los pies, los ojos,
y el corazón. Por esta razón Jesús nos da instrucciones precisas
sobre el uso que se ha de dar a los instrumentos o herramientas
con los que nos ha dotado...
2. CON LA MIRADA EN LA
META, TODO TIENE QUE SERVIRNOS PARA SEGUIR BIEN EL CAMINO...
Nuestra vida consiste esencialmente en una vocación, porque parte
de un llamado de Dios. Pero como llamado que es, requiere una
respuesta, que está en nuestras manos. Nos llama a la Vida eterna,
y para responder adecuadamente, lo primero que hace falta es poner
la mirada en la meta. Aunque resulte esencial vivir con los pies
sobre la tierra, hay que mirar al Cielo si en algún momento
pretendemos alcanzarlo...
Puesta la mirada en la meta, se nos hace más claro el camino, que
siempre será el mismo: el que Jesús nos muestra con el testimonio
de su propia vida. A la meta a la que Dios nos llama sólo se
llega
por el camino del amor y de la entrega, a Dios y a nuestros
hermanos. Y para eso son útiles herramientas todo lo que Dios nos
ha dado. Nuestros ojos, nuestras manos, nuestros pies, nuestra
inteligencia, nuestro corazón, son todos instrumentos del amor
para el que Dios nos ha llamado...
Por eso Jesús nos advierte
con dureza que, si no nos sirven para eso, sino que se hacen
herramientas del pecado, que nos alejan de Dios y de nuestros
hermanos, más nos vale desprendernos de ellos, y llegar al Cielo,
que conservarlos, pero sólo para la condenación y la frustración
eterna, como consecuencia de habernos negado a seguir el camino
por el que Dios nos ha llamado...
Esto nos puede llevar a pensar también en todos los instrumentos,
que en sí son indiferentes, ni buenos ni malos, pero que, mal
utilizados, pueden hacer mucho daño. Pienso en el micrófono que
tienen algunos periodistas, o en la pluma con la que escriben,
como instrumento utilizado sólo superficialmente o para el
escándalo. Es fácil encontrarse hoy con que estos medios, que
deberían utilizarse para la comunicación social, sean utilizados
al servicio de poderes más o menos manifiestos, traicionando la
verdad a la que deberían servir si se los utilizara como
corresponde, al servicio del bien...
Lo mismo podría pensarse,
ciertamente, de herramientas como el voto o el poder que los votos
dan, que deberían estar al servicio de los ciudadanos, finalidad
para la que se han implementado. Muchas veces, en cambio, vemos
que se utilizan para la ventaja propia, el fraude o el negocio
oculto, sin más servicio que al propio egoísmo y fascinación y la
perpetuación en el poder. No debería sorprender, entonces, que los
Obispos y el Papa, fieles a la Palabra de Dios a la que deben su
ministerio, utilizando los instrumentos que tienen a su
disposición, un micrófono y la palabra, escrita o pronunciada, se
pongan al servicio del bien común diciendo lo que tienen que
decir, sin atarse a cálculos humanos y sin atarse a las
limitaciones que podrían imponerles cálculos meramente humanos...
Alguno podría pensar que si, haciendo caso a Jesús, nos
desprendiéramos de todas las partes de nuestro cuerpo o de las
herramientas que usamos para el mal, más que para el bien,
terminaríamos todos muy mutilados. Sin embargo teniendo en cuenta,
como ya hemos dicho alguna otra vez, que hay que poner el remedio
donde está la enfermedad, la advertencia de Jesús nos debería
servir para poner en cuarentena, bajo observación y bajo sospecha,
nuestro corazón, ya que es desde allí desde donde nacen nuestras
malas intenciones y nuestros pecados, que después se concretan con
las manos, los ojos los pies o las herramientas con las que
ponemos en marcha nuestro egoísmo, con lo que hacemos o decimos, o
con lo que dejamos de hacer o de decir...
3. TODO NOS TIENE QUE SER
ÚTIL PARA EL SERVICIO DE DIOS Y DE LOS HERMANOS... En resumen, la
advertencia de Jesús nos llama a estar atentos, para utilizar todo
lo que Él nos ha dado, para la precisa finalidad para la que nos
ha sido dado: para el servicio de Dios y de los hermanos...
Prestemos atención, por ejemplo, a todo lo que tenemos a mano en
la Capilla del Hogar Marín. En primer lugar, en el centro, el
Sagrario, que pone a Jesús siempre ante nuestros ojos y nuestro
corazón. Más arriba la Cruz, que nos recuerda cómo será el camino
que deberemos recorrer, semejante al que Él mismo tuvo por
delante. Hacia un costado la imagen de María, que nos muestra sus
manos abiertas, como la de una Madre que espera a sus hijos
colmada de sus dones para distribuirlos con generosidad según la
necesidad de cada uno. Hacia el otro lado un cuadro de santa Juana
Jugan, recordándonos con el testimonio de su propia vida un camino
de servicio a los ancianos que lleva al encuentro del Señor.
También el Ambón desde el que se proclama la Palabra de Dios, y el
micrófono que ayuda a hacerla resonar entre las paredes de este
Templo. Y por todos lados las flores, ayudándonos a la alegría en
el encuentro con el Señor y en el servicio a Dios...
Pero no podemos
olvidarnos que tenemos también las manos. Ellas son instrumentos
vivientes, que respondiendo a las decisiones de nuestro corazón,
pueden ponerse al servicio de nuestros hermanos. Estas manos
pueden acercarse a ellos vacías, o cargadas de flores, reales o
simbólicas, que muestren lo que estamos dispuestos a hacer por
ellos, sirviéndolos en el amor. No nos olvidemos: vivimos junto a
otros, queramos o no, así es nuestra condición humana. Pero
podemos también, y esto ya no es automático sino fruto de una
decisión que debe renovarse a cada paso, vivir no sólo junto a
otros, sino al servicio de ellos, servicio al que nos lleva el
amor...
Por eso, en este tiempo en el que el individualismo reinante puede
llevarnos fácilmente a especulaciones mezquinas, creo que nos toca
dedicarnos con especial esmero a utilizar todo lo que Dios nos ha
dado poniéndolo al servicio de Dios y de nuestros hermanos,
movidos por el amor con el que nos alimenta el mismo Dios...