Las semillas de Dios...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 17 de junio de 2012, Domingo XI del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico B y Día del Padre en Argentina, en el Hogar Marín:

I.- Vídeo, en Youtube y en Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa



1. HAY PLANTAS QUE CRECEN MUY RÁPIDO, PERO NO SON DE RAÍCES PROFUNDAS... Las plantas que crecen más rápido no suelen ser las que tienen raíces más profundas. Hay otras plantas, en cambio, que se toman su tiempo para crecer. Es el caso, por ejemplo, del Aguaribay que crece en el ángulo noroeste del Hogar Marín, que se tiene más de 200 años, según se desprende de las primeras fotos que se conocen de él, tomadas en los primeros años del siglo XIX...

Para subsistir ese árbol se ha tenido que ir acomodando un poco con el paso del tiempo. Hay huellas claras de las ramas, a veces muy grandes, que se han caído. La última vez sucedió en el febrero pasado, con las que cayeron sobre la casa del Capellán del Hogar, en medio de una tormenta. Sin embargo, el árbol permanece, y bien vital, echando a crecer de nuevo sus ramas. Se toma su tiempo, sobrevive y va creciendo, de día y de noche, gracias a sus raíces profundas, y da sus frutos...

Lo mismo pasa, según nos quiere mostrar hoy Jesús, con su Reino, que crece silenciosamente, pero sin pausa, con las semillas que Él mismo va sembrando todo el tiempo...

2. DIOS SIEMBRA SU REINO EN NOSOTROS CON SU PALABRA, SEMILLA CONTINUA... Nosotros vamos recibiendo, una y otra vez, estas semillas que Jesús va sembrando en nosotros con su Palabra, cada vez que volvemos a recibir la proclamación litúrgica que se hace de ella, o que volvemos a ella en nuestra lectura religiosa de la Biblia...

Esta Palabra sembrada en nuestros corazones hace posible que en nosotros dé su fruto el Reino de Dios. A veces este Reino, que debería impregnar el mundo entero, parece escondido. Puede esconderse a nuestra mirada si no prestamos buena atención, ya que se trata de un Reino silencioso. Puede escaparse de nuestra mirada el bien que tantos hacen alrededor de nosotros, sin hacer ruido. Las personas que hacen bien su tarea en el mundo de la política, en el ámbito de la economía, en el terreno de las artes y en el espacio de los medios de comunicación pueden pasar desapercibidos, quizás, pero su tarea está construyendo el Reino de Dios en nuestro mundo...

Jesús con su Palabra siembra su Reino en los corazones que, cuando se despiertan a semejante don, no dejan de dar su fruto. La siembra de Dios se hace ciertamente en los corazones de cada uno de nosotros y de todos los que reciben esta Palabra vital, que es la Palabra de Dios, una Palabra capaz de dar siempre buenos frutos a través de lo que va haciendo en nuestros corazones. Es allí donde se cifra la esperanza del cambio del mundo para que sea a la medida de Dios...

El Reino de Dios no tiene límites, su horizonte terreno es el mundo entero. Por eso el mundo entero puede cambiar por efecto de la Palabra de Dios recibida en nuestros corazones. El mundo entero puede acoger la Palabra de Dios y hacerse Reino de Dios donde su Palabra sea la que acoja a todos, como la planta que crece a partir de una semilla de mostaza y es capaz de recibir a todos los pájaros del cielo...

Ese Reino, sin embargo, crece de a poco, ya que crece a través del cambio que va haciendo en nuestros corazones. Y si nos parece que todavía no son muy visibles los frutos de este Reino en algunos ámbitos, será porque los que hemos recibido y seguimos recibiendo cada día este don de las semillas que el Señor siembra no nos hemos hecho todavía demasiado presentes en estos ámbitos, para producir allí los frutos que la Palabra de Dios es capaz de dar. En la Iglesia y fuera de ella, en todos lados, el fruto del Reino de Dios depende de lo que nosotros vayamos haciendo con lo que Jesús pacientemente siembra en nosotros. En la política, en la vida social, en el deporte y en la economía, en el mundo entero la semilla que Dios siembra en nosotros puede dar sus frutos...

3. NOS TOCA ABONAR Y PROTEGER NUESTRA BUENA TIERRA, PARA QUE DÉ FRUTOS EL REINO... Dios sigue sembrando en nosotros pacientemente, como hacen los padres en sus hijos. Los padres, a quienes hoy celebramos en su día, no obtienen de un día para otro el fruto del hijo soñado. Es más, en sus manos está sólo la posibilidad de sembrar en los hijos que Dios les ha dado. La de ellos es la tarea paciente del sembrador, que aprenden de Dios Padre, la tarea paciente de ir sembrando semillas buenas en sus hijos...

A nosotros nos toca simplemente abonar la tierra, cultivarla, para que en nosotros, para nosotros y para los demás, las semillas de Dios, que Él no deja de sembrar, den buenos frutos...

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Lecturas bíblicas del Domingo XI del Tiempo Ordinario, Ciclo B:

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