Esta fue mi predicación de hoy, 5 de agosto de
2012, Domingo
XVIII del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico B y Bodas de Oro
sacerdotales del P. Luis Tridenti, en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
SÓLO
PUEDE SALIR PARA AFUERA LO QUE VAMOS PONIENDO ADENTRO...Vivimos
de nuestros alimentos, que nos aportan la energía para
nuestro movimiento y nuestra actividad, pero tendremos los
resultados
que correspondan a lo que vamos incorporando. No podemos esperar
siempre milagros en los resultados. De acuerdo a como somos (me
refiero
a las predisposiciones personales, que nos hacen responder de una
manera o de otra a los estímulos) y a lo que comemos, iremos
evolucionando de una manera o de otra...
Por eso cuando
celebramos hoy las Bodas de Oro sacerdotales del P. Luis Tridenti,
que se ordenó siendo ya un hombre maduro de treinta y ocho años y
cinco meses, no podemos dejar de preguntarnos cuántos alimentos
habrá consumido en sus ya ochenta y ocho años, cinco meses y dos
días de edad, cuántos alimentos habrá recibido en estos más de
treinta y dos mil doscientos días que lleva vividos. De allí
surgieron las energías para todo su ministerio, el desarrollo de
su vocación y su tarea...
Está claro que su vocación surge no sólo del alimento
material que recibió, aunque éste sin duda fue necesario. Su
devoción filial lo llevó a buscar alimento a su madre, pero su
devoción a la Virgen lo llevó a buscar lo que siempre se busca
en una Madre: alimento y protección. Así, siendo ya un hombre
maduro, encontró con este alimento, recibido de María en la fe,
su vocación. Como dice el refrán bíblico con el que Jesús se
refiere a
los fariseos, "la boca habla de la abundancia del corazón"
(Mateo 12,
34)...
Pero a la vez, si nuestros corazones están llenos de paz, de
alegría, de espíritu constructivo y de ánimo positivo, podremos
encontrar con facilidad la vocación a la que Dios nos llama,
para dar frutos con lo que de él recibimos. Por eso, es muy
importante tener en cuenta con qué vamos alimentando cada día
nuestros
corazones, o dicho de una manera semejante y siguiendo con la
imagen de
la alimentación, con qué llenamos nuestra "canasta interior",
porque
siempre saldrá hacia afuera lo que abunda adentro...
2. JESÚS ES EL PAN DE
VIDA. ÉL NOS PUEDE CALMAR TODO EL HAMBRE Y
TODA LA SED... Jesús es el alimento, que se parte y se entrega,
que se
multiplica y se pone en nuestras manos para darnos la Vida
eterna, y
sólo Él nos puede dar el Pan de Vida eterna, decíamos el Domingo
pasado. Todo el capítulo 6 del Evangelio de San Juan, que
comenzamos a
recorrer el Domingo pasado, que seguimos hoy y que continuaremos
todavía en los tres próximos, este contenido esencial de nuestra
fe
resuena con toda su eficacia y su contundencia...
¿Dónde podemos encontrarlo a Jesús, para que nos alimente
cada
día, y así calme nuestras ansias de vivir para siempre, y con
una vida
plena? Toda la Misa nos habla de su presencia, que se manifiesta
de
múltiples maneras, para estar siempre al alcance de nuestra
mano. Jesús
está presente cada vez que nos reunimos a celebrar
nuestra fe, en la misma comunidad que formamos con todos los que
han
sido convocados a participar en ella (eso significa en su origen
la
palabra "Iglesia": la asamblea de los convocados...). La oración
que
hacemos en esas ocasiones cuenta con una presencia especial de
Jesús,
sencillamente porque nos hemos reunido en su nombre (Mateo 18,
20), y
esa presencia de Jesús también nos alimenta...
Alimentarse de
Jesús es lo que le permitió al P. Luis, hombre de oración, de
profunda oración, contar siempre con las fuerzas que necesitó
para llevar adelante su ministerio. Una de las primeras
parroquias que le tocó atender fue Santa Teresita del Niño
Jesús, en Virreyes. Dios, que sabe bien cómo hace las cosas,
quiso que esa fuera la primera parroquia a la que me tocó llegar
ya ordenado sacerdote, justo cuando el P. Luis fue a su nuevo
destino para el servicio sacerdotal, en la Parroquia Medalla
Milagrosa, en Talar de Pacheco. Muchos años después nos regala
estar juntos aquí en el Hogar Marín. Para mí en ese momento fue
fácil ver las huellas que él había dejado, y comprendí enseguida
en que hacer las cosas bien en ese momento consistía en no
cambiar nada de todo lo que se venía haciendo bien, simplemente
se trataba de seguir sembrando en los mismos surcos. A mí Dios
me regalo aprender mucho de lo que el Padre Luis (junto con el
P. Harvey Ballance, de Estados Unidos, con quien compartía la
tarea), había hecho...
El
Padre Luis fue siempre un hombre no sólo de oración, sino
también de alimento, buscando en Jesús el verdadero Pan. Todos
los que compartimos con él este tiempo sabemos bien que el Pan
de Vida y el Cáliz que sacia toda sed, que nos hacen crecer bien
desde adentro, son para él la prioridad de cada día. Los gestos
de su ministerio siempre fueron, por lo demás, un modo de
acercar a todos los fieles el mismo alimento con el que Jesús lo
alimentaba bien desde adentro...
También está presente, y especialmente, en su Cuerpo y su
Sangre,
pero ya volveremos sobre ello el próximo Domingo. Mientras
tanto,
podemos estar seguros que Jesús está siempre a mano, de una
manera o de
otra, para que no nos falte nunca, y pueda así ser el Pan de
Vida
eterna que nos alimenta. De esta manera, podemos llenar nuestro
corazón
de Jesús. Esa abundancia tendrá necesariamente sus
consecuencias, y
hará que algo vaya cambiando en nosotros cada día...
3.
ALIMENTADOS CON JESÚS, NACE EN NOSOTROS EL HOMBRE NUEVO, A SU
IMAGEN... "La boca habla de la abundancia del corazón", decíamos
al
comenzar. Y si Jesús llena el nuestro, eso se manifestará en
toda
nuestra vida, nos saldrá "Jesús" desde adentro, hasta por los
poros. Podríamos preguntarnos qué soñaba el P. Luis Tridenti
cuando siendo un niño comenzaba a alimentarse por su cuenta.
Seguramente él miraba sólo para arriba, que es lo que tenemos
que hacer cuando somos pequeños...
Seguramente
saber elegir de quién y cómo alimentarse es seguramente lo que le
ha permitido al P. Luis mirarnos hoy con esa sonrisa simple y
franca que nos habla de Dios. Porque sin duda en estos cincuenta
años de se sacerdocio el P. Luis hizo mucho, pero lo pudo hacer
porque se alimentó mucho y supo elegir bien su alimento. Está
claro que eligió alimentarse de Jesús, que nos alimenta bien desde
adentro. Sólo así son posibles actitudes
profundas de fe, de confianza en Dios nuestro Padre, de entrega
fiel y
decidida a nuestros hermanos en el servicio cotidiano del amor...
Jesús, que es ese alimento que nos llena el corazón y nos permite
dar a los demás lo que hemos recibido de Dios. En definitiva, en
eso consiste la tarea de un sacerdote: alimentarse siempre y mucho
de Jesús, para alimentar a los demás con lo que lleva adentro...