Esta fue mi predicación de hoy, 23 de septiembre de
2012,
Domingo XXV del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico B, en la
Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. TODOS QUEREMOS SER EL
MEJOR, EL PRIMERO, EL MÁS GRANDE... Quizás hemos sido educados
para ganar siempre y nos entrenamos todo el tiempo para no perder
el tren en esa carrera interminable. Pareciera que los primeros
puestos tienen más lustre, más "nombre", más sueldo, y nadie
quiere quedarse atrás. Pasa en el deporte, todos quieren ser el
mejor, el que gana siempre. Y cuando el deporte se hace un
negocio, ni siquiera hay espacio para el segundo, sólo vale "el
primero"...
Pero también en
el trabajo pasa que todos quieren alcanzar el mejor puesto. Hasta
en la vida de la fe nos puede pasar lo mismo. Todos queremos ser
el más santo, el más bueno, el más amigo de Jesús, el que reza más
y mejor, a veces hasta puede ser que pretendamos ser "el más
humilde" (en este caso ya sólo con la intención de quererlo,
quedaremos descalificados en esa carrera, precisamente porque
seríamos poco humildes pretendiéndolo)...
Es un extraño fenómeno,
porque si aplicamos a todo el criterio de que sólo vale el
primero, como el triunfo sólo puede ser alcanzado por uno los
demás no sirven para nada. El colmo es el Box, "deporte" en el que
el triunfo de uno apunta a la destrucción del otro. Aunque, es
necesario decirlo, el clima al que nos ha llevado este modo de
obrar, según el cual todos queremos ser "el primero, el mejor, el
más grande", hace que todos los ámbitos de la vida se vayan
pareciendo más a un Ring de Box que a una pista de baile. Cuando
se buscan los honores y el primer puesto a cualquier precio, nos
cerramos, peleamos, y los demás se convierten en enemigos a
vencer. Por eso nos dice Santiago, anticipándonos muchos siglos
antes una descripción de nuestra realidad que parece hecha por un
cronista que ha visto lo que pasa hoy entre nosotros: "Donde hay
rivalidad y discordia, hay también desorden y toda clase de
maldad. Ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean,
matan; envidian, y al no alcanzar lo que pretenden, combaten y
se
hacen la guerra". ¿Querrá Dios que luchemos de ese modo "contra
los demás" para ser "el mejor, el primero, el más grande", o tiene
otra propuesta que hacernos?...
2. PARA SER EL
PRIMERO, HAY QUE SER EL ÚLTIMO Y EL SERVIDOR DE TODOS... En el
Reino de Dios, el puesto de honor es para el último, y para el que
esté dispuesto a hacerse servidor de todos, nos dice hoy Jesús. Él
mismo, pudiendo ser en todo el primero, eligió el último lugar
y
el de mayor servicio. Desde el primer momento hasta el último...
¿Quién más que Él podía tener derecho a aspirar al primer puesto,
a los mayores honores? Y sin embargo, con su vida, nos dio un
testimonio claro de la opción que había hecho. Desde su nacimiento
en Belén, no precisamente en el mejor de los Hoteles sino en el
lugar reservado para los animales, hasta la Cruz donde lo entregó
todo para alcanzarnos todo, que era un instrumento de tortura para
forajidos y no el más cómodo lecho de muerte, pasando por su
servicio de amor continuo y extenuante, que tan bien se representa
en el lavado de los pies a los Apóstoles, Jesús siempre eligió el
último lugar, y desde allí nos dio prueba de un estilo de vida
que, es bueno tenerlo en cuenta, no es privilegio del Cielo,
sino
que es posible también, aunque ciertamente con entrega y
desprendimiento, en todos los rincones de la tierra por los que
nosotros nos movemos. Si se hiciera una fila en la que se ordenara
a todas las personas según "el lugar" que hoy ocupan, seguramente
todos nosotros estaríamos más adelante de la mitad...
Atrás
quedarían muchos, como
los que aquí aparecen, personas que han tenido que huir de su casa
y de su tierra por el flagelo de la guerra, por las inclemencias
del tiempo, así como los que han sido menos favorecidos en todos
los rubros en los que a nosotros nos gusta clasificar quién están
o no en los primeros puestos...
El camino es largo, y nuestra meta no se limita al horizonte
terreno. Durante la marcha, mientras vamos de camino, no importa
tanto ir "subiendo escalones" o adelantando puestos en la fila que
en nuestra imaginación hacemos. No se trata de ir ganando las
etapas, y mucho menos las de menor importancia, que se desarrollan
mientras nos movemos en esta tierra. Por lo tanto, con la mirada
puesta en la meta final, y con el ánimo de llegar en un buen
puesto, conviene ya desde ahora ponerse en el último lugar,
dispuestos a poner nuestras manos y toda nuestra persona al
servicio de los demás, en todo lo que decimos, pensamos y hacemos,
buscando ser , como Jesús, servidores de todos...
3.
RECIBIMOS A JESÚS CUANDO
ATENDEMOS CON AMOR A SUS PREFERIDOS... Jesús, tomando en brazos
a un niño, dijo a los Apóstoles, y nos dice a nosotros, que el
que
recibe a uno de esos pequeños en su nombre, lo está recibiendo a
Él. Esto puede aplicarse en su significado más directo, atendiendo
a los pequeños de edad, que se encuentran más desvalidos y
necesitados del amor y el cuidado de los demás que los mayores...
Podemos pensar
que la misma debilidad que los niños, que tienden sus brazos
buscando los de sus mayores en los que se puedan apoyar y de
quienes puedan recibir todo el amor y todo el servicio que les
permita crecer y desarrollarse, tienen los ancianos, que todos en
algún día seremos si no nos morimos antes (es sólo cuestión de
tiempo). También ellos necesitan de brazos amigos y de corazones
abiertos dispuestos a sostenerlos en su debilidad. Y también en
ellos, por lo tanto, encontramos a Jesús, cuando nos ponemos a
servirlos...
Entre unos y otros, entre los
niños y los ancianos, e incluyéndolos, se encuentran todos los que
podemos considerar más pequeños o más desvalidos que nosotros.
Vale, entonces, no sólo para los niños, sino también para los más
pobres, los que son menospreciados, los débiles, los enfermos, los
ancianos...
Por todos ellos, precisamente porque necesitan más del amor
solidario que les permita sobrellevar las dificultades y
contrariedades de la vida, Jesús tuvo siempre una especial
predilección, y los atendió con especial cuidado. Por eso
nosotros, si queremos alcanzar un buen lugar en la única carrera
en la que vale la pena hacerlo, si queremos asegurarnos un buen
puesto en la fiesta del Cielo para la que Dios nos ha cursado
especial invitación, aquí tenemos indicado el modo de hacerlo.
Nosotros, que buscamos siempre recibir a Jesús con los brazos
abiertos, aquí tenemos un modo cotidiano de hacerlo, mientras
marchamos sin prisa pero sin pausa hacia la meta a la que fuimos
invitados: Atendiendo con amor a los "preferidos" de Jesús, es a
Él a quien estamos recibiendo y atendiendo...