Esta fue mi predicación de hoy, 1 de julio de 2012,
Domingo
XIII del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar
Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
MUCHAS VECES
LO QUE
MÁS NECESITAMOS ES QUE NOS TIENDAN UNA MANO... Las manos son muy
útiles. Sirven, por ejemplo, para atajar penales (me parece, por
eso
mismo, que a los políticos hoy les serían muy útiles unas muy
buenas y
bien entrenadas manos). Pero hay muchas
oportunidades en las que de tal modo el agua nos llega al cuello,
que
lo único que nos queda por esperar es que alguien
nos tienda una mano. Quizás por eso el de la mano tendida es un
signo
tan claro que no necesita explicación...
Una mano tendida
es
siempre una mano amiga. Si tenemos dificultades para caminar
porque
nuestras piernas ya no logran mantenernos firmes, un bastón nos
puede
ser útil, sin embargo es muy posible que no nos alcance para
sentirnos
del todo seguros, esto sólo lo lograremos con una mano amiga que
se
llegue hasta nosotros para sostenernos. Una mano tendida siempre
nos
acerca el calor del otro, nos comunica algo de su vida, nos hace
sentir
su pulso, nos permite adivinar la vibración de su corazón, además
de
hacernos sentir su compañía. Una mano tendida nos permite
atravesar un
paso que nos resulta difícil, nos da confianza en un ambiente al
que
llegamos y en el que no conocemos a nadie...
Pero de
manera especial nos hace falta una mano tendida cuando nos llega
la
enfermedad, y sobre todo en el momento culminante de la vida que
es
para
cada uno de nosotros su propia muerte. En ese momento una mano
tendida
puede valer más que muchas palabras, puede ser lo más elocuente en
el
momento en que las palabras no alcanzan, darnos más que
lo que cabe en las valijas y en los camiones de mudanza, ser mejor
compañía que la de las multitudes y hacernos sentir más el calor
de la
vida, que se está acercando al gran salto que nos lleva a su
dimensión más profunda y verdadera (qué bueno sería que
hiciéramos todo lo posible para que nadie llegue a la muerte sin
una
mano que lo sostenga; tengo para mí, y seguramente muchos
coincidan,
que al final de vida más que todos los medios extraordinarios que
nos
puedan "enchufar" para prolongar hasta el máximo lo que
inevitablemente
se acaba, lo que resulta verdaderamente importante es contar con
una
mano tendida que nos sostenga hasta el último instante)...
Yo creo que por eso Jesús, Hijo de Dios y la mano que Dios
nos tiende para hacernos llegar su salvación, en muchos de
los milagros que nos muestran ese don de Dios, como en los
dos que hoy
nos presenta San Marcos, se apoya en el signo de manos que se
acercan y tocan...
2.
HAY
MILAGRO SI DIOS TIENDE LA MANO Y SE ENCUENTRA CON LA NUESTRA
TENDIDA...
Pero para que se dé el encuentro con Dios, nuestra salvación, no
basta
con que Dios nos tienda la mano.
También es necesario que nuestra mano esté tendida hacia Él, para
recibir lo que sólo él nos puede dar. Es la fe la que eleva
nuestras
manos hacia Dios, y siempre sucede el milagro de la salvación
cuando la
mano tendida de Dios hacia nosotros se encuentra con la nuestra
tendida
hacia Él...
La mujer que llevaba doce años sufriendo hemorragias (y
que seguramente por eso había perdido el don de la fecundidad
propio de
la mujer), había gastado inútilmente todo su dinero esperando que
los
médicos la curaran. Pero tenía confianza en que Jesús podía
salvarla, y
expresó su fe tendiendo su mano hacia Él, y
enseguida quedó curada. Jesús mismo nos dice que su fe es lo que
la
salvó. Jesús estaba allí apretujado por una multitud, pero entre
todos
ella se acercó "a tocarlo" movida por la fe y tocó su manto, y ese
encuentro se convirtió en un encuentro de salvación...
Otra
mujer, esta vez una niña que tenía doce años (y que
por lo tanto se acercaba a la edad en que comenzaba a ser mujer),
también estaba en apuros. Los amigos de Jairo, que había ido a
suplicar
a Jesús por su hija, le dicen que ya no lo moleste, ya que ella
había
muerto. Sin embargo, no necesita insistir, ya que el mismo Jesús
es el
que decide dirigirse a su casa en busca de la niña, llevando su
mano
tendida hacia ella...
Cuando llegó a
la
casa,
Jesús subió subir con los padres y con los tres Apóstoles
(testigos)
que lo acompañaban al lugar donde la niña estaba. Una vez allí lo
primero que hizo fue tomarla de la mano. Con la orden de Jesús la
chica se levantó, y Jesús, siempre atento a los detalles, les dijo
que
le dieran de comer. Pero para que se produjera el milagro, a la
mano
tendida de Jesús había salido al encuentro el padre de la niña, a
quien
Jesús había dicho: "No temas, basta que creas". También aquí,
entonces,
la fe del padre de la niña fue la mano tendida que salió al
encuentro
de Jesús, que salva...
Las manos de Jesús están siempre abiertas y tendidas. Así fue en
su
vida terrena (tendió la mano a todos), y así lo vemos en la
Cruz. Esos brazos nunca se cierran y esas manos siempre están
tendidas, para que todo el que quiera pueda aferrarse a ellas.
También
Jesús resucitado es siempre una mano de Dios tendida hacia
nosotros,
para darnos la salvación que necesitamos y que sólo de Él puede
venir,
esa salvación que se resume en la meta hacia la que Dios nos ha
llamado
y que está en el Cielo. Esa mano tendida de Jesús, que puede dar
frutos
de salvación, está esperando encontrarse con la nuestra. Espera
paciente nuestra respuesta de fe, que nos haga elevar las manos
hacia
Él. Cuando nuestras manos tendidas hacia Él por la fe se
encuentran con
las suyas siempre se produce el milagro de la salvación, aunque no
siempre sea del modo en que nosotros la esperamos...
3. HAY QUE
TENDER LA
MANO PARA ENCONTRAR A JESÚS Y PARA SERVIR A NUESTROS HERMANOS...
Con la
fe nuestras manos tienden hacia Dios y al elevarse se encuentran
con
la Cruz, que resume toda la inmensa variedad de los sufrimientos
humanos que podemos imaginar. Eso nos permite confiar que no hay
dolor
humano que no pueda ser redimido por Jesús, si elevamos con
confianza
hacia Él nuestras manos. si hoy votamos rezando, también nuestro
voto
serán manos que se elevan hacia Dios...
Pero una vez que
nuestras manos se elevan abiertas hacia Dios, ya no podremos
cerrarlas
tan sencillamente. Porque en Dios nos encontraremos con todos sus
otros
hijos, nuestros hermanos. Nuestras manos abiertas, entonces, por
la fe,
para tender hacia Dios, se convertirán también en manos abiertas
hacia
nuestros hermanos en el amor. Y nuestro comportamiento
ciudadano será un compromiso con nuestros hermanos, especialmente
con los más
débiles y necesitados...
Se trata de vivir, entonces, con las manos tendidas. Hacia Dios,
confiados en el poder de la oración, pero también hacia nuestros
hermanos, mostrando con los hechos que somos no sólo habitantes de
este
suelo, sino también y especialmente hermanos de nuestros
hermanos...