Esta fue mi predicación de hoy, 8 de julio de 2012,
Domingo XIV
del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. A VECES ESPERAMOS QUE DIOS HAGA MÁS MILAGROS
PARA
NOSOTROS... Puede ser que pensemos: "Si Dios es Dios, ¿cómo pueden
pasar las cosas que pasan?" ¿Por qué siempre parece que les va
mejor a los malos, y se nos hace tan difícil el camino a los que
queremos hacer las cosas bien? ¿No debería aparecer Dios
milagrosamente, como en tiempos de Noé, y ponernos a salvo a los
buenos, con algo similar a lo que hizo con el "Arca de Noé",
poniendo a salvo a los que merecían ser rescatados? ¿Dónde está la
omnipotencia de Dios, que parece dejarse superar por la
prepotencia del mal y dejarse atropellar por la astucia de los
malos?...
También ante las enfermedades nos puede
pasar que nos quedemos esperando una intervención milagrosa de
Dios que nos libre de sus consecuencias, por ejemplo ahora que
se vienen los fríos, y los resfríos, podemos pedirle a Dios
pasar un inverno sin ellos, como si no dependiera de nosotros
hacer nada para prevenirlos. De la misma manera podemos caer en
la tentación de esperar con los brazos cruzados que de un día
para el otro desaparezcan las mafias que vemos luchar por el
poder y que han contaminando de inmoralidad la política y el
manejo de la cosa pública, al punto que ya nadie bueno parece
querer meterse en esas cosas para no quedar "pegado"...
En definitiva, ante muchas circunstancias de la vida podemos
quedarnos añorando que Dios intervenga de una manera más
enérgica para hacerse cargo de nuestros fracasos y nos saque las
papas del fuego antes de que se quemen. Sin embargo, hoy Jesús
nos enseña que Dios no es amigo de intervenir con su
omnipotencia de una manera prepotente, sino que prefiere una
presencia silenciosa, confiando en que sabremos valernos del don
más precioso que nos ha dado, que es nuestra libertad, para
hacernos cargo de las cosas que nos tocan...
2. DIOS NOS HACE LIBRES PARA QUE LO ACEPTEMOS POR
AMOR, NO POR LA FUERZA... Dios nos propone descubrirlo y
encontrarlo a través de la fe. Pero lo hace de tal manera, que no
perdamos nuestra libertad, y podamos aceptarlo por amor, no por la
fuerza...
Si Dios se hiciera presente siempre de
una manera totalmente evidente, nadie podría negarlo, nadie
tendría la libertad de oponérsele. Pero no es el camino que eligió
para manifestarse entre nosotros. Nos dice hoy San Marcos que los
contemporáneos de Jesús lo identificaban como el "Hijo del
Carpintero". Es que por el misterio de la encarnación, a partir de
su nacimiento en Belén, Jesús se hizo visible y accesible, y por
medio de Jesús fue posible ver y oír a Dios, que asumió nuestra
condición humana. Pero la humanidad de Jesús, al mismo tiempo que
lo hace visible y audible, también lo "oculta", ya que no nos
alcanza para "hacer evidente" su divinidad. Para eso no son
suficientes los ojos y los oídos, ni siquiera alcanza con el
corazón, para "ver y oír" a Jesús como el Hijo de Dios hecho
hombre, hace falta la fe...
Lo mismo pasa con Jesús en
nuestros días, siempre
presente silenciosamente en el Sagrario. La fe nos permite "verlo"
ahí y escucharlo en su Palabra. Pero su presencia amorosa, que hoy
se nos manifiesta de esta manera, y en la celebración de los
Sacramentos, fuentes en las que se puede beber de su amor, no se
impone, sino que se nos propone, para que la aceptemos en la fe, y
entremos en comunión con Él. De esta manera, con enorme
delicadeza, respeta nuestra libertad...
De todos modos, esto no significa que Jesús no esté
suficientemente al alcance de nuestra mano. Su presencia escondida
pero real, activa y efectiva a través de su Palabra y sus
Sacramentos, y de la misma Iglesia a la que le ha encargado
hacerlo presente en el mundo entero hasta el fin de los tiempos,
nos alcanza para descubrir la grandeza y la omnipotencia del Amor
de Dios. Como dice San Pablo, el poder de Dios triunfa en la
debilidad, no necesita la prepotencia, y esto lo lleva a gloriarse
en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias
soportadas por amor de Cristo. Hoy podemos pensar que a Dios
le
basta la debilidad de la Iglesia, con todas sus fragilidades, para
manifestarse a través de ella, sin necesidad de una omnipotencia
impecable...
3. NO NOS FALTAN MÁS MILAGROS PARA TENER
FE, SINO MÁS FE PARA VER LOS MILAGROS... Hoy seguramente podemos
ver, como también en los tiempos pasados, muchas personas que,
como nosotros, se alimentan de la fe, y que cotidianamente se
desviven por ser fieles a Dios en el mundo de la política y en
todos los ámbitos de la vida ciudadana. Personas que experimentan
la misma debilidad que encontraba San Pablo en sus propias
fuerzas, pero también la misma fortaleza de Dios que los sostiene.
Y en todo esto no nos faltan más milagros, sino más fe para ver
los milagros cotidianos...
No son más milagros, entonces, lo que
estamos necesitando para que sea mayor nuestra fe. De hecho Jesús,
nos dice hoy San Marcos, no pudo (o no quiso) hacer muchos
milagros ante los que lo rodeaban y no tenían fe. Yo creo que es
porque si los hubiera hecho, esos milagros no les hubieran abierto
los ojos, y no hubieran servido entonces para mucho. Más bien es
al revés. Jesús nos invita a la fe, que es siempre una respuesta
libre al llamado de Dios. Y es justamente la fe la que nos permite
descubrir los milagros que suceden cada día. Cada vez que dos
manos se unen para construir juntos el bien, cada vez que la
solidaridad puede más que el egoísmo, estamos frente a un milagro
del amor...
Cada vez que se pasa por encima de las diferencias de color, de
raza, de ideología y de los colores de una camiseta de fútbol para
construir juntos en el amor, estamos verdaderamente ante un
milagro. Si vivimos en la fe y de la fe, seremos cada día testigos
del milagro del misterio de la vida de los ancianos, de los niños
y de los "medianos", que viene de Dios, y a través de la cual el
mismo Dios nos llama al mayor de los milagros, la Vida eterna,
hacia la que la fe nos ayuda a caminar...