Esta fue mi predicación de hoy, 19 de agosto de
2012, Domingo
XX del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía Santa Escolástica y en el
Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. COMO TODOS LOS SERES
VIVOS, PARA TENER ENERGÍA NECESITAMOS LOS ALIMENTOS... Son vitales
para nosotros, desde el primer momento. Todos nacimos siendo bien
pequeños, y desde allí fuimos creciendo y haciéndonos más fuertes,
gracias a los alimentos. A esta altura, cualquiera sea la edad que
tengamos, hemos consumido una enorme cantidad. Haciendo un cálculo
muy rápido y de una forma muy conservadora, contando alimentos y
bebidas, hemos consumido al menos una tonelada por año cada uno de
nosotros...
Cuanto más es el ejercicio
que hacemos, también es mayor la cantidad de alimentos que
necesitamos. Los que han vivido siempre en la sierra, saben que
hace falta mucha energía para subir y bajar, para moverse de aquí
para allá. Además de moverse despacio, hace falta reponer las
fuerzas con los alimentos. Y las Hermanitas de los Pobres que
atienden sus Hogares en el mundo entero saben bien lo que
significa la necesidad del alimento. No sólo porque se ocupan cada
día entero de conseguir y preparar lo necesario para los
residentes en sus Hogares, sino también porque ellas mismas deben
esmerarse para mantener en orden los Hogares, y eso requiere de
ellas no sólo mucho amor sino también enorme energía, y en
consecuencia sencillo pero a la vez eficaz alimento...
Sin embargo, por
más que nos esforcemos nunca nos va a alcanzar con el alimento
servido a nuestra mesa en el desayuno, el almuerzo y la cena. Ni
siquiera contando con la generosidad de los bienhechores (a través
de los cuales la providencia, que las Hermanitas saben conmover a
través de San José, patrono de todos sus Hogares), alcanzaría para
tener todo lo que nos hace falta cada día. Todos tenemos una
profunda aspiración de eternidad, que el mismo Dios nos ha
sembrado en el corazón, y queremos vivir para siempre. Todos
tenemos, en definitiva, una insaciable hambre de Dios, que Él
mismo ha sembrado en nosotros, llamándonos a una vida que supera
los límites de la vida terrena, y haciéndonos peregrinos cuya meta
está en el Cielo. Pues bien, no hay alimento terreno que nos
alcance para llegar a eso. Por eso Jesús se nos ofrece Él mismo
como alimento...
2. EL CUERPO Y LA SANGRE DE
JESÚS NOS DAN LA VIDA ETERNA... El Cuerpo y la Sangre de Jesús son
también alimento y bebida. En realidad, se trata del alimento y de
la bebida que nos permiten vivir para siempre. Por eso Jesús llama
"verdadero alimento" sólo a su Cuerpo y "verdadera bebida" sólo a
su Sangre. Estas palabras resuenan con especial fuerza en estos
días en los que conviene tener claro que nadie tiene licencia para
mentir, y mucho menos si ejerce una función pública, por la que
rendirá cuenta a Dios y a la patria...
Y realmente lo son. Física y corporalmente se nos presenta Jesús
como alimento y como bebida, a través de su Cuerpo y su Sangre.
Pero no se trata de un alimento y una bebida como todos los demás,
sino de un alimento y una bebida que tienen un efecto
sobrenatural, alimentan en nosotros la Vida eterna, y nos hacen
capaces de alcanzarla. Sabiendo de nuestra necesidad, ya que Él
mismo nos hizo para la Vida eterna, y conociendo al mismo tiempo
nuestra dificultad para tener presente los que físicamente no se
ve, Jesús nos dejó de una manera visible, en su Cuerpo y en su
Sangre, a través del Sacramento de la Eucaristía, un verdadero
alimento. Cuerpo y Sangre de Jesús resucitado, que va
introduciendo en nosotros semillas de Vida eterna...
Este alimento, de todos modos, funciona de una manera muy
especial, y distinta a la de todos los demás. Mientras nosotros
vamos asimilando todos los alimentos que consumimos, y de allí
recibimos la energía que tienen para darnos, cuando comemos su
Cuerpo y bebemos su Sangre, somos nosotros los que vamos
asimilándonos a Él. Nuestro cuerpo frágil y mortal, recibiendo
el Cuerpo y la Sangre de Jesús resucitado, se va haciendo a la
medida de la eternidad, y de forma anticipada, se convierte en
un cuerpo destinado a la resurrección, al fin de los tiempos, y
se va preparando para esa resurrección...
Este alimento nos va
asimilando a Jesús, y nos hace capaces de vivir como Él. Cuando
nos alimentamos con su Cuerpo y con su Sangre, como nos dice el
mismo Jesús, comenzamos a vivir por Él, Jesús comienza a vivir
en nosotros. Pero, por otra parte, como Jesús mismo nos dice, Él
es el alimento. Así que no sólo su Cuerpo y su Sangre, sino
también su Palabra, que se nos sirve también en la Mesa
eucarística, es Jesús hecho alimento para fortalecer nuestra
vocación de eternidad y fortalecernos en nuestro camino hacia la
Vida eterna...
Todos sabemos qué difícil es vivir con intensidad y fidelidad el
apasionante camino de la fe. A cada paso sentimos la debilidad
de nuestras fuerzas y la necesidad de reponerlas todo el tiempo.
Con más razón, entonces, necesitamos estar bien alimentados para
recorrer este camino que nos lleva a Dios. Y es Él mismo quien
se hace nuestro alimento. Por eso las Hermanitas se los Pobres,
mientras se encargan de alimentar bien a los ancianos que viven
en sus Hogares, también se ocupan de que no les falte el
alimento sobrenatural, que no les falte Jesús en su Palabra y en
la Eucaristía, para que no sólo vivan alegres los últimos días
de su vida, sino que fundamentalmente les sirvan para marchar
alegres al encuentro del Señor, cuando Él los llame, en el
Cielo. Así hacen de sus Hogares verdaderas "antesalas" del
Cielo...
3. HAY QUE
APROVECHAR BIEN EL MOMENTO PRESENTE, ELIGIENDO BIEN LOS
ALIMENTOS... Las cosas no han cambiado tanto desde el tiempo de
San Pablo (el tiempo de Jesús, y el del nacimiento de la Iglesia
que surge de sus manos, como barca con la que navegamos por este
mundo hasta "la otra orilla", el Cielo). Ya decía él: "estos
tiempos son malos" (como los nuestros). Tiempos malos que, por
lo
que puede verse, durarán. Aunque hoy salga el sol, sabemos que vivimos
en tiempos de tormentas, y no las que hacen llver, que esas son como
anticipos de la bendición de la lluvia, sino de las tormentas que hay
que temer. Se trata entonces, de elegir muy bien en
este tiempo cómo y de qué nos alimentamos...
En nuestro tiempo se ofrecen
no sólo los alimentos típicos de la cocina de cada pueblo (es
posible encontrarlos en cada ciudad, en los restaurantes
especializados, al menos todavía por ahora). También están a la mano de
todos los "alimentos
industrializados", los de las grandes marcas que se imponen en el
mundo entero (que al menos por ahora lelgan también a nuestro país), y
los de cada lugar. Hay mucho para elegir en una
sociedad que se arma económicamente a partir del consumo. Pero eso
no nos impide estar atentos y vigilar bien qué elegimos, para que
coincida con nuestras aspiraciones más profundas y
trascendentes...
Simplemente, siguiendo el
mismo consejo de San Pablo, se trata de "aprovechar bien el
momento presente". Nos dice que no dejemos de alimentarnos con el
Espíritu Santo, el Espíritu de Dios que nos hace comprender su
Palabra, verdadero alimento. Hoy, que tantas cosas pueden
distraernos, que tantas cosas "especiales" se nos ofrecen, hoy que
tenemos tanto detrás de lo cual correr, se hace especialmente
urgente elegir bien nuestros alimentos. Si aspiramos a la Vida
eterna (y no hay nada siquiera parecido a lo que merezca la pena
aspirar más que a ella), no hace falta perder el tiempo detrás de
muchas cosas. Para llegar al Cielo al que Dios nos llama, y por lo
tanto nuestra vocación más profunda, sólo sirve y alcanza,
alimentarse de Jesús, de su Cuerpo y de su Sangre, como también de
su Palabra, ya que Él es el único "verdadero alimento"...