Esta fue mi predicación de hoy, 24 de junio de
2012, Solemnidad
de San Juan Bautista, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar
Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. NADIE SE
LLAMA A SÍ MISMO,
NOS LLAMAN POR EL NOMBRE O POR EL
SOBRENOMBRE... El nombre es algo que
se nos ha dado,
como
el mismo don de la vida. Nadie pudo hacer nada para tenerla antes
de recibirla como un don, y una vez recibida lo que está en
nuestras manos es responder con gratitud, para que dé buenos
frutos. Son los demás los que nos dan un nombre. Lo hicieron
nuestros padres, y oyéndolo de sus labios comenzamos a
identificarlo...
En realidad hoy, cuando
muchas veces se sabe el sexo del hijo en camino antes de que
nazca, ya desde el vientre materno los padres pueden llamar a sus
hijos por su nombre. Y se comprende entonces cómo el profeta
Isaías manifiesta que el mismo Dios pronunció su nombre mientras
se encontraba todavía en el vientre materno. En realidad,
podríamos ir más allá y reconocer la voz de Dios que nos llama
desde toda la eternidad. Cada uno de nosotros, único e
irrepetible, tiene su lugar en el corazón desde Dios desde toda la
eternidad. Y si el nombre sirve para identificarnos, entonces
podemos pensar que Dios, de quien viene para todos nosotros la
vida como un don, también nos llama a cada uno por su nombre...
Además del nombre, los que nos quieren utilizan para llamarnos
también un sobrenombre, con el que quieren expresar el especial
cariño que nos tienen y todo lo que nos conocen. Hay que reconocer
que los sobrenombres pueden ser más o menos felices, porque logran
mejor o peor expresar quiénes somos realmente y qué quieren decir
de nosotros los que nos los han puesto (yo me imagino que Dios
quizás también nos tenga puesto a cada uno de nosotros un
sobrenombre, con el se quiera dirigir a nosotros cuando tiene algo
especial para decirnos; si así fuera, podríamos hacer un buen
trabajo si tratamos de imaginar con qué sobrenombre nos llamaría
Dios: "vago", "dormilón", "haragán", "bonachón", "tesonero",
"trabajador", "justo", etc.)...
2. DIOS NOS
LLAMÓ A CADA UNO DE NOSOTROS POR SU NOMBRE DESDE TODA LA
ETERNIDAD... En realidad Dios ha sido el primero en llamarnos. De
Él viene nuestra vida, Él nos ha llamado a la vida. Por eso
podemos decir con verdad que nuestra vida es una vocación, porque
comienza con un llamado de Dios (precisamente eso significa
vocación en su raíz latina:
llamado)...
San Juan Bautista tenía puesto el nombre por el mismo Dios y sus
padres, Zacarías y santa Isabel, defienden este nombre ante sus
parientes y amigos, extrañados porque ese nombre no existía hasta
ese momento en su familia. Ese nombre significaba una misión.
Desde el primer momento él fue llamado para ser el Precursor del
Señor, que lo señalaría en su llegada, como efectivamente hizo
bautizándolo en el río Jordán...
Por eso celebramos hoy esta Solemnidad del nacimiento de san Juan
Bautista, porque en ese momento comenzó a manifestarse su especial
misión (sólo de Jesús, de María y de san Juan Bautista se celebra
el nacimiento además de la muerte, de los demás santos sólo la
muerte, momento de su entrada en el Cielo)...
Así también fue llamada la
Hermanita Augusta, que hoy celebra sus 65 años de profesión
religiosa en las Hermanitas de los Pobres. Le llevó su tiempo
poder realizar su vocación. Su padre murió joven y ella tuvo que
ayudar a su madre a llevar adelante el hogar, cuidando de sus
hermanos menores (de manera semejante a santa Juana Jugan, que
también tuvo que ayudar a su madre a cuidar de sus hermanos
menores, cuando su padre desapareció en el mar en su barca de
pescador). A los 35 años la Hermanita Augusta, que el 4 de marzo
pasado cumplió 100 años, hizo la primera profesión solemne de sus
votos religiosos. Aunque ciertamente su vida fue desde su primer
instante una vocación, como a san Juan Bautista, y como a cada uno
de nosotros, desde el primer instante Dios la llamó...
Así también desde el comienzo hay quienes reciben un llamado
especial para servir a todos los fieles en el sacerdocio, llamado
que
desde
los primeros tiempos incluye el celibato, signo de la
identificación con Cristo y la entrega total y esponsal al
servicio de la Iglesia...
3. NUESTRA VIDA ES VOCACIÓN:
UNA
RESPUESTA COTIDIANA A DIOS QUE NOS LLAMA... Ya que Dios nos llama,
a todos y a cada uno de los hombres y mujeres de este mundo,
podemos decir que para todos la vida es ciertamente una vocación.
Precisamente por eso la vida "no está hecha" ni viene
completamente acaba y terminada, sino que se trata de un camino a
recorrer y se hace cada día. Ante un llamado, hace falta una
respuesta. Y ya Dios que nos llama a la vida y nos muestra un
camino para recorrer en la vida, que nos lleva la meta en el
Cielo, hace falta una respuesta cotidiana, con la que va
construyéndose cada día nuestra vida...
Por eso ante los signos que se manifestaban por
el
nacimiento de san Juan Bautista (comenzando por el embarazo de
santa Isabel, una mujer anciana y estéril), la gente se
preguntaba: «¿Qué llegará a ser este niño?». Porque para nadie la
vida está hecha antes de hacerla. Habrá momentos en los que, a lo
largo de la vida, nos tocará dar respuestas más intensas. Así le
habrá pasado a la Hermanita Augusta
a la hora de definir su vocación y realizar su profesión religiosa
el 24 de junio de 1947, y así nos pasa a todos a la hora de tomar
las decisiones más importantes y orientadoras de nuestra vida.
Pero esos momentos de intensidad necesitan después de la
perseverancia con la que se sostienen las decisiones...
Cada día se vuelve a asumir lo que se decidió de una vez para
siempre. En esto consiste la vida asumida como respuesta a un
llamado, es decir, como una vocación. Gracias a Dios se los puedo
decir como un testimonio personal: es bueno, es muy bueno
responder a un llamado especial de Dios. Pero además es posible y
llena de gozo el corazón responder a Dios, que no deja nunca de
llamarnos. Por eso no hay que temblar ante las dificultades, no
hay que amargarse cuando algún algún sacerdote cercano nos
recuerde con su tropiezo la fragilidad de nuestra condición
humana. Porque sabemos de la constancia de Dios, que no deja de
llamarnos, para que nosotros vayamos haciendo de nuestra vida una
vocación correspondida, respondiendo a Dios, que es el que nos
llama y el que nos está esperando...